Ante el aislamiento: Infectaba a sus adversarios lanzándoles los cadáveres de los contagiados

El aislamiento no fue suficiente para evitar que a una población ubicada en la Península de Crimea la alcanzaran los terribles efectos de la pandemia a la que estaban huyendo. A pesar de haberse encerrado tras las altas murallas de la ciudad y haber tomado las previsiones respectivas, vieron como sus enemigos la rodearon por varios días debido a que, aparte de querer saquearla y apoderarse de sus riquezas, también estaban intentando contaminar a su población con el terrible virus que les afectaba. Esto último porque al ejército agresor, cuya buena parte de sus integrantes estaban contagiados, tras varios días de acoso sin poder traspasar las murallas, la enfermedad le estaba produciendo tantas bajas que su líder llegó a la conclusión de que si era inevitable que todos murieran entonces también morirían los del ejército enemigo y, por tal razón, se le ocurrió la idea de lanzar la mayor cantidad posible de cadáveres por encima de los muros de la ciudad para contagiar a quienes estaban allí resguardándose. El nombre del personaje a quien se le ocurrió la maquiavélica idea se conoce como Jani Beg y los hechos ocurrieron entre los años 1345 y 1350, teniendo como resultado final que muchos de los sobrevivientes de tales escaramuzas en la población de Caffa – así era conocida la ciudad – salieron huyendo y llegaron hasta el Sur de Italia desde donde, en vista de que muchos de ellos estaban contagiados, contribuyeron a enfermar al resto de la población ocasionando que la epidemia, que ya había comenzado a hacerse sentir, se dispersara por el resto de Europa matando a millones de sus pobladores, lo que pasó a conocerse en la historia como un capítulo más de la llamada Peste Negra.

Eso de estar confinado en una ciudad rodeado por enemigos que acechan para, en el menor de los descuidos, poder entrar y apoderarse de tus más preciados bienes y de poner en riesgo tu vida y la de tus seres queridos no debe haber sido cosa grata para los habitantes de la mencionada ciudad. Pero, guardando las distancias geográficas y la diferencia de épocas, igual de terrible o quizás peor, es la situación actual que tienen que padecer muchas familias venezolanas ante la cuarentena que se ha tenido necesaria llevar a cabo por la pandemia que se está viviendo.

En teoría se está huyendo de un enemigo bacteriológico que está afuera pero, en la práctica, no se cuenta con mayores aliados que contribuyan a tener un encierro llevadero y seguro. Hay familias que ya, mucho antes de la pandemia, nunca disfrutaban del servicio de agua regularmente. Ahora se les pide que se laven las manos a cada rato cuando ni siquiera tienen agua y tampoco para para comprar un jabón, mucho menos un gel antibacterial. Hay personas que tienen años sin saber lo que es un trabajo fijo y han sobrevivido con una economía basada en trabajos puntuales del día a día. Hace tiempo ya que hay familias enteras que no hacen las tres comidas al día sino que han aprendido a vivir con una o dos y, casi nunca, comidas completas. Incluso, son muchas las historias de padres y madres de familia que en no pocas oportunidades dejan de comer ellos para darle lo poco que consiguen a sus hijos. Es común que sean muchas las neveras que pasan la mayor parte del tiempo solamente con agua y hielo, esto último si es que no se va la luz. La gente ha aprendido a tomar café sin azúcar y a comer carbohidratos solos porque es lo único a lo que pueden acceder y a todos no les llega la ayuda del gobierno.

Con un panorama así resulta bastante difícil pensar que, si no se controla a tiempo esta pandemia, la población venezolana continuará quedándose en sus casas como si nada viendo pasar los días mientras va creciendo su hambre y miseria en medio de una deficiencia de servicios públicos. Esto sólo puede interpretarse como la antesala a la llegada de días peores en los que la gente tendrá que escoger entre arriesgarse a contraer o no el virus pero salir a buscar cómo ganarse algo de dinero, tomar la decisión de enfermarse o conseguir el alimento que necesita el bebé de la casa y, así sucesivamente, la existencia de las personas dependerá de tomar decisiones que, literalmente, pueden marcar la diferencia entra la vida y la muerte.

Es triste la situación que ha generado esta pandemia en el país. Más triste – y más grave – es que se produzca en el contexto tan crítico que está viviendo el país. Hasta el cansancio se repite y se repite que Venezuela es uno de los países más ricos del mundo. Pero ¿rico para quién? Tal vez no para mucha gente de los barrios y poblaciones en general que tienen que esperar una caja de comida, si es que acaso les llega, para poder contar con algo de alimento. ¿No será que hace rato los enemigos del país atravesaron todas las barreras y – como sucedió en Caffa – por mucho encierro que se haga ya no hay mucho que hacer para protegerse?

 



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Marcos Henriquez

Licenciado en Historia. Investigador y docente universitario.

 henriquezm1970@gmail.com

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