Las fuerzas sociales son la materialización y cristalización de la lucha de clases que presionan para lograr sus objetivos de transformación. No son necesariamente una clase social, podría ser un sector de clase, varias clases o diferentes estratos de distintas clases. Esta constelación de fuerzas de cambio expresan la llamada coyuntura política. De acuerdo a los clásicos, toda revolución social es el resultado de la conjunción de los factores objetivos y subjetivos. El análisis de estos factores en optimas condiciones es lo que Lenin denominó “situación revolucionaria”.
Un postulado marxista dice que el pueblo es el creador principal, el sujeto real de la historia. El concepto “pueblo” en un concepto amplio coincide con los de población y nación y en el sentido estrecho designa a las masas como las creadoras de la historia y las reales promotoras del progreso social. Ahora bien, ¿maduran condiciones objetivas y subjetivas para el salto cualitativo? ¿Existen clases con el sentido histórico de trascendencia que lleven a cabo su cometido histórico? ¿Hay la suficiente subjetividad para movilizar los factores de cambio?
Para el presidente Chávez, las fuerzas motrices estarían más cercanas al quehacer político y al poder movilizador de las ideas. En una entrevista con Luis Bilbao, sostiene: “ ... aquí hay una fuerza moral que despertó, que estaba adormecida. Y ésa es una fuerza motriz. Es un curso moral, es un curso de ideas. Aquí hay ideas motrices: Bolívar se ha convertido en una idea motriz; un generador de fuerzas políticas, de fuerzas ideológicas, de fuerzas reales, contundentes”1.
La argumentación posee una visión marcadamente moralista (o ética) de recuperación de los valores inherentes al proyecto de los próceres que se ha mantenida viva en los sectores populares y que podría servir más como elemento cohesionador para recomponer el tejido social disperso y atrofiado. Vale decir que como perfil ideológico tiene mucho de anacronismo, pese a la buena intensionalidad.
Existe toda una discusión sobre lo que puede significar o a significado el sujeto histórico o las fuerzas motrices en la construcción socialista.
Hay un potencial revolucionario que pudiera ir más allá de los resultados que ha tenido el populismo en América Latina. Dick Parker, caracteriza el chavismo como “populismo con potenciales revolucionarios”: Se trata de un discurso político que se distingue por interpelar y calar profundamente entre los sectores populares, a la vez que logra estimular un entusiasmo y un potencial de movilización entre estos mismos sectores que abre perspectivas de profundos cambios en la sociedad. A diferencia del populismo clásico, el populismo chavista viene construyendo instrumentos que pudieran dar autonomía a las clases populares, cosa que lo diferencia notablemente del “Estado intermediario”.
En la actualidad buena parte de los nuevos movimientos desconoce el rol histórico de los trabajadores como clase dirigente de la revolución socialista. Bastaría un movimiento pluriclasista, amorfo, y sin doctrina de clase, para conducir por decreto la lucha por el socialismo. En las nuevas complejidades sociales se acusa un desdibujamiento del sujeto histórico tradicional. Este nuevo tipo de trabajador parece ser más dinámico, cuentapropista, nómada y sin ningún sentido de destino que no sea su sobrevivencia. En ese sentido, Heinz Dieterich habla de un “bloque histórico de distintas fuerzas sociales” nucleado en torno a los principales protagonistas del proceso.
Por la heterogeneidad estructural presente, variadas tendencias hacen esfuerzos por la formación de un bloque social revolucionario que articule lo clasista, lo étnico y lo nacional-continental. El dirigente Carlos Lanz, demanda que lo clasista se debe articular con lo étnico y a la cuestión de genero, valorizando el nexo entre lo local-regional y lo nacional-continental. Desde este punto de vista, se puede decir que existe un Bloque Social Revolucionario donde están presentes los trabajadores, campesinos pobres, capas medias y nuevos movimientos sociales. Esta definición sería una prevención contra cualquier tentación obrerista. Considera además, que el control obrero y la cogestión, pueden ser vistas como consignas transitorias que permitirían eslabonar los planteamientos transformadores que apuntan hacia el socialismo, partiendo de las dinámicas que están viviendo los trabajadores en la actual coyuntura histórica.
En esta discusión quienes mantienen la necesidad de la hegemonía de los trabajadores como fuerza motriz consideran que los cambios en el mundo del trabajo han sido muchos, pero ninguno de ellos niega la dualidad central que propone el marxismo como conflicto permanente: la de explotadores y explotados. “La idea del movimiento obrero como sujeto y el proletariado industrial como vanguardia no fue un capricho teórico, fue el fruto de décadas de evolución de un universo de ideas que uno puede compartir o no, pero nunca desvirtuar su fortaleza. La capacidad de la clase trabajadora como protagonista no tiene que ver con su nueva composición (ni mucho menos con el supuesto posmoderno de su "desaparición"): se trata de la única clase en condiciones de dañar al sistema por ser la fuente de sus ganancias”.
En Venezuela la fuerza de trabajo asciende aproximadamente a 12 millones de trabajadores, de los cuales el 50% se encuentra ocupado en el sector informal de la economía. De los trabajadores del sector formal, la mayoría se encuentra ubicada en el sector privado y, en éste, es el sector terciario de la economía -comercio y servicios- el mayor empleador. El proletariado industrial ha disminuido cuantitativamente su peso específico dentro de la clase obrera venezolana, como resultado del intenso proceso de desindustrialización experimentado por el país durante los años 90, en el marco de la implementación de las políticas neoliberales. Otro factor de notable incidencia ha sido la escasa inversión del capital privado por más de 30 años. Pese a esas tendencias, los trabajadores siguen constituyendo el sector más numeroso de la sociedad venezolana y el que, por su posición dentro del proceso de producción, juega el papel más importante en la generación de la riqueza.
La propuesta de los Altos mirandinos al XXI Congreso del PCV estima que
“La atomización de la clase obrera y de los trabajadores en general es una debilidad del proceso, impide la organización de las masas populares, alienta las contradicciones en los partidos políticos, estimula la preeminencia de las clases reaccionarias, auspicia la corrupción, dificulta enormemente el avance hacia el socialismo. Sólo la clase obrera y los trabajadores en general, mediante su lucha están en capacidad de abolir definitivamente la explotación del hombre por el hombre. En ello consiste su misión histórica y allí radica su condición revolucionaria”.
Concluyen estas reflexiones estimando que “..se puede constatar que su debilidad actual representa, en buena medida, una importante limitación temporal para imprimirle un carácter más consecuentemente revolucionario al Estado”. En consecuencia sentencian: “En la actualidad, no podemos esperar que los cambios hacia la sustitución del modo de producción capitalista, a favor del socialismo, se sucedan de forma rápida e intempestiva. Ello en virtud del propio carácter de la actual fase de la revolución, de la necesidad de preservar y fortalecer, con todo lo compleja y contradictoria que sea, la unidad nacional antiimperialista y sobre todo, en virtud de la pronunciada debilidad generalizada del sujeto social del objetivo socialista, la clase obrera venezolana”.
Con lo que se entiende que para el PCV lo principal en estos momentos es la lucha por la liberación nacional. Ya en otras oportunidades, en las luchas de los 60, se dio una simultaneidad en estrategias diferentes como era unir liberación nacional al unísono con el socialismo. Es de recordar que para los clásicos del marxismo las luchas de liberación nacional engloban fuerzas policlasistas en las que se incluye la supuesta “burguesía nacional” afectada por el imperio. En consecuencia, se plantean un Frente antiimperialista; en cambio las luchas por el socialismo, de acuerdo a la lógica marxista-leninista, implicaría un instrumento más monolítico nucleado en un “bloque de clases explotadas” con un Partido identificado plenamente con una sociedad comunitaria. Ambas estrategias implican objetivos diferentes en el programa de lucha.