Cuando la oposición golpista se "tiró al pajón" en diciembre de 2002 (palabras de los hermanos Ochoa Antich), prohibieron la Navidad, la llegada del Niño Jesús y el béisbol; también desataron una campaña de miedo y violencia con guarimbas en las calles y en los medios, que generó angustia en la población.
La oposición golpista inyectó en sus seguidores el peor de los venenos: el odio, la xenofobia y el racismo. En un conocido conjunto residencial, los antichavistas repartían un kit de defensa, con metras para tirarlas por las escaleras cuando la escoria llegara al edificio, y un martillo para atestarlo en la cabeza cuando perdieran el equilibrio; obligaban además a la humilde conserje repartir entre los vecinos sus manuales para la captura de rehenes (vigilantes y la propia conserje).
En aquella época no habían redes sociales, instrumento mediante el cual las glorias egresadas de la Escuela de las Americas publican su manual para la captura y degollamiento de "choros motorizados", tan abominable como el martillazo en la cabeza del prójimo.
El fascismo ha sido inoculado y recorre el torrente sanguíneo del cuerpo antichavista como una banalidad; la oposición que se dice democrática lo alcahuetea; lo esquiva; no asume su responsabilidad ni lo condena. Capriles se llena la boca diciendo que el asesinato del motorizado degollado no debe utilizarse con fines políticos, pero es incapaz de denunciar tamaña atrocidad y pedir todo el peso de la ley a los asesinos capturados, mucho menos podría exigir la detención de su autor intelectual.
La oposición pide diálogo; le dan diálogo y lo rechaza. Pide hablar; le dan el micrófono en una Conferencia por la Paz, y también lo rechaza.
Prefiere prohibir el Carnaval por "luto", aunque callaran el asesinato de 11 venezolanos y venezolanas el 15 de abril 2013 a manos de las brigadas fascistas que salieron a las calle a "drenar su arrechera", como lo ordenó Capriles.
Para la escoria no hay luto.
¡No me jodan!
El golpe de Estado estaba planeado para el 14 de abril. Capriles dio la señal y luego arrugó cuando el Presidente Maduro le prohibió su entrada a Caracas.
Los poderes fácticos que actúan en la sombra decidieron salir de Capriles por cagón. Llenaron a Leopoldo López de elogios para que asumiera la tarea golpista el 8 de diciembre, pero la apoteósica demostración de democracia que dio el pueblo venezolano abortó su plan.
La siguiente fecha disponible era el 23 de enero, pero todavía había béisbol y la Cumbre CELAC en la Habana estaba a pocos días de su instalación, y ésta le habría dado hasta con el tobo a los golpistas.
Los golpistas ven el calendario y deciden que el 12 de febrero es su día "D".
Como hicimos el 11 de abril de 2002, que los uniformados disparen a opositores y chavistas por igual, que después culpamos al gobierno. No tenemos a Venevisión y Globovisión como antes, pero están las redes sociales y los medios antichavistas que da para más. Pero no nos confiemos, vamos a inocular el miedo con las guarimbas y Plaza Altamira, que Maduro no llega al Carnaval.
¿Y si llega?
Disfrazamos a la oposición de hipócritas y prohibimos el Carnaval como nos cagamos la Navidad y el Niño Jesús hace 11 años.
Todos los golpes que le tiramos a Chávez, los vamos a desatar de una sola vez contra Maduro.
Pero el guión para golpes de Estado que cocina el imperio con paramilitares y peones apátridas sigue faltándole la pagina de PUEBLO.
El fascismo, por definición, subestima la capacidad y estirpe revolucionaria del pueblo venezolano, su decisión inquebrantable de vivir en democracia y alcanzar la inexorable Patria socialista, y su apego indeclinable a la independencia y la soberanía que legaron los dos titanes de nuestra historia: Bolívar y Chávez.