Desde el primer momento. Desde el primer día de la declaración del estado de emergencia en España, vengo dándole vueltas a una situación compuesta de numerosas teselas que forman parte de un puzzle que no casan en absoluto entre sí. Desde ese momento, gracias hoy día a la contribución impagable de Internet, fui tras "noticias" extramuros que no tenían cabida en los medios oficiales; ni impresos, ni audiovisuales. Al menos en España. Esta misma laguna, la ausencia de debates sobre el origen de la supuesta pandemia y sobre las propias medidas impuestas manu militari formaron parte de mi desconfianza, hasta ser completa.
Los tribunales franceses anulan la obligatoriedad de la mascarilla. Google anula las informaciones en materia de salud. El Senado francés investiga la muerte de ancianos abandonados con el pretexto de la pandemia. La policía detiene a una mujer en Australia por convocar una protesta contra el confinamiento. El gobierno australiano admite oficialmente que las pruebas de coronavirus no son nada fiables. Se privatiza la policía en más de 40 países... Estos titulares son de ayer. Pero dispongo de una carpeta repleta de numerosos diagnósticos, pareceres y dictámenes de buen número de científicos, periodistas y personajes solventes que se suman a la gran sospecha de que estamos ante una operación de largo alcance con el fin de ir cercenando cuanto antes la vida de la población provecta del mundo en condiciones precarias de salud, combinada la intención con los otros dos fines expuestos al principio. A esto se llama Revolución por arriba. Desde las más altas instancias políticas, pero adiestradas por los poderes ingobernables que son el farmacéutico, el epidemiológico, el biológico y el médico...
Otro de los indicios de que buena parte de la sociedad está al corriente es que tampoco se va a publicar esto. Todos los escritos que envío acerca de este asunto a digitales que hasta ahora me publican sin excepciones cuando trato otros asuntos, no publican los que envío en relación a éste. Lo que me hace suponer que tratado como lo trato me conecta con la oposición política y más concretamente con la derecha y la extrema derecha. Lo cual, evidentemente, no tiene más fundamento que el que ellos quieran. Así es cómo sospecho que ellos, digitales alternativos o contramedios como se llamaban antes, están también cerrando filas en torno al gobierno. A éste y a todos los gobiernos. Lo que confirma no ya mi tesis ni mi hipótesis sino los fundamentos de mi acusación. Por todo ello…
Yo acuso a todo los gobiernos de las naciones del mundo, unos más y otros menos, de haberse aliado al Gran Mammon. Yo acuso a todos los gobiernos del mundo de ser cómplices, unos más y otros menos, de un complot contra la Tercera Edad con tres claros objetivos: 1. obtener un beneficio extraordinario un amplio sector de la industria farmacéutica (quizá toda), 2. contener la progresiva ruina del sistema económico por el que virtualmente se rigen ya todos los países del planeta; y en la última fase, 3. conformar un gobierno mundial. A esos tres objetivos juntos se les conoce por el nombre de "La nueva normalidad".
Una jugada maestra. Los ancianos no constituimos (ni podremos constituir nunca) un grupo de presión. Después de haber sido la ancianidad digna de todo el respeto y la longevidad un privilegio, se han convertido en el peor destino. Estamos desprotegidos frente a todo peligro, y ahora también frente al que nos llega desde las sombras. Porque el peligro no sólo está en éste y en todos los virus, el de este maldito año y el de las temporadas de gripe de toda la vida. Tampoco lo es la edad propiamente dicha. Ni siquiera la salud en los casos de quienes la tienen quebrantada. El peligro es ser el blanco de las intenciones de incapaces e incompetentes degenerados y de un sinfín de cómplices repartidos entre todos los partidos del espectro político de todo el mundo y el poder médico y farmacéutico, que se han puesto de acuerdo por muy sinuosas maneras para librarse de nosotros, los ancianos, lo más rápidamente posible al rebufo de maniobras oprobiosas…
Los obreros, aunque de poco les sirve, tienen sus sindicatos. Las mujeres, con su juventud y su pujanza, se organizan para conquistar la exacta equiparación a los hombres. Nosotros, los ancianos, no tenemos a nadie que nos defienda ante la cruda realidad que vivimos y ante las asechanzas de los depredadores. Los poderes tienen una coartada perfecta. La hipocresía y el cinismo bien combinados suele dar siempre jugosos resultados. Los gobiernos de todo el mundo, primero prestaron su consentimiento frente a lo inevitable que se nos vino encima porque no podían, ni pueden, hacer otra cosa ante la ignominia de un virus liberado de uno o varios laboratorios, ya en escena cuando se encontraron con el impacto de la declaración de la OMS. Ocasionado ese impacto, ya no tenían más remedio que mostrar una preocupación desmedida por preservarnos a los ancianos de la infección con medidas extremas que afectan al comportamiento colectivo y destrozan literalmente el tejido económico que estaba dando las últimas boqueadas. A continuación, más adelante, llegará lo que digo al principio: la implantación de una economía de guerra para la inmensa mayoría de la población y un gobierno mundial centralizado cuya naturaleza y constitución generarán grandes tensiones y su eficacia está por ver, aunque, entre unas causas de nuestra muerte y otras, no seremos los ancianos de esta generación quienes la veamos. Así es cómo los gobiernos, unos más y otros menos, se presentan ante la población allá donde gobiernan como los más pundonorosos protectores de la ancianidad; sabiendo, como saben, que ellos mismos son un juguete en manos de los reales dueños del planeta.
Hablaba el pasado día de una de mis tesis acerca del asunto que nos ocupa pero que tenía otras. La otra, la que pone el broche final al hecho histórico, antropológico es, era, en cierto modo previsible. Pues éste es un sistema económico que se rige sobre todo por el iusnaturalismo, el derecho natural, que vertebra por una parte a la sociedad, y por la otra parte la idea de la libertad de mercado y la pugna entre los agentes económicos fuente de la energía creadora a su vez de la riqueza. Pero el sistema ha terminado el recorrido y ha llegado a los límites de su expansión posible. La recesión, la inflación y otros estados de la economía, como los de la materia: sólido, líquido y gaseoso, son síntomas de la crisis del sistema que ha acabado en la quiebra…
La "operación" de los "espectros" a que me refería en mi escrito anterior tiene todo que ver con ese escenario económico. Hay tres datos: 1. los ancianos lastran las arcas públicas. 2. los ancianos no están en el poder. 3. parte de la "solución" está en aligerar lo más posible la nómina de ese sector de la sociedad. 4. quienes sucumben a otras edades, forman parte de los daños colaterales previstos. 5. todos los gobiernos conocen el propósito. 6. por saberlo, los gobiernos centran toda su atención sólo en lo que sucede y no muestran interés ni en el por qué, ni en el origen. 7. los medios de comunicación, también los alternativos, que hasta no hace mucho se llamaban a si mismos contramedios, también lo saben. 8. todo aquél que no siga la corriente al poder, que se cuestione lo que sucede, confabula contra el sentido común y contra las supuestas "nobles" intenciones del poder político y de los epidemiólogos que asesoran a todos los gobiernos. 9. la verdad oficial sobre la preservación de la salud pública es la médula de la simulación.
La sociedad humana, en fin, ha llegado a tal extremo de degeneración, que consideramos irremediable la situación que vivimos. Pero no a causa de un virus inesperado, sino de ese virus aniquilador que son los sectores más poderosos, los mejor dotados en riqueza, de la propia sociedad. Nosotros, los ancianos, estamos hemos empezado a sufrir los efectos de un nuevo Holocausto por la puerta de atrás. Nada podemos hacer para impedirlo. La eficacia de la hipocresía y el cinismo, en la dosis y el estilo adecuados, no tiene límites y puede con todo lo que se proponga, sin consumir, todavía, al planeta en una guerra total y final. La hipocresía y el cinismo han ganado. Ya pueden venir a por mí…