Tal vez se trata de dos temas muy diversos que he debido explayar individualmente. En esta crisis aguda por la epidemia del covi 19, o coronavirus, que vive la entera península de Italia, sigo muy de cerca los programas y noticieros en la RAI International. Observo cifras in crescendo pero sobretodo comportamientos y angustias traducidas en varios tipos de actuaciones. Y me llamó mucho la atención (tal vez porque ya hace casi 20 años que no piso el suelo de la patria de mis padres), que los voceros del gobierno, hasta el mismo primer ministro Giuseppe Conti, además de los directores de debates sobre el tema, lamentan mucho del hecho que los italianos deben quedarse en su casa, prácticamente en cuarentena todo el país, y que, entre otros, no podrán disfrutar de los aperitivos que acostumbran a tomar en compañía de amigos. Así mismo como lo leen: a modo de consuelo, intentan tranquilizar el sacrificio que se hace al no poder salir. Escuché ya varias declaraciones, no ha sido accidental, y el tema del aperitivo sale a relucir con frecuencia.
El aperitivo es una bebida o, cantidades pequeñas de alimentos, que se consumen breves momentos antes de la comida principal, y al parecer estimula el apetito, imagino que abre "algo" (Aperitivo viene del verbo aprire, en italiano) , abre el hambre, prepara a nuestro sistema digestivo para engullir los alimentos con más gusto. Pero por lo que entendí en estos días, el aperitivo juega también un gran papel psicológico, pues disfrutar de una bebida, en un espacio de tiempo, en un lugar diferente al de la casa, en compañía de amigos, se volvió una gran necesidad para los italianos.
Pues bien por ellos, pero… yo me pregunto cuando los escucho y hacen referencia a ese gran sacrificio que el gobierno les pide, ¿no es mucho más importante, necesario, vital para un país sumergido en el contagio, la condición de las personas detenidas en los recintos carcelarios? A ellos no se refieren los voceros. Y también son italianos, también están en crisis, mucho más grave pues la epidemia de pánico que recorre Italia, se maximiza en los recintos donde las personas no tienen la libertad ni los medios propios para protegerse del peligro. Dicen las noticias, sin comentarios verbales, que están en crisis porque se prohibieron las visitas a las cárceles. Que los detenidos en realidad lo que quieren es pescar en río revuelto. Hasta ayer martes 10 de marzo, se contaban 12 detenidos muertos a causa de los motines.
Por el amor de Dios, pongamos nuestras barbas en remojo y desde ya debería estar el Gobierno Bolivariano estudiando como tranquilizarnos si llega la infección, y claro, no nos pedirán el sacrificio de renunciar al aperitivo. Aquí no tenemos ni siquiera la posibilidad de acostumbrarnos pues ni en la isla de Margarita se consigue el Campari (de mi preferencia). Pero sí es deber del Gobierno, su prioridad, evaluar cómo proteger principalmente a esa población vulnerable, extremadamente dependiente de otros, de cercanía de sus carceleros, para sus alimentos, sus necesidades, sus medicinas.
Italia tendrá cárceles que correspondan a un país del primer mundo, seguramente no tienen hacinamiento, lo desconozco, pero es fácil suponer que así sea. En Venezuela, no hay que estar muy preparado para señalar que nuestro sistema carcelario está muy deteriorado, y no he sabido ¿qué más ha hecho Iris Varela? Pero hoy estuve en los Tribunales, en el Palacio de Justicia, y pude ver a un joven, esposado, blanco como la nieve, anémico sin duda, con chancletas y bermudas, siendo introducido en un tribunal. Y a pesar de no estar en mi escritorio, esa triste, conmovedora visión, fue el detonante para volver a acompañarlos en estas aventuras. Y ojalá estas líneas sirvan para advertir, alertar, preparar a quien corresponda. Y que Dios nos agarre preparados.