La eliminación de la pesca de arrastre: una tesis hecha realidad

(a Maritzita Urribarrí y Elizabeth Colina, in memoria)

Corrían los años finales de la década del 70, llamada para muchos la década perdida, en los cuales esta cronista y dos compañeras más se aprestaban a presentar muy orondas su tesis de grado en Economía llamada “Uso irracional de la pesca de arrastre: factores incidentes en la disminución del camarón en la zona occidental de Venezuela”

Tal vez el antecedente más remoto para escoger el tema, era la anécdota que solía contarme mi madre sobre como, en los años 50 en el malecón de Maracaibo, se vendía el camarón por baldes, era baratísimo y a veces hasta los regalaban, tan era así que lo usaba como carnada para pescar. Siempre me asombró esta historia, por lo caro y escaso de la especie apenas 20 años después, pero la misma me fue confirmada por muchas personas de ciudad, sobre todo los que vivieron cercanos al malecón. Esto fue así hasta que, un gringo o un italiano (hay diversas versiones) se asombro del hecho y comenzó a pensar en el negocio y hasta allí nos duró la suerte a los maracuchos/as y a los camarones… ah y al lecho marino del lago.

Muchas risas y asombro arrancó el tema en la facultad, en especial entre los metodólogos sureños que no lograban encontrarle el marco teórico a tal atrevimiento, cuando un economista está diseñado para contar dinero, hacer inversiones y planificaciones tanto micro como macro, pero, qué tenía que ver la ecología con la economía, no lo entendían. Entonces les hablábamos de producción, de costos, de disminución de ganancias, de economías secundarias y hasta de desempleo y por lo menos hacían el esfuerzo de entendernos.

Sin embargo, junto a esto vibraban en nostras otras razones como; el agotamiento de la especie, el arrase del fondo marino y el deterioro de la biodiversidad. Discutí con más de un profesor que los costos ecológicos debían ser parte de los costos de los proyectos, porque era mentira eso de que los bienes libres (como el aire, el mar, etc.) no tienen dueño y yo les refutaba y les decía que eso era falso, que el dueño era la humanidad y no un grupito de propietarios, además les decía que por algo Ecología y Economía tenían una raíz común. Ellos se reían y supongo me tildaban de hippie comeflor.

Nuestra flamante tesis nos llevó hasta Punto Fijo, puesto que el estuario del lago de Maracaibo la actividad había desaparecido, producto el agotamiento en años anteriores y sólo se realizaba pesca artesanal. Allá entrevistamos a los pescadores y a los dueños de los barcos arrastreros, en su mayoría italianos, y esa vivencia corroboró lo que los libros, las estadísticas y la intuición nos había dicho: que era un negocio donde ganaban unos poquitos y perdíamos la mayoría, llámese pescadores, habitantes y cuerpo marino, en este caso el golfo de Venezuela.

Nuestra flamante investigación concluía en que: 1) la especie más afectada en el Golfo de Venezuela era el camarón blanco que había dejado de reproducirse y estaba en vía de extinción, de acuerdo a los registros de captura que llevaba el ministerio de agricultura y cría para época. En la zona del lago, el más afectado era el camarón marrón 2) Hasta 1974 la zona occidental aportaba más del 50 % de la capturas totales del camarón en Venezuela 3) La zona más afectada en la disminución de las capturas era el lago, quien además tenía en la contaminación uno de sus mayores enemigos 4) la Ley de pesca del año 45 no estaba acorde con las nuevas realidades 5) los elevados precios del camarón estimulaban aun más la sobreexplotación de la zona 6) Los barcos arrastreros operaban en las costas sin mayores restricciones, lo cual afectaba la pesca artesanal 7) el mercado del camarón era oligopólico y era marginal a la producción y al consumo total del pescado en el país, lo cual contrastaba con las necesidades alimenticias del venezolano, especialmente la de menores recursos y 8) la mayor parte de la producción se destinaba a la exportación a Estados Unidos.

En cuanto a las recomendaciones, escribíamos las pichones de economistas que: 1) era necesario regular la pesca de camarón para superar la sobreexplotación limitando el esfuerzo pesquero (barcos) las artes de pesca (mallas arrastreras) y los días de captura 2) Se debían realizar investigaciones para darle seguimiento a la actividad 3) crear un impuesto ecológico compensatoria (ilusas nosotras que creíamos que el daño ecológico se podía compensar) 4) Incentivar la piscicultura para compensar el déficit 5) Establecer una veda parcial de las capturas del camarón desde Castillete hasta Falcón 6 ) Hacer cumplir las 200 millas de mar territorial para barcos extranjeros y arrastreros 7) Reformar la ley de pesca que contemple LA PROHIBICIÓN TOTAL DE LA PESCA DE ARRASTRE y 7) Estimular la creación de cooperativas.

Como podrá verse no estábamos tan erradas, pero esa tesis jamás cruzó las fronteras de la universidad y tan solo sirvió para graduarnos y que la misma engrosara nuestras bibliotecas. Sin embargo, cuando ese viernes 13 de marzo (lo escribo para que nunca-jamás se me olvide) se puso fin a la actividad, gracias a la puesta en vigencia de la nueva Ley que sustituía a una que tenía más de 50 años, me sentí regocijada y pensé en mis dos compañeras (Maritzita Urribarrí y Elizabeth Colina, fallecidas prematuramente) sentí que no todo había sido en vano y que si bien, nuestro esfuerzo no incidió en nada, salvo hacernos tomar conciencia a nosotras, había válido la pena 30 años después, porque gracias a esta nueva ley, nuestra tesis no había sido un sueño sino que hoy es una realidad gracias a la decidida acción del gobierno venezolano. No sé cuántas personas habrán tenido esa suerte, pero yo la estoy viviendo.

(mgonzalo@cantv.net)


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Morelis Gonzalo

Periodista y Docente Universitaria

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