Comandante quería escribirte. Dos corrientes se me presentaban en las cuales navegar para expresar mis sentimientos. Una, la de tus enemigos. Imposible sumarme a ella. La otra, la elegida, en la cual estamos quienes te admiramos y respetamos. En la primera se ha escrito, se escribe y se escribirán atrocidades. Ninguna de ellas es capaz de penetrar el escudo moral y ético que lograste construir. En la segunda corriente, la de los Camaradas, se ha escrito tanto de ti en estos días que da la impresión de haberse dicho todo. Pero he encontrado un resquicio para una breve reflexión.
Voy escribir de tú calendario. Según los registros, desde que viste la luz en Birán hasta este veintiséis de noviembre, transcurrieron noventa años. Es decir mil ochenta meses, suman cuatro mil seiscientas ochenta semanas, el equivalente a treintidosmil ochocientos cincuenta días. Así, detalle a detalle, cómo te gustaba hacerte entender y tal como te entendió el pueblo cubano.
Nuestro Libertador Simón Bolívar solía alegar de sí mismo ser "el hombre de las dificultades". A ti también cabe llamarte de esa manera. Innumerables los inconvenientes que encaraste y en todos saliste airosos. Cada escollo superado fueron días multiplicados sumados a tú almanaque, convirtiéndose en acervo para Cuba y así enfrentar futuras coyunturas.
Podría enumerar cantidad de bretes que resolviste, pero como lo ya lo dije antes, otros están llenando páginas. Sólo nombro dos, uno el acoso permanente del hegemón norteamericano, el cual viendo la imposibilidad de someter a la población cubana empieza a ceder. Victoria revolucionaria. El otro, la Iglesia Católica, brazo de dominación ideológico del capitalismo. Si al comienzo de la revolución no le hubieras puesto coto todo se hubiera ido al traste.
Entonces, dicen que viviste noventa años. Noventa no. Exististe miles de años, porque ningún mortal en noventa calendarios hubiera alcanzado lo que es Cuba hoy.