El viernes 25 de mayo la Asamblea Nacional cometió el error de invitarme para que hiciera uso de un derecho de palabra, en una sesión callejera concebida para que todos dijéramos a coro: "Granier es una rata golpista, viva el Gobierno". En vista de que yo he dicho eso muchas veces y de muy distintas formas, quise aprovechar esos minutos para decir algunas cosas un poco nuevas y un poco incómodas, para esbozar aunque fuera un acercamiento al fondo del problema llamado Medios de Comunicación.
Al finalizar los 15 minutos que duró mi cháchara había un gentío mirándome con arrechera y otro gentío más cagándose de la risa, pero sin atreverse a expresarme su acuerdo. Yo soy así. Nací o me formaron con ese defecto. Tengo muy mal sentido de la oportunidad. Pensar que con haber alabado a los presentes me hubiese ganado unos aplausos.
En resumen, repetí más o menos lo mismo que un par de semanas antes en la cancillería: la universidad es una fábrica de mediocres sin sensibilidad social, prepotentes y con aires de entidad superior; una institución colonial de mierda, creada y desarrollada conforme a las necesidades de una estructura de poder elitesca y excluyente; una estructura según la cual los profes son seres muy inteligentes que le inculcan conocimiento (remember el verbo adoctrinar, muy de moda) a una parranda de güevones, mismos que, al ser evaluados, deben reproducir dócilmente lo que el profesor, eco de la voz de la universidad, les ordena pensar. Si usted escribe o dice en un examen algo distinto a lo que la universidad le ordena, usted está raspao.
Hablé de la Ley de Periodismo y de la necesidad de derogar esa mierda, pues es expresión de una sociedad adeca que se niega a morir. Puse como ejemplo vivo de cierto disparate a Willian Lara: dije que ese tipo es licenciado en Comunicación Social (porque la UCV le dio una licencia) pero no es periodista, porque, que se sepa, el ministro no ejerce la profesión ni se gana el piche plato de espaguetis ejerciendo el oficio.
Más vale que no, mi compai.
Como respuesta, Earle Herrera y el propio Willian reaccionaron con tremendos argumentos, demostrativos de la profundidad del pensamiento que emana de la U-U: "¡Willian Lara sí es periodista y que viva la Universidad!": Guao.
Cuarenta y ocho horas transcurren. No hay que repetir lo que sucedió y está sucediendo. Tan sólo les pido a los compatriotas revolucionarios Lara y Herrera que, si de verdad quieren defender a la Universidad, lo hagan ahora.
Ahí los tienen, en las pantallas de televisión: esos son los profesionales del futuro. Esos son los sujetos que al cabo de unos años defenderán la academia, el campus, el Almamarte, la condición de profesionales, con el mismo encono con que hoy lo hacen Herrera y Lara.
Échenle bolas, siéntanse orgullosos, griten a voz en pecho o en cuello: "¡Que viva la Universidad!".
Agradecido, Urica Antoñanzas, alias A.C., por regalarme esta reflexión.
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