Como
el “gasolinazo” en Bolivia, lo que está sucediendo en Argelia y Túnez
tiene sus raices en la crisis capitalista mundial, que ha vuelto a
provocar, como en 2008, una fuerte especulación sobre las materias
primas, en especial sobre los granos. En India los precios de los
alimentos de primera necesidad han aumentado el 18%, en China en 12%. 29
países se encuentran, oficialmente (FAO), en situación de emergencia
alimentaria. En los países del norte africano (Maghreb) esos aumentos de
precios han alcanzado el 30% promedio, en los ingredientes principales,
pan (trigo), aceite, azúcar y sémola: el coste de la harina y del
aceite se ha doblado en los últimos meses, hasta alcanzar precios
récord, mientras que el kilogramo de azúcar, que hace pocos meses apenas
costaba 70 dinares, unos 0,7 euros, ha llegado hasta los 150 dinares,
1,5 euros.
Esto en condiciones (históricas) de bajos salarios, y con los índices de
desocupación, oficialmente (esto es, abajo de la realidad) situados
entre el 20% y el 30%, en poblaciones en que el 75% son jóvenes de menos
de 30 años. Son precisamente éstos los que han salido a la calle (en
Túnez, provocados por la acción represiva contra jóvenes desocupados que
practicaban la venta ambulante en una aldea) desde el mes de diciembre,
incitados inclusive por el suicidio de varios jóvenes desocupados, un
hecho revelador de una situación social desesperante (las protestas
comenzaron espontáneamente en la tarde del 19 de diciembre, cuando un
joven parado, Mohamed Bouazizi, se prendió fuego para protestar por la
confiscación de las frutas y verduras que estaba vendiendo en un puesto
callejero).
En Argelia, país petrolero (de la “antiimperialista” OPEP), se informa,
«la juventud está loca contra el régimen. No entiende por qué un país
rico es incapaz de ofrecer trabajo, casas y una vida decente a su
gente». La rebelión ya ha dejado dos muertos y 320 policías heridos por
la ira popular. Los enfrentamientos, que se iniciaron en Orán, capital
del oeste argelino, se han extendido a 18 provincias de las 48 que tiene
Argelia. Los medios de comunicación argelinos informaron de revueltas
en las ciudades de Orán y Blida. Según el diario «El Watan», las
protestas llegaron también a las localidades de Dejlfa, Ouargla y a
otras regiones del país. El joven Azzedine Lebza murió tiroteado cuando
pretendía penetrar, con otros manifestantes, a la sede de la prefectura
en Msila: la revuelta popular se dirige directamente contra las sedes
del poder político.
La “revuelta del hambre” se ha transformado, rápidamente, en rebelión
política contra los gobiernos. Estos tienen origen nacionalista (el
partido Destour, en Túnez) y hasta “revolucionaria” (en FNL argelino) ,
pero desde hace mucho son dictaduras burocráticas ultra corruptas (los
documentos internos oficiales de los EEUU revelados por Wikileaks
definen al gobierno tunecino como “una mafia”), aliadas al imperialismo:
en Túnez, el “presidente electo” Zin el Abidin Ben Ali (con casi 90% de
los votos, un auténtico “índice Lula”) gobierna desde hace 24 años (su
antecesor, Bourguiba, gobernó 30 años: han sido los dos únicos
presidentes del Túnez independiente).
Ben Ali reformó su gabinete (destituyendo, entre otros, al ministro de
interior, responsable por la represión, y al de comunicación), la
“oposición tolerada” (el PDP) intentó “recuperar la rebelión” (con
criticas a sectores del gobierno), pero las masas continuaron en la
calle, gritando slogans contra “los verdugos del pueblo”, y dirigiéndose
espontáneamente a los locales de la UGTT (central sindical). Hasta
“miles de abogados” (!) se sumaron a las protestas contra la represión
contra los jóvenes parados («La huelga es un mensaje claro de que no
aceptamos ataques injustificados contra abogados», explicó el presidente
de la Asociación de la Abogacía tunecina, quien aseguró que el 95% de
los 8 mil abogados tunecinos han secundado el paro), dejando claro que
es un país entero el que se levanta contra su régimen político.
En Argelia, el titular de comercio, Mustafá Benbada, anunció un consejo
interministerial extraordinario dedicado a examinar cómo atajar la
subida del precio de los productos de primera necesidad: el pueblo en la
calle ya está procediendo a su propio “examen”. El presidente,
Abdelaziz Buteflika (otro “vitalicio”), prometió además un millón de
dólares para construcción de nuevas viviendas antes de 2014.
El nacionalismo post-colonial en las ex colonias francesas ha sido
incapaz de sacar a sus países del atraso, hasta en las cuestiones más
elementales: en Túnez, la alimentación básica depende de la importación
anual de 100 mil toneladas de granos, en Argelia, de 350 mil. El hambre
(inmediato) y la desocupación (histórica) han provocado una rebelión de
claras proyecciones revolucionarias: “Todo el Maghreb parece bajo en
influjo de una rebelión”, declaró el siempre sobrio, y avaro en
adjetivos, cotidiano financiero italiano Il Sole 24 Ore (7/1), alarmado
por lo que sucede en dos países que se encuentran en su “vereda de
enfrente” del Mediterráneo. Argelia y Túnez son los países africanos más
directamente vinculados a Europa.
Frente a la inmensa rebelión, los gobiernos han comenzado a denunciar la mano del fundamentalismo islámico, buscando claramente un acuerdo con la retórica imperialista (la jerarquía clerical, sin embargo, en ambos países, ha hecho llamados a la calma, a los que la población, como se ve, no atiende). Como lo demuestra el papel de los sindicatos, en especial en Túnez, donde seis federaciones sindicales (profesores, correos, teléfonos, médicos, farmacéuticos, estatales) han convocado a la huelga y a manifestaciones callejeras (Le Monde, 31/12), la clase obrera emerge, después de décadas de represión, como la potencial dirección de la rebelión popular. La potencial revolución maghrebí puede enlazarse con la descomunal crisis europea, que ya ha provocado resistencias y revueltas populares (Grecia, Irlanda, España), creando un frente internacional directo, antiimperialista y anticapitalista, para que “la crisis la paguen los expropiadores” (el gran capital), o sea, hacia la revolución socialista.