Muy doloroso me resulta tener que decir que la misma risa que me da la aparente seriedad que exhibe la intelectualidad escuálida en sus planteamientos, me la da – y con igual intensidad risoteadora – cierta categoría de intelectualidad revolucionaria. Las inferencias que sacan una y otra de la realidad política, tiende a confirmármelo. Y sin que me hubiera gustado, para nada, haber tenido que concluir así.
Y que no se piense que estoy abogando porque no se exhiban con el grado e intensidad que cada quien desee. Su boca siempre será la medida. Ya me he declarado inflexible defensor de la libertad que tenemos todos de decir nuestras respectivas estupideces. Y, entre nos les confieso, que de las que más me rio, son de las mías… A veces me digo, con la espalda sangrante: Coño, ¿cómo pude ser capaz de dejar escapar de mí semejante estupidez? Por eso la posteridad habrá de considerarme, muy seguro estoy, como uno de los más paradigmáticos estúpidos venezolanos de todos los tiempos. ¡Ah, y para colmo, chavista! ¿Se imaginan mi triste destino reputatorio? (Reputatorio ante cualquier duda viene aquí de reputación).
Porque es que luego del cine y la televisión, la realidad que pretenden crearnos los creadores tiene su base muy firme en la apariencia. (Bueno, luego de las barbaridades que se dijeran, en tal sentido en la antigua Grecia, sobre los sofistas). Y aparentar, al parecer, como que ha salvado a un poco de gente del saberse quien es ciertamente. Y eso en el sexo, y en la política, como que resulta y ha resultado fundamental para disfrutar del placer.
Y esa apariencia que juega, como valor básico, también pareciera que se ha impuesto en los revolucionarios que pretenden dar al traste con el más insigne "manejador" de lo aparente: el capitalismo. Vale decir, que si uno no anda por ahí tediosamente maldiciendo burgueses y pidiendo hoguera para ellos, no es revolucionario. Incluso leen entre líneas a ver si lo descubren y pobre si el cuestionado, por mala leche, tiene también estampa de burgués... Eso le pasa a los estudiosos, por ejemplo, que habiendo con su esfuerzo intelectual convertido una conjetura en teorema, pero que al mismo tiempo, adelantárase un minuto en una eyaculación con su exigente amada, de inmediato es tildado por eso de pajuzo… Porque la televisión y el cine, y no menos los sexólogos y sexólogas ideológicos y económicos, nos hacen ver que lo sublime es aburrido. ¿Pero por qué, vale? Como dijera Kant: “La inteligencia es sublime; el ingenio, bello; la audacia es grande y sublime; la astucia es pequeña, pero bella”. En fin: ¡Qué será de mí! ¡Necesito pensar!
¿El gobernador de Guárico y el alcalde de Valencia no parecían unos hematíes por sus perennes atavíos carmesís? ¿Y no terminaron siendo del PSUV (presuntamente) no más que fichas gonocócicas? Y así otros tantos y tantas… Lo aparente es una vaina en todo, como decía La Topoya. ¿A Obama no lo reputábamos como un “negrito fino pero muy fino y con mucha ciricuntancia que, como no tenía arrogancia, lo trataban como un cochino? ¿Y en qué terminó?
De manera pues que para mí Dante Rivas es un revolucionario aunque no ande maldiciendo burgueses ni disfrazado de hematíe. Lo es porque viene del Frente Francisco de Miranda. Porque es un hombre humilde; con una sonrisa, que pareciera devenir del alma pura del pueblo. Porque pudiera estar trabajando en una multinacional, como quizás muchos viejos “revolucionarios” por allí, y porque tiene obra realizada en áreas donde, por los intereses creados, nunca pensé que pudiera haber una revolución…
Ahora, si termina convirtiéndose en gonococo, no dejaría de ser eso una desventura del hoy. No creo que, por ahora Mariño merezca semejante desgracia, más de la que ha vivido desde hace no sé cuánto tiempo.
El sábado pasado inició su campaña electoral con un acto masivo; rebosante de entusiasmo; matizado con la actuación de “Lloviznando Canto” que, con su música chavista, es el escuadrón frontero de un ejército revolucionario vitalmente victorioso. Y además, con unos majestuosos fuegos artificiales que hicieron marco estético a una luna llena ciertamente presagiosa.
Dante Rivas terminará haciendo la revolución en el municipio Mariño. Convertirá a Porlamar, aliado con los consejos comunales, en una ciudad del siglo XXI. Como lo ha prometido y como prometió hacer de la identificación de los venezolanos, un presente cierto. ¿Les parece poco revolucionario eso?
(Y se le agradece a los revolucionarios aparentes abstenerse de sabotear).