Si bien es cierto que los cambios parciales que ha propuesto el Presidente Chávez a la Constitución Nacional no modifican la estructura y principios fundamentales del texto, los mismos son de tal envergadura y trascendencia que conducirán inexorablemente hacia la Revolución.
A diferencia de la descentralización puntofijista y neoliberal que propone la fragmentación de la unidad territorial y administrativa en aras de desmantelar el Estado-nación en beneficio del interés privado transnacional, la descentralización progresista, nueva geometría del poder, entendida como las nuevas formas de relación, jerarquización e integración de la sociedad con el Estado dentro del espacio territorial, permitirá la democratización del poder y la consolidación de la verdadera democracia, participativa, protagónica y socialista.
La propuesta de reforma de la Constitución revoluciona las relaciones de poder entre la sociedad y el Estado, toda vez que la sociedad no requiere la toma del poder político para lograr sus reivindicaciones políticas, sociales y económicas.
De acuerdo a John Holloway (2003), catedrático irlandés radicado en México y autor del libro " Cambiar el Mundo Sin Tomar el Poder", la transformación de las relaciones sociales deben originarse desde la propia sociedad y no deben depender del gobierno.
“Enfocar todo hacia el Estado - dice Holloway - implica normalmente un debilitamiento de estos movimientos sociales y sus luchas. En casi todos los casos una elección de un gobierno de izquierda termina en fracaso: trata de conciliar las presiones sociales y las demandas del capital global… En general elegir a un gobierno de izquierda es ineficaz porque subordina las luchas sociales a los fines electorales”.
Para Holloway, la clave para la transformación social no se traduce únicamente en la consecución de bienes materiales, sino en desarrollar en el individuo la autoconfianza, dignidad y participación política.
En cierto modo, la propuesta de reforma Constitucional evoca la tesis de Holloway sobre el "fin del leninismo", concepción que planteaba la revolución a partir de la toma del poder político. Según Holloway, se debe cambiar el mundo sin tomar el poder, ya que “pensar en la toma del poder implica posponer la revolución hasta el día mágico, y el problema es que tal día mágico no existe… Eso es postergar la revolución hasta quién sabe cuándo.”
El catedrático venezolano y paradójicamente opositor al gobierno, Domingo Alberto Rangel (2003) coincide con Halloway cuando señala que tras el fracaso del leninismo que establecía la toma del poder político como condición necesaria para la consecución de la revolución socialista, las transformaciones sociales solo pueden ser logradas "desde abajo, no esperar la toma del poder para cambiar la sociedad."
Aun cuando el proceso revolucionario venezolano ha sido posible tras la asunción del poder político por parte del Presidente Chávez, la Revolución como tal, no es viable sin una nueva geometría del poder que transforme las relaciones de poder entre la sociedad y el Estado, y de esta manera trascender el Estado burgués capitalista que aun anida en las estructura política e institucional venezolana.
Precisamente, la virtud del Presidente Chávez, contrario a lo que predecía Holloway, es no haber secuestrado el poder político para preservar la oligarquía neoliberal, como ha sido tradicionalmente el papel desempeñado por el Estado burgués, de izquierda o derecha, en la democracia representativa, sino para entregárselo a su depositario originario, el pueblo.
La toma del poder político no garantiza por sí misma la Revolución, pero sin lugar a dudas ha auspiciado los cambios estructurales necesarios, ahora por medio de la reforma constitucional, que permitan avanzar hacia las nuevas relaciones de poder que garanticen la Revolución.
¡ Ahora Vamos por el SÍ !
(*) Internacionalista