En Argentina,
Venezuela, Bolivia, Ecuador se dieron revueltas sociales que obligaron
más allá de cambios de gobiernos, cuestionamientos radicales al modelo
económico. Estas revueltas coincidieron con la peor crisis energética
de Estados Unidos, país que ya comienza a importar el 80% del petróleo
que consume. Actualmente, las ideas del poder popular llegan a los países
árabes, África, Europa y aunque usted no lo vea, en Estados Unidos.
Protestas de todos los gustos y colores que están llevando al planeta
a una nueva era. El cambio del sistema económico, pasa primero por
el cambio del sistema político, y ello significa un cataclismo social
del que nadie puede predecir un desenlace. En Estados Unidos tienen
pánico de que esas revueltas se den en la monarquía de Arabia Saudita,
donde no hay partidos políticos, y donde se acumula un impresionante
poderío militar financiado con el dinero de todos los norteamericanos,
que ahora pasan hambre y no tienen acceso a un sistema de salud público
de calidad, y cuyas manifestaciones contra el gobierno son censuradas.
Los ojos de las grandes corporaciones mediáticas analizan estas revueltas,
pero siempre mienten, confunden, tergiversan e incitan. Los paralelismos
absurdos que hace el poder mediático de las transnacionales, obvian
que las revueltas sociales en Latinoamérica antecedieron todas estas
revueltas en el mundo, por un sencilla razón, ¡nosotros estábamos
más jodidos que ellos!. Ahora cuando se recuperan las economías latinoamericanas,
cuando se fortalecen lazos de integración, y cuando es más frecuente
el fracaso de intentos de golpes de estado en la región, buscan desesperadamente
iniciar revueltas sociales. En Venezuela, intentaron rebelión con los
militares, los políticos, los empresarios y todos fracasaron, pero
ahora sin ningún tipo de escrúpulos lanzan a sus hijos. Adolescentes
que nacieron después de la pesadilla de Acción Democrática y COPEI.
Estudiantes que sin conocer la historia, sin argumentos y carentes de
padres responsables, deciden dejar de comer sus compotas para exigir
la libertad de asesinos como un señor al que llaman Mazuco, sentenciado
a 19 años por asesinar a un hombre. O los asesinos condenados del fiscal
Danilo Anderson, a quien lo desaparecieron con una bomba. Esta rebelión
de las compotas está ausente de debate, de ética en el discurso, pues
sencillamente no quieren entender que se han dado juicios, en los que
se han demostrado la culpabilidad de las personas que dicen defender
porque supuestamente se les viola los derechos humanos. ¿Y quién de
ellos defiende el derecho a la vida de Danilo Anderson y Claudio Macías?.
Lo insólito es que no piden las tres comidas para los asesinos, ni
una celda limpia, o derecho a visitas, exigen plena libertad, impunidad
absoluta. Con semejante argumento, la huelga de las compotas pasará
de moda.