A pesar de los avances de la autodenominada
“democracia más grande del mundo” lo cierto es que los negros,
una cuarta parte de la población total de los EEUU., estaban y están
en condiciones de hombres de segunda clase. Hasta hace apenas unos 50
años en algunos Estados de la Unión, unos más que otros, existían
leyes claras de discriminación racial que impedían al negro asistir
a la misma escuela de los blancos, a los clubes, a la iglesia, ir sentados
en los autobuses, entre otros. Si bien ya existían algunas organizaciones
pro derechos civiles de los negros eran aun débiles y por el contrario
si eran muy fuertes los movimientos racistas de los blancos tanto en
el escenario público – legal como en la oscuridad y la clandestinidad,
tal es el caso Ku klux klan. En este contexto surge la figura
de Martin Luther King, quien desde 1955 hasta su muerte en 1968, dedicó
su vida a la lucha pacífica por la igualdad racial.
Martin Luther King, nació el 15 de
Enero de 1929, en el sureño estado de Atlanta, hijo de una maestra
de escuela y del pastor Martin Luther, con apenas 15 años entra a la
universidad donde llega ser electo el primer representante estudiantil
negro, en 1948 recibe el título de sociólogo, en 1953 se casa con
Coretta Scott quien prosiguió la lucha de su esposo y dirigió
el centro Martin Luther King. En 1955 recibió el título de Derecho
Teológico en la Universidad de Boston, siguiendo así los pasos de
su padre a quien sustituye como pastor desde ese mismo año en la Iglesia
de Dexter, Alabama. Allí comenzó su acción de protesta cívica, cuando
en 1956 organizó un boicot contra el servicio de autobuses que obligaban
a los negros a ceder el puesto a los blancos, debido a que esta injusta
practica fue removida legalmente desde entonces sus acciones comenzaron
a hacerse conocidas en todo el territorio de los Estados Unidos.
Siendo nombrado presidente de la Confederación
de los Cristianos del Sur, se marchó a Atlanta donde organizaría multitudinarias
manifestaciones pacíficas emulando a Ghandi, varias veces fue brutalmente
golpeado junto a sus compañeros por la represión policial y otras
más fue a prisión. Centenares de discursos y escritos fueron creando
un ambiente de presión social y política en todo el país. Sin duda,
la movilización de mayor arrastre social fue la ocurrida el 28 de Agosto
de 1963, la marcha desde Birmingham (Alabama) hasta Washington,
donde se concentraron más de 250.000 mil personas (no solamente negros)
frente al Licoln Memorial Park. Allí pronunció uno de los discursos
más hermosos y profundos en la historia de las luchas sociales: “Yo
tengo un sueño”, en el que plasma la plataforma ideológica de su
movimiento, un mundo donde el color de la piel no sea lo determinante
sino sus ideas y sentimientos. Todo esto en un escenario muy difícil
ante el asesinato del presidente Kennedy.
Fue tanto el éxito de estas movilizaciones
que en 1964 el Congreso Norteamericano aprobó el Acta de los Derechos
Civiles, y en 1965 el Acta del Derecho al Voto en todos los Estados
de la Unión Americana. En 1964 el reconocimiento a su lucha se hace
internacional cuando es galardonado con el Premio Nobel de la Paz, y
es que su lucha traspasa la barrera de lo social haciéndose solidario
con las tragedias de los países pobres, no sólo aquellos donde predominaba
el negro, sino en esos países como Vietnam, víctimas de la opresión
imperial. El 4 de Abril de 1968, con apenas 39 años cae asesinado en
Memphis- Tennesee en manos del francotirador James Earl Ray. Nada se
pudo saber sobre los posibles autores intelectuales del asesinato, sólo
se dijo que se trataba de un fanático racista.
Hoy cuando, paradójicamente, nos ufanamos de los avances de la modernidad y nos referimos a la sociedad del conocimiento, a la era postindustrial y a una supuesta postmodernidad, lo cierto es que este mundo manifiesta las más crueles contradicciones humanas, que tienen entre sus causas la creencia de que los blancos son superiores a los negros, de que los hombres son genéticamente superiores a las mujeres, que hay religiones, idiomas y culturas mas importantes que otras, que los pobres son inferiores a los ricos, que algunas naciones se crean con la potestad de decidir sobre el resto del mundo, como si este les perteneciera. Mientras se habla de progreso más del 20 % de la población del mundo se muere de hambre, más del 60% vive en condiciones de pobreza extrema. Cuando apenas se acaban de cumplir los 60 años de la Declaración de los Derechos Humanos, decimos como siempre los derechos sino son de todos no son derechos son privilegios. Quienes más pregonan sobre estos derechos son en realidad sus más grandes violadores. Mientras organismos internacionales como la ONU, con sus más de seis décadas a cuesta, nada pueda hacer para frenar la violencia de los países más poderosos sobre los más pobres, caso evidente y dantesco el genocidio sionista sobre los palestinos en Gaza, la lucha por la justicia y la igualdad seguirá siendo el sueño de las grandes mayorías.