Dos procesos históricos en paralelo que se unen por el gobierno norteamericano. Por primera vez en la historia los venezolanos consultan una reforma constitucional, que curiosamente también es la única Constitución (1999) consultada al pueblo. Aprobada la reforma, inicia un proceso de promulgación de leyes que deben definir la estructura jurídica de la nación. El lunes 3 de diciembre quedarán demostradas muchas cosas. Las encuestas del profesor de la Universidad de Oriente en las que ganaba el NO eran mentiras, las noticias de muchos medios regionales, nacionales e internacionales relacionadas con el rechazo a la reforma eran mentiras. Pero sobre todo, quedará demostrado que el pueblo venezolano asume la responsabilidad de su destino. Lo que no sucede en Colombia, donde existe un gobierno dócil a las decisiones militares emanadas desde Estados Unidos.
El paralelismo entre Colombia y Venezuela es más importante, porque la oposición venezolana y las consignas de un sector estudiantil manipulado, no son más que frases y acciones vacías para un negocio mediático. Por el contrario, el conflicto colombiano se hace cada vez más peligroso para el proceso venezolano ¿por qué?. Con la reforma constitucional se otorga mayor poder al pueblo venezolano y eso se respira y se conoce en tierras colombianas, de donde desesperadamente intentan emular la estrategia política para alcanzar la paz. Se trata de un problema político más que militar. La senadora Piedad Córdova dijo algo muy interesante, al señalar que los avances en las negociaciones con las FARC demostraban que la excusa del despeje como impedimento del canje humanitario era una pendejada. La reforma agraria, el sistema electoral, eran puntos que la guerrilla se mostraba interesada en discutir. Pero el gobierno de Uribe, sin olvidar que se trata del creador de las Convivir (organizaciones relacionadas a los paramilitares) evade esos aspectos y sostiene un discurso simplista que no explica al mundo ¿qué hacen los militares y mercenarios norteamericanos en tierra colombiana, con accionar en las fronteras con Ecuador y Venezuela?, ¿por qué toda la bancada uribista investigada en su mayoría por sus vínculos con paramilitares, aceptan negociar con un asesino como Mancusso, quien reconoció más de 300 asesinatos? ¿Por qué ese desespero por aprobar el Tratado de Libre Comercio, cuando en el mundo se conocen los estragos que dicho convenio produce en las economías débiles latinoamericanas?. Busquemos el origen del Plan Colombia, mucho antes de que Uribe fuese presidente, y encontraremos que el ejército colombiano tiene un buen negocio de guerra. No son pocos los generales y militares colombianos de alto rango involucrados en masacres de colombianos y falsos positivos, además de los que han sido capturados por narcotráfico. Pero si es que hasta la esposa de un embajador norteamericano fue culpada de traficar drogas en una valija diplomática. ¿Y todo para qué?, para entregar los recursos energéticos colombianos a Estados Unidos, para que una elite colombiana reciba su comisión por la firma del TLC. Resulta desconcertante como se descubre la política de estado de los últimos años en Colombia. Una política no consultada a los colombianos que desea militarizar ese país para beneficiar el negocio de la guerra y del narcotráfico de los norteamericanos.
Mientras en Venezuela las fuerzas sociales se organizan y ocupan espacios de poder, en Colombia se les persigue y se les asesina. Las repercusiones internacionales del proceso venezolano serán cada vez más notorias. El Polo Democrático, el Partido Liberal, las organizaciones sindicales y cualquier otro sector que busque la paz en Colombia, está obligado a una salida política que otorgue poder al pueblo. Se enfrentarán a los medios, a los militares, a la Casa Blanca, pero es necesario que se le otorgue poder al pueblo o sencillamente no habrá pueblo.
Davidjavier18@gmail.com