Desde hace muchos años la derecha mundial se ha encargado de estigmatizar la palabra socialismo. Ellos han hecho que este término lleve consigo una inmensa carga negativa.
Sin embargo, cuando Francis Fukuyama gritaba a viva voz que todo había terminado con la caía del bloque socialista (1991), y gran parte de la gente en este planeta le creía; pues, Hugo Chávez con la llegada del nuevo milenio se encargaba de revivirlo, y no solo eso, sino también de colectivizar el pensamiento y práctica antiimperialista de corte bolivariano en esta región. ¡Vaya que osadía!
Es por ello que en Venezuela, la asesina guerra económica impulsada por la burguesía importadora, que a mi juicio sí es un hecho concreto, a pesar de la complicidad por acción u omisión de algunos personeros del gobierno y de los inescrupulosos bachaqueros, lo que realmente pretende, más allá de desestabilizar el Gobierno y hacer pasar hambre y penurias al pueblo venezolano, es “demostrar” que el paradigma del socialismo bolivariano del siglo XXI es un “modelo fracasado”.
De estar en lo cierto, significa entonces que la guerra económica es el medio -indistintamente que desestabilice política, económica y socialmente al país-, y el fin es borrar de la faz de la tierra, por siempre y para siempre, el pensamiento y práctica chavistas junto con la idea de querer construir un mundo mejor por la vía del socialismo bolivariano del siglo XXI.
Por consiguiente yo creo, que la guerra económica va a seguir arreciando, va a seguir asfixiando la esperanza que la gran mayoría de los venezolanos tenemos depositada en el modelo que nos legó el comandante amigo Hugo Chávez. No descansaran hasta no ver hundido al país en un pantanoso charco de miseria y pauperización, porque de esta forma conseguirían eliminar del ideario colectivo ese sueño de poder moldear nuestro porvenir a través del pasamiento-acción que subyace en el verdadero chavismo.
De suceder esto, el siguiente paso sería, aprovechándose del desespero del pueblo por salir de la crisis que ellos y los otros provocaron; pues, ofrecer como única alternativa la necesidad de tener que recurrir con su tradicional postura lacaya, parasitaria y pedigüeña al FMI, a fin de obtener los empréstitos financieros -sin importar que para ello es obligatorio empeñar nuestra soberanía- que nos “ayuden” a salir de la crisis.
No obstante, lo que yo creo, es que posiblemente este último paso no podrán darlo. Quizás, sin darse cuenta, están criando los cuervos que les sacaran los ojos.