Robar o no robar, he aquí la cuestión

“¿Que es más elevado para el espíritu, sufrir los golpes y dardos de la insultante fortuna o tomar armas contra el piélago de calamidades y, haciéndoles frente, acabar con ellas? Morir..., dormir; no más ¡Y pensar que con un sueño damos fin al pesar del corazón y a los mil naturales conflictos que constituyen la herencia de la carne! (…) Pues ¿Quién soportaría: los ultrajes y desdenes del mundo, los agravios del opresor, las afrentas del soberbio, los tormentos del amor desairado, la tardanza de la ley, las insolencias del poder y los desdenes que el paciente mérito recibe del hombre indigno, cuando uno mismo podría procurar su reposo con un simple estilete?”

(Hamlet. Shakespeare)

Nada más apropiado que el bardo inglés de atemporales frases para resumir la propuesta de este escrito sobre la corrupción, los corruptos, los corruptibles y los no corruptos, a propósito de la Ley Habilitante que el presidente Maduro propone y ante la cual la oposición práctica su habitual modus vivendi: el guabineo.

“Homo homini lupus”, el hombre es el lobo del hombre, dijo Plauto y lo confirmó Hobbes, para recalcar nuestro sino de animales empeñados en aparentar una superioridad intelectual que se derrumba ante los instintos. Siendo así, solo los valores, la ética, nos separan de devorarnos cual fieras, de saciar los instintos básicos de nuestra animalidad.

Así, podemos dividir a la sociedad venezolana en tres grandes grupos:

Los corruptos, que se dejaron llevar por su animalidad, acogieron las prácticas grupales, repitieron la herencia de padres y abuelos, y hacen del latrocinio a pequeña o gran escala su modo de vida.

Los corruptibles, aquellos que forjaron la inmortal frase de “no me den, pónganme donde haiga (sic)”, los que elogian la corrupción de otros, los que esperan con ansia su oportunidad de sustraer fondos públicos o privados para acceder a esos bienes que permiten llegar al paraíso terrenal, sin tener que portarse bien para llegar al divino.

Por último, los no corruptos, aquellos que día tras día dejan pasar las oportunidades del robo, de la estafa, del fraude, empeñados en seguir los valores éticos aprendidos de sus padres, o las nociones revolucionarias de quien entiende que todo robo perjudica, y si llegan a ir más allá, repiten a Marx cuando decía que toda propiedad es un robo.

Es fácil ubicar en dicha clasificación a la oposición y a sus cabezas visibles, esas que hubieran rodado con pasmosa facilidad con la guillotina de la revolución francesa. Por ello se oponen a la Habilitante, porque o roban o piensan hacerlo o defienden a su entorno ladrón, la habilitante es la guillotina que los amenaza.

Ahora bien, si el hombre es el lobo del hombre, ¿dónde se ubica usted, amigo lector? ¿Es usted inmune a la tentación del dinero? ¿Alguien lo es? ¿Nadie lo es? No es la anterior una pregunta retórica. No hace falta como Hamlet, sostener la calavera de Yorick, el bufón, para reflexionar al respecto.

Pero sí podemos tomar del personaje de Shakespeare su determinación ante el destino. No para acabar con nuestra vida con un estilete, sino para clavar el puñal de la indignación, el rechazo, del castigo severo, de la denuncia oportuna, de la anticorrupción perseverante en los corazones de los lobos corruptos, que a fuerza de devorar a la sociedad nos llaman a devorarnos entre nosotros, a convertirnos en fieras sin patria ni cerebro. No soportemos los ultrajes del hombre indigno, y que la Ley caiga sobre los lobos.


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Rafael Boscán Arrieta

Periodista y Docente universitario

 boscan2007@gmail.com      @raboscandanga

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