Desde hace muchos años, tanto que se le relaciona con la revolución francesa y lo geométrico, que pese eso se volvió coloquial, usamos una frase, según la cual, "los extremos se tocan". Claro, no siempre, son extremos lo que uno toma como referencia, dado que los sentimientos, como la furia, trastoca los roles.
No es nada extraño que, quienes gobiernan, suelen mantener el control de todos los poderes del Estado; no es esta una circunstancia novedosa y menos en Venezuela, pues hasta en la IV República, los partidos del status, siempre dominaron esos poderes, de la misma manera que, en Estados Unidos, lo hacen demócratas y republicanos, para que nada cambie y si acaso se da algún cambio, suceda como dijo el conde de Salinas, en "El gato Pardo", para que nada cambie. Crean una falsa imagen de equilibrio e igualdad, pero entre los dominantes, que forman dos y, cuando más, tres fracciones.
Pero el caso venezolano de ahora es muy particular, pues ese dominio de poderes, pese ha habido frecuentes elecciones, se deriva de dos factores, dicho así de manera convencional, por no ser posible en breve espacio, abordar el tema en la profundidad y amplitud pertinente para llegar al meollo.
El primer factor, en correspondencia con la estrategia diseñada desde EEUU contra Chávez, es la política abstencionista que, en gran medida ha practicado la oposición más radical desde el año 2000. Es decir, la abstención, hace que quien participa, con los necesarios recursos y ventajas en ello, derivados de muchas circunstancias, ejerce el control casi absoluto y por culpa de quienes se abstienen.
La abstención de un factor, que no se conforma con la participación y lo que lo que corresponde, sino quiere el poder de manera absoluta, para hacer a su conveniencia, como "caída y mesa limpia", termina otorgándole esta facultad a su contrario; más cuando este, por sentirse amenazado por aquel y la poderosa fuerza externa que lo respalda, al defenderse, tienda a "excederse".
La abstención en estos últimos 20 años de historia, ha sido una de las armas de lucha de quienes en verdad han intentado asumir el poder por la vía ilegal y la violencia.
Y esta experiencia, en Venezuela no es nueva, siempre recuerdo, en una conversación en los años 80, en Caracas, con mi viejo amigo y compañero Rómulo Henríquez "Romulito", cuando hacíamos un balance de lo que fue la lucha armada, resumió todo aquel desastre diciendo, "teníamos todo. Controlábamos el movimiento estudiantil y en plan de lucha, desde la secundaria hasta la más alta escalera; las organizaciones obreras, su militancia toda, organizaciones de empleados, profesionales y hasta las calles todas y nos fuimos al monte donde no teníamos a nadie".
Por un documento del PCV de unos días atrás, donde justifica su decisión por la abstención en las próximas elecciones, me he asombrado, pues pareciera ser casi el mismo de la década del 60 para fundamentar el abandono de todos los espacios legales de lucha e irse a las guerrillas. En el caso de ahora, pareciera un irse de vacaciones y, de esa manera, como sustentar moralmente a los persistentes abstencionistas desde el 2000. Como diría el Chavo "un querer queriendo".
En la Casa Blanca, percibieron a Chávez, dado los inmensos recursos que manejaba, el descomunal apoyo popular del cual gozaba, su desafiante discurso, su percepción un tanto idílica y hasta comprometida, más allá de lo pertinente, como un enemigo de peligro e inderrotable electoralmente y, hallando en Venezuela factores ganados para ello, optaron por la salida ajena a la legalidad.
Dada la experiencia de lo que acontecía en Europa, donde gobiernos sin asidero alguno se desplomaban con aquellas como infantiles marchas de las "manitas de colores", aquí cambiadas a "blancas", eso repitieron y, por la inclemencia de la falta de creatividad, llegaron hasta lo de las nalgas al aire. Pero todo ese aspaviento resultó inútil y no podía ser de otra manera. Pues en Europa, aquellos gobiernos carecían de respaldo popular, mientras Chávez, en contrario, de eso, en demasía, le sobraba.
Por esa frustración, empezó como un recalentamiento y aparecieron las guarimbas y toda la violencia de la que bastante sabemos, vimos y sufrimos. Lo que Chávez manejó con aquella táctica de "candelita que se prende, candelita que se apaga".
Lo electoral, por mucho tiempo, fue archivado por EEUU y sus aliados internos. A la Casa Blanca, tal opción, de nada le servía, pues aún ganándole las elecciones a Chávez, algo entonces imposible, no se alcanzaría el poder necesario para revertir lo que aquél había hecho, imponer la política de su conveniencia, como cuando, por ejemplo, la "meritocracia petrolera", con el apoyo extranjero, decidía la política de la PDVSA, saboteaba la de la OPEP y contribuía, con otros, entre ellos Arabia Saudita, en bajar los precios del hidrocarburo en el mercado mundial y no había poder legal que eso evitase.
La oposición venezolana al gobierno de Chávez, en todos sus matices, se vio arrastrada hacia la opción de mayor interés y pertinencia de la Casa Blanca, la de deshacerse del gobierno ilegalmente y por la violencia. Les alentaba lo que sucedía en Europa. Esto implicó la política de la abstención, como una forma de ilegitimizar al gobierno dentro de factores de la vida nacional y el exterior. Pues como dije antes, necesitaban un gobierno como el de antes, donde predominasen fuerzas dispuestas a negociar en contra de la soberanía nacional, tal como se hacía en la IV República.
Obama y sus asesores se percataron que, con sólo aquella práctica, lejos de debilitar a Chávez, lo fortalecían y por esto surgieron las sanciones. Muerto el presidente, en la era de Maduro, las sanciones se incrementaron, las malas políticas de antes, comenzaron también, junto aquellas, a surtir sus efectos. Recordemos el triste rol de Rafael Ramírez. La corrupción, en aquella abundancia y repartición insensata, reapareció con una fuerza descomunal, como no la tuvo en tiempos anteriores; casi se democratizó y, en buena medida, lo único que se hizo protagónico. Pero también emergió un enorme malestar y descontento antes ausente. Igualmente, como cosa curiosa, la insensatez opositora, en los propios EEUU, tomó fuerza, pese la participación en las elecciones donde Maduro fue electo presidente, como resultado del efecto ecuménico heredado de Chávez, pero por margen estrecho y luego en las para escoger en el 2014, la AN, evento en el cual la oposición obtuvo lo que es valedero llamar un triunfo rotundo. Es decir, los hechos mostraban que las fuerzas del chavismo disminuían sustantivamente.
Pero esos primeros resultados, tampoco fueron lo suficiente para lo que en EEUU querían, como un control absoluto de la AN y el Ejecutivo, para decidir a sus anchas y volver al pasado. Por eso, justificándose en pequeñas maniobras del ejecutivo, la oposición volvió a la idea inicial, la de deshacerse del gobierno ilegalmente. Y vuelve a caer en el abstencionismo, cuando este llama a elecciones de una Asamblea Nacional Constituyente, que pudieran haber ganado, dado los resultados recientes. Y luego siguieron con las guarimbas, el descomunal fracaso de la presidencia interina, la que terminó en una guarida y paremos de contar, porque eso sería infinito.
Todo eso se tradujo en el inicio de un enorme desgaste del bando opositor, por lo menos a nivel de sus cuadros medios o de partidos que la conformaban. Nacieron lo que ellos en su jerga llaman los "alacranes". Pero también, el gobierno comenzó a erosionarse, dado que las políticas económicas, sobre todo la salarial, empezaron a generar un gran descontento, las cuales se explican en factores de diferente índole, si analizamos la coyuntura en profundidad y sin darle tanto peso al sentimentalismo. En su mayoría, los partidos del llamado Polo Patriótico, descontentos desde antes, por el poco significado que se les asignaba, el no tomarles en cuenta para nada sustantivo, se fueron a la oposición. Esto habría que revisarlo de lado y lado, pues hay mucha tela que cortar.
La historia por reciente es conocida. Según el CNE, con dominio del factor gubernamental, derivado de la abstención de buena parte opositora, cuando se volvió a votar por la AN, Nicolás Maduro fue electo presidente. La oposición que habla del triunfo del señor Edmundo González, cometió otro descomunal error, tanto que hace creer a los sensatos que perdieron, el de no acudir al TSJ, a presentar sus pruebas y entablar allí una lucha legal con apoyo desde fuera. Alegar que el TSJ no es pertinente, es un disparate jurídico. Y su conformación, con mayoría determinante de partidarios del gobierno, también es el resultado de la política abstencionista de esa misma oposición que dice haber ganado esas elecciones presidenciales. Y no es esta la primera vez en la historia de Venezuela que el ejecutivo y TSJ o CSJ (Corte Suprema de Justicia), juegan "pegados".
Ahora, desde el gobierno, surge una nueva jugada, como aquella de la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente; una, donde el gobierno se jugó un topo a todo, para quitarse el peso de una AN en la cual era minoría, pero pese guerra avisada no mata soldado, ganó por la abstención opositora. La oposición dejó de ganar unas elecciones que le darían control de una ANC y mayor poder, por abordar la coyuntura como muchacho malcriado y en consecuencia un muy mal diagnóstico, el mismo del principio. La oposición pisó el peine, optó por la abstención y determinó, ella, la oposición, que los poderes quedaran distribuidos de manera que en nada les ha beneficiado.
Quizás, inspirado en aquello de la Convocatoria, creo que, en 2015, de elecciones a Asamblea Nacional Constituyente, contando que la oposición optaría por la abstención, dado que en aquellas fuerzas se seguía privilegiando la salida violenta, como también en EEUU, lo que quedó demostrado con los acontecimientos posteriores, ahora Maduro, se apresura a llamar a elecciones de Gobernadores y Alcaldes. Espera que la oposición siga anclada en su rutina.
En la oposición se ha desatado un nuevo movimiento de desajuste que pudiera generar más dificultades o una mayor derrota, si los acontecimientos, derivados de las gestiones de Trump, se desarrollan como pudieran hacerlo, pues todavía no hay en ellas una marcada definición de lo que haría con respecto a Venezuela. Ahorita mismo acabo de leer que en Primero Justicia, un grupo anodino que es mayoría, al parecer, dada su determinación, ha decidido expulsar de esa organización, justamente a los más conocidos de ellos, Henrique Capriles y Tomás Guanipa, acusados de asumir el reto de participar en la venideras elecciones.
Y es lamentable, para quienes optan por la búsqueda de un estado de equilibrio y mayor armonía para enfrentar el carácter que adquieran las futuras relaciones con el capital internacional, sobre todo ante EEUU, aunque sea por la vía "diplomática", un cuadro venezolano signado por la división. La misma que, en momentos, pareciera embargar los deseos e intenciones de Trump, tal como lo indica su disposición ante Rusia y particularmente en lo que respecta a la guerra de este país con Ucrania. Y tal como lo ha estado enunciando Richard Grenell.
Y el lamento, desde nuestra perspectiva es mayor, cuando desde ese universo que, con pertinencia o no, seguimos llamando de la izquierda, por puro pragmatismo o facilidad comunicacional, se asume el mismo discurso abstencionista, por satisfacer a un personaje totalmente ajeno a su história y en coincidencia con factores que ellos mismos denuncian totalmente contrarios al interés nacional. Definen la misma política que sus radicalmente opuestos, por motivos estratégicos, de clase. La actual coyuntura, el instante, demanda la mayor atención, no en las elecciones, pasadas y futuras, sino por las respectivas estrategias que pudieran desplegar Trump y el gobierno venezolano mismo. Es allí, donde pudiéramos ubicar la fuente primordial de nuestra preocupación, contradicción y razón fundamental para asumir posición.
El PCV, sabe bien de los resultados y fines de la política abstencionista de la oposición desde el año 2000; de cómo esta, se ha venido dividiendo y ahora, ante el llamado a elecciones, aparecen síntomas de mayores rupturas. Y sabemos todos, la historia, "triste historia", de ese universo que vuelvo a llamar izquierda, por la opción tomada en los años 60 del siglo XX que, si bien no fue un llamado a abstención, sino a la lucha armada, que condujo a lo mismo, a la división de los factores por el cambio y fuerzas potencialmente en capacidad de acordarse, pues nos hundimos en un abstencionismo de años y dejamos los espacios posibles de lucha verdadera a los auténticos contrarios.
El abstencionismo es una consigna y política predominante en la derecha, para recuperar el apoyo y prestigio dentro de la Casa Blanca, generar inercia en factores progresistas inconformes y, hasta la mayor debilitación, sino extinción, de quienes pudieran servir de unificadores de la inconformidad popular con proyecto de cambio que halle eco sustantivo y fortalezca la lucha por la soberanía. La disposición abstencionista de un sector de la izquierda tradicional, coincide casi exclusivamente, con quienes, según su prédica ancestral, serían sus contrarios fundamentales y, eso incluye a quienes están como únicos y pertinentes habitantes del espacio o categoría que llaman proimperialistas, si juzgamos con la debida pertinencia. Pero claro, los extremos también se tocan, más si corren a lo loco.