Por otra parte, en el escenario electoral regional, con una fuerte polarización mediática, entre gobierno y oposición, al mejor estilo cuartorepublicano, con divisiones internas en los partidos, tanto del gobierno como en los de la oposición, estos últimos exhibiendo unos niveles de división, impopularidad y rechazo en la población mayoritaria, sin liderazgo capaz de nuclear ni articular a nadie. En cuanto a los partidos del proceso, con unos cuadros cada vez menos interesados en hacer la Revolución, y sólo buscando el Poder y los privilegios de éste, pero no como medio para transformar la sociedad, mucho menos para cambiar las relaciones de poder, sino para reproducir tales relaciones.
Por eso, a lo largo de la historia muchos autodenominados “revolucionarios” han terminado es defendiendo al poder, no a la revolución. Cuando ello ocurre, entonces los “revolucionarios” se tornan reaccionarios, y los sectores más reaccionarios dentro del partido terminan más conservadores que el Papa. Surge entonces una especie de tribunal supremo de la inquisición: 1) TODO AQUEL QUE INTENTE SUBVERTIR EL ORDEN DE LA REVOLUCIÓN ES HEREJE. 2) TODO AQUEL QUE CRITIQUE LOS ERRORES DE LA REVOLUCIÓN ES CONTRARREVOLUCIONARIO. 3) TODO AQUEL QUE PIENSE EN HACER LA REVOLUCION SERA ACUSADO DE TRAIDOR A LA PATRIA. Un líder revolucionario no debería convertirse en juez de los revolucionarios, ni factor de división revolucionaria, mucho menos de secuestrador del proceso revolucionario. Pero el máximo jefe del recién creado partido se empeña en hacer la revolución con partidos, al mejor estilo de las democracias burguesas. El partido termina partiendo a la revolución, y el comandante en jefe termina siendo un subalterno del poder. El partido termina defendiendo al poder, no haciendo la revolución. Por eso muchas revoluciones han fracasado, pues al supeditar los intereses de la revolución al partido aquellas se burocratizan y desvían el fin de la revolución, para sólo fortalecer el medio de conquistar el poder, no en el sentido de transformar las relaciones de poder.
Ahora bien, además de la abstención histórica, peligrosa y preocupante siempre, es probable una polarización entre candidaturas chavistas, pro-revolucionarias, escenario donde los resultados se podrían inclinar, favorablemente, hacia candidatos (as) independientes al PSUV, pero afectas a Chávez. En estas elecciones habrá el voto sorpresa. Un buen sector de votantes parece estar dispuesto a votar tanto contra el PSUV como partido oficial del gobierno, así contra los partidos de oposición anti-chavista. La mala gestión, el doble discurso, el despilfarro, en una palabra, la corrupción impune, reinante en un importante sector de la derecha en el gobierno, podría ser el blanco de ataque como voto castigo de una influyente masa electoral, lo cual alteraría los resultados esperados tanto en los partidos del gobierno, como en los de la superdividida oposición.
En esta situación, una buena parte del electorado piensa votar cruzado, porque el voto duro representa un relativo pequeño sector del electorado militante, no la mayoría votante. Por eso el 23 N se podría imponer una especie de voto sorpresa, el cual se convertiría en voto castigo contra el derroche en recursos publicitarios y la farsa de muchos pseudorrevolucionarios, enriquecidos en nombre del socialismo y la revolución. En las próximas elecciones no hay encuesta que valga. Los gobernadores y alcaldes que votaron contra la reforma, también tienen preparada su sorpresa, porque el voto chavista no podrá ser capitalizado por el PSUV, pero la más golpeada será la debilitada oposición de derecha, confiada en que los resultados del pasado referéndum del 2 de diciembre podría repetirse a su favor, cuando se sabe que tales resultados se dieron más gracias a la abstención y a los votos del chavismo descontento con el reformismo de Chávez. En este cuadro de contradicciones, se podría esperar resultados favorables a los candidatos de Chávez en Estados donde gobierna la oposición, pero desfavorable en algunos Estados y municipios donde gobierna el chavismo.
El discurso condenatorio de Chávez hacia la alianza patriótica, sin duda, afectará la capitalización de votos por parte del PSUV. En estas elecciones la alianza no estará nucleada alrededor del líder, porque los candidatos de Chávez no salieron del consenso general de la alianza sino del acuerdo entre los cogollos dominantes del MVR. En estas circunstancias, las bases populares fueron convocadas sólo para escoger entre los candidatos impuestos por los cogollos nacionales y regionales del MVR. Sin embargo, lo que mejor ha sucedido en esta campaña electoral, gracias al camarada Chávez y sus cogollos partidistas es haber sacado a la calle a unos cuantos burócratas, cómodamente ubicados en sus espaciosas oficinas, que hacía tiempo no salían a recorrer las barriadas.
Definitivamente,
una revolución no debe depender de elecciones para poder sobrevivir.
Hace falta más que derrochadoras campañas electorales para demostrar
la fortaleza revolucionaria. En esto los sandinistas podrían darnos
una buena lección, pues demostraron que dentro del poder o fuera de
él, el sandinismo pudo sobrevivir a los juegos y trampas de la democracia
burguesa. Los camaradas cubanos podrían servirnos de ejemplo en cuanto
a sobriedad en gastos de propaganda electoral. De nada sirve una revolución
cuando sólo se reduce a vender una imagen publicitaria y no a crear
conciencia revolucionaria. Peor aún, cuando se repite la vieja práctica
cuartorrepublicana de comprar el voto del electorado con colchones,
lavadoras, neveras, entre otros enseres “bueno, bonito y barato”,
al mejor estilo árabe, la conciencia queda reducida a una mercancía
más del mercado. Hay quienes han sido hábiles mercaderes del voto
pero pésimos administradores del erario público. Pero todo tiene su
final, como dice la canción, y es posible que el pueblo haga girar
nuevamente el volante de la historia hacia una verdadera revolución
dentro y fuera de la revolución.