Ton Boycotea admite que no sabe bailar

Pisoteando rejas, como si bailoteara al ritmo de una danza extraña, encontramos cabrioleando a Ton Boycotea, representante estudiantil mediático del oposicionismo.

Boycotea, atrapado por un arpegio que se va ampliando internamente mediante la repetición de notas paranoicas secretas, ensaya modos para calentar el ambiente de la calle. Boycotea brinca, se eleva como una pesada bola de carne y cae derribando rejas metálicas. En su caída desmorona en pedacitos un casco de policía.

Al notar la presencia del periodista, Boycotea deja a un lado su pentagrama melódico callejero y cambia de música de pie de baile. De manera engañosa comienza a moverse al ritmo suelto del pasito tun tun. “Con el pasito tun tun”, canta bajito y desafinado, al tiempo que se balancea como un muñeco obediente a un centro tonal ubicado en el extranjero.

-Éste género de bailoteo protestario los estudiantes de las universidades privadas lo denominamos la “danza stalinista”, porque la aprendimos de Stalin González, quien lo aprendió en las escuelas de danza devastadora de Bandera Roja, explica Boycotea, sin que el periodista se lo haya inquirido.

Al verlo cabriolear de la forma que lo ha hecho, le preguntamos: ¿Por qué bailó descompasadamente con la estudiante bolivariana Libertad Velasco en el programa Entre Panas transmitido el pasado sábado por VTV? ¿Qué opina de quienes dicen que usted no tiene la capacidad intelectual ni política para seguir el paso cadencioso y humano de la revolución bolivariana?

-Lo sucedido en ese programa me pareció normal, porque las bolivarianas y los bolivarianos me hacen perder el ritmo de mi conciencia neoliberal. Ella y ellos descompasan mi pasito tun tun cuando cantan loas al socialismo, a las misiones y a la igualdad de clases. Me sacan de consonancia rítmica cuando aprueban la eliminación de la prueba de aptitud académica y sostienen que debemos incluir a los pobres en las políticas sociales del país. Todos esos matices de ritmos políticos socialistas me hacen perder la cadencia, porque están fuera del tono de la rima capitalista, desentonan el compás rutinario que escuchamos y bailamos en las universidades privadas donde estudiamos quienes danzamos con las manos pintadas de blanco.

Boycotea hace una pausa en la conversación. Luego de columpiar la cadera en un movimiento ondulatorio, expresa:

-Toda esta rica polifonía bolivariana me produce una parálisis cerebro muscular política, que me impide mover las piernas y seguir la secuencia, la sincopa de las notas de cambios que se están produciendo en el país y se prolongan más allá del tiempo. Por lo tanto, tengo que admitir -por la tarjeta de sonido o el dispositivo que me conectaron los medios de difusión- que no se cómo interpretar el conjunto de relaciones melódicas y armónicas de los sonidos organizados que constituyen la tónica fundamental de la escala política, social y económica del pentagrama de la revolución bolivariana.

-Si le desagrada la modulación social bolivariana, ¿cuál es el sonido musical que más le gusta escuchar?

-El chan con chan.

-¿Por qué le simpatiza la música china?

-El chan con chan no es un ritmo típico de la China. El chan con chan es el sonido contante y sonante del dinero. Me gusta, me encanta, quedo hipnotizado al escuchar a caudales la rica resonancia rítmica que produce la fricción y percusión extrema y sagrada del dinero.

-¿Qué opina de la vueltita, uepa jé?

-A esa sinfonía popular le busqué una alternativa.

-¿Cuál?

-El chan con chan.

-¿Por qué insiste en decir que le embelezan los cánticos chinos?

-Ya le expliqué que el chan con chan no es un ritmo típico de la China. El chan con chan es el sonido contante y sonante del dinero, del billete, del dólar. Me agrada, me cautiva, quedo hechizado al sentir en mis oídos la agradable rimbombancia rítmica que origina la fricción y percusión sacrosanta del dinero.

Antes de que Boycotea convirtiera la entrevista en el interminable cuento del gallo pelón, decidimos dar por terminada la conversación.

Sin despedirse y movido por su cadente “chan con chan”, Ton Boycotea regresa a su acostumbrada “danza stalinista”: salta, tumba, pisotea rejas y lanza patadas a las canillas de maniquíes vestidos de policías, sin bajar sus manos pintadas de blanco.

Mientras muchos Ton Boycotea ensayan en secreto su danza lúgubre, sórdida y suicida animada por ritmos exóticos y apátridas, afuera hay todo un pueblo que se mueve alegre por el viaducto interminable que conduce a la construcción solidaria, libre y soberana de Venezuela.


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Vidal Chávez López


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