El viaje más modesto desde Tierra Firme (así llamamos en Nueva Esparta al resto del territorio venezolano) hacia la isla de Margarita supone más que una aventura. Gastos, colas para pasajes, angustias y paciente espera para llegarle por vía marítima o aérea, se suman a cualesquiera otras contingencias y circunstancias del camino y del destino. Para no salir incólume de esta isla, acá lo espera una suerte de saltaneja, al estilo salto de ranas. Dos días de “mirar precios” entre Conejeros y los bulevares María Guevara y Gómez de Porlamar, centros comerciales Sambil, Costa Azul y Sigo La Proveeduría en el eje Porlamar-Pampatar se consumen junto a otro día para “echar un ojito” en Juangriego (por suerte con buen pescado y atractivo atardecer), mientras el goce playero se pospone o disfruta a medias. Sin incluir los precios de los electrodomésticos y el ramo de la electrónica, de los cuales es harto conocido el nivel especulativo y la flagrante usurería, el cliente se concentra en los bodegones y festejos que dispensan licores, de manera particular vinos y whisky, bien para tomarse las copas de la estancia y celebrar esta maravilla natural, bien para comprar las provisiones y los encargos de amigos y familiares.
Sin pertenecer a ninguna rama comercial de este llamado Puerto Libre (que en realidad debería llamarse Entuerto Libre, dada la especulación y la complacencia que aquí impera en materia fiscal, corruptelas, anuencias administrativas y benefactores del poder económico y político), los margariteños de a pie sentimos vergüenza ajena. No pena, sino vergüenza. Más allá de la bondad de nuestras empanaderas, la cortesía de algún taxista no dolarizado y especulador, la amable sonrisa de una vendedora de tiendas, el gesto comprensible de alguien en el semáforo o la vía pública y hasta (así en negritas) la oportuna orientación de un policía o fiscal de tránsito, los comentarios de nuestros visitantes que realizan el periplo de diagnósticos de precios es realmente pesimista y alarmante. “Todo está más caro aquí que afuera (Tierra Firme)”. Un ejemplo concreto me lo dio mi compadre Marcelo Pinto, quien compra determinada marca de Whisky en El Tigre, estado Anzoátegui en Bs. 220,oo y en Juangriego vio el precio en Bs. 310. ¿Qué explicación hay para esto?
De manera concreta, solicito al Estado y sus organismos fiscalizadores que le meta el ojo hasta lo más profundo a la macro empresa importadora y distribuidora de licores de Nueva Esparta denominada METROPOL, ubicada en el sector de Conejeros. Esta compañía o empresa impone sus listas de precios a los comercios alegando dólar negro a sesenta bolívares y funciona como un verdadero monopolio. Todo un lujo como empresa. Por ejemplo, la botella de Old Parr costaba en diciembre de 2012 Bs. 262 en todos los dispendios de licores y esa misma Metropol corrió el rumor entre los negocios que surte que hasta marzo de 2013 no habría Old Parr en Margarita porque llegaría aumentado. Se supone que acaparó y engordó el producto alegando una posterior devaluación del bolívar. Ya en enero de 2013 la misma botella lucía un nuevo precio de Bs. 450. Todo este año 2013 ha seguido aumentado según el “dólar negro” tenga un valor de 40, 45, 50, 55 ó 60 bolívares. Para este mes de noviembre la Old Parr ya rebasó el costo de mil bolívares (¡Bs. 1000,oo!). Señores del gobierno, pidan a esta empresa la relación de sus facturas de importación y de los dólares Cadivi y procedan como corresponde, y hagan los mismos procedimientos administrativos con cualquier otra empresa distribuidora del ramo (NUBE AZUL, DORTA, TAMAYO) que esté fregando a los pendejos con estos precios inflados. Por suerte, nuestros visitantes del mes de agosto y parte de septiembre, pudieron llevar bastante papel toilet sobre el techo de sus vehículos comprado a costo legal (Bs. 16 el paquete de cuatro rollos) y dejaron el whisky para que se lo tomen estos mafiosos raspatarjetas Cadivi. Además, metan el ojo en la aduana de El Guamache, porque ahí llegan containers que declaran una cosa y traen otra de menor valor. Hace cuatro años uno de estos depósitos de carga llegó lleno de anime pero declaró pantalones de jeans marca Levis. No está demás meterle el ojo a funcionarios del Seniat y de los cuerpos de seguridad que se prestan para estas triquiñuelas.
O limpiamos la casa a tiempo o el monte nos engulle.
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