Estar creyendo que es una cuestión de tiempo, para presenciar –como si viéramos una película- la caída del capitalismo-imperialismo globalizado que nos domina desde hace varios siglos, es una ilusión propia de ingenuos. Mientras no se constituya una referencia societal que se postule como alternativa y vaya ganando espacios territoriales concretos en la lucha de clases mundial, el capitalismo siempre encontrará otros caminos para garantizar la continuidad de su dominación.
El socialismo sólo podrá hacerse realidad en la medida en que se constituya en una referencia de poder político para las grandes masas de trabajadores en todo el mundo, y que vaya conquistando victorias (tanto políticas como militares) que debiliten al mismo tiempo el poderío de la burguesía mundial. El dominio del capitalismo financiero, de las grandes multinacionales, del complejo militar-industrial yanqui, de sus organismos multilaterales (FMI, BM, OMC), de las grandes potencias del G-7, no va a sucumbir debido a la crisis actual. Por lo contrario, la estrategia de estos centros del poder mundial apunta a fortalecer su dominación en la medida en que nos deslizamos por el tobogán de la recesión y posible gran depresión económica que se anuncia.
La estrategia de los países imperialistas es imponer una dictadura mundial que violente todas las máscaras “democráticas” y toda la legalidad internacional que se instauró luego de la segunda guerra mundial. Y por ahora no existen fuerzas revolucionarias que tengan la capacidad de impedirlo. Esas fuerzas hay que construirlas en cada uno de los países, promoviendo una política revolucionaria que no alimente falsas esperanzas de “soluciones negociadas” con los representantes del capital.
El discurso que enfatiza el “carácter pacífico” que ha tenido hasta ahora la revolución bolivariana no debe tomarse como instrumento para confundir la conciencia del pueblo venezolano y hacerle creer que sucesos como los de Libia no se podrán presentar aquí en un futuro cercano. El escenario de la confrontación es el que posee mayor probabilidad hacia el corto y mediano plazo. Si no se construyen estructuras organizadas del pueblo bolivariano que apunten a prepararse en todos los terrenos para esa eventual confrontación, no estaremos en condiciones de responder cuando el capital mundial decida saltarse la barrera e intente agredir y derrocar a la revolución venezolana.
Construir esas organizaciones no se reduce a la importante cuestión de las milicias populares (las cuales por cierto no deben estar subordinadas al poder militar actual sino a los poderes populares locales, es decir a los consejos comunales, consejos de trabajadores y comunas), sino a toda una preparación tanto de la estructura del estado, las estructuras partidistas, y las organizaciones sociales en sus diversas expresiones.
El problema no se reduce sólo a ganar las elecciones en el 2012, pues antes o después de ese evento la revolución puede sufrir la agresión de los poderes imperiales. Los triunfos electorales no nos van a inmunizar de la furia imperialista que intenta aplastar todas las experiencias que amenazan la continuidad de su dominio explotador. En todo caso servirán como legitimadores de nuestra lucha por el socialismo, pero no bastará en términos históricos para asegurarnos la continuidad y ampliación de la revolución bolivariana y del resto de procesos revolucionarios que se desarrollan en Latinoamérica.
RESURGE LA LUCHA DE CLASES EN EL MARCO DE LA CRISIS ACTUAL
Las soluciones a la crisis que impone la burguesía mundial implican descargar los efectos más letales de la misma sobre las reivindicaciones laborales y sociales de los trabajadores. En esa dirección ha aumentado el desempleo en los Estados Unidos y Europa a niveles no vistos en décadas. A la vez se están reduciendo las conquistas laborales (todavía más allá de la brutal flexibilización laboral vivida en las tres últimas décadas).
En los últimos meses de 2010 se llevaron a cabo huelgas generales en España, Francia y Grecia, y multitudinarias protestas en otros países europeos como Bélgica, Italia, Inglaterra y Portugal, como reacción de los trabajadores ante la pérdida de numerosos e históricos derechos laborales y de seguridad social, como ha sido el aumento de la edad para la jubilación, la reducción de salarios, la flexibilización de los despidos, la disminución de los derechos en salud y educación.
Estas protestas han continuado durante 2011, particularmente en Grecia, y se ha concatenado con el movimiento de protesta juvenil conocido como el 15-M, surgido en España y extendido hacia otros países europeos. La manifestación de “los indignados” como también se conoce a esta rebelión de jóvenes desempleados que ocuparon la Plaza del Sol en Madrid y las plazas de otras 50 ciudades ibéricas, exigen el cese a las medidas neoliberales que afectan el empleo y las condiciones laborales, protestan de manera general contra las democracias liberales europeas, a las que llaman falsas y engañosas, y piden una democracia real ya (Canal Solidario, 2011). Por si fuera poco, la rebelión social llegó a Inglaterra en agosto de 2011, generando desórdenes no vistos desde la segunda guerra, y aunque hayan sido criminalizados por las autoridades inglesas, evidentemente son reflejo del profundo malestar social que existe en las sociedades del centro capitalista mundial.
Mientras la crisis pareció atenuarse durante 2010, la respuesta de los trabajadores y los pueblos del mundo no estuvo a la altura de las demandas históricas. Pero desde comienzos del 2011, particularmente con la rebelión de los pueblos árabes en Medio Oriente y norte de África, y el ya mencionado movimiento juvenil de los indignados o 15-M en diferentes países europeos, la lucha de clases mundial tuvo un brinco significativo, movilizando nuevamente a millones de trabajadores, jóvenes, mujeres, campesinos, profesionales, estudiantes y otros sectores sociales afectados por la crisis, los cuales exigen la sustitución de los gobiernos neoliberales y la caída de las dictaduras pro-imperialistas.
El hecho de que las luchas sociales no se hayan generalizado en los primeros años de la crisis es reflejo de la precaria situación política y organizativa de los movimientos políticos y sociales que enfrentan el dominio del capital. Solamente en América Latina, y más específicamente en los países que integran el ALBA, se vienen formulando proyectos políticos alternativos al capitalismo y defendiendo explícitamente una solución socialista a la crisis. Tratando de superar críticamente los errores del socialismo del siglo pasado, el llamado Socialismo del Siglo XXI se difunde por todo el mundo como la única propuesta que intenta trascender al capitalismo y romper el círculo vicioso de las recurrentes crisis económicas de las cuales no puede escaparse el sistema capitalista mundial.
Si alguna vez ha existido una época histórica en la cual se haga necesaria una propuesta transformadora del capitalismo es precisamente la actual. Sin embargo, no se avizora por los momentos otro país o grupo de países que avancen en el acompañamiento del socialismo del siglo XXI, más allá del continente latinoamericano.
Sin lucha de clases el capitalismo nunca desaparecerá. Es por ello que mientras la crisis no tenga como respuesta la lucha de los trabajadores y demás sectores sociales oprimidos y explotados por el gran capital mundial, no se podrá hablar de fin de capitalismo, ni siquiera de fin del neoliberalismo. Si la crisis no genera revoluciones, pues probablemente sí generará guerras, a la vez que profundiza al máximo los niveles de explotación de los trabajadores y de los países del llamado tercer mundo.
No descartamos que el capital, aprovechando la débil respuesta política de los trabajadores, intente profundizar al máximo las formas de explotación del trabajo y de opresión política, buscando imponer por la fuerza sistemas de trabajo esclavizantes (tal como lo ejecutaron los nazis durante la segunda guerra) y regímenes políticos dictatoriales que acaben progresivamente con la máscara pseudo-democrática de los gobierno liberales representativos. Los sucesos actuales en Libia son sólo una muy pequeña muestra de las intenciones del capital para defender su dominio en todos los rincones del planeta.
Los Estados Unidos se han debilitado en todos los campos, menos en su capacidad militar atómica. Siguen siendo el policía del mundo, aunque no pueda poner orden en ninguna parte. Tienen poderío como para destruir a cualquier nación, pero se muestran incapaces de seguir gobernando como primera potencia mundial. Estas contradicciones constituyen una amenaza inmediata para la paz mundial. El escenario de la guerra se muestra como el resultado natural de una eventual profundización de la crisis económica mundial. No tienen otra salida.
Es por ello que la necesaria respuesta popular constituye una de las exigencias de esta coyuntura mundial. Sin pueblo movilizado en la calle difícilmente podrá hablarse de soluciones efectivas ante la crisis. El capitalismo no se va a derrumbar sólo, pues incluso si se produjera un colapso financiero, pudiera resurgir por medio de aplicaciones novedosas que al cabo de décadas demuestren claramente su permanencia en las nuevas configuraciones del poder mundial.
Por eso creemos necesario resucitar viejas consignas del movimiento revolucionario venezolano en la década del 70, sobre todo para enfrentar y desenmascarar a quienes desde el gobierno y el PSUV mantienen ilusiones reformistas y promueven a toda costa un pacto con la burguesía, como mecanismo fantasioso con el cual pretenden salvar su propio cogote y traicionar el programa socialista de la revolución bolivariana. Pero, recordemos, eso de nada le valió a Kadafi, negoció con el gran capital, se abrazó con Zarkozy y Berlusconi, y ya vemos como le pagaron su gesto conciliador.
¡¡¡¡ DESECHAR LAS ILUSIONES REFORMISTAS. PREPARARSE PARA LA LUCHA REVOLUCIONARIA !!!!
¡¡¡ EL SOCIALISMO SE CONQUISTA PELEANDO !!!
Maracaibo, 25 de agosto de 2011