Las tropas de ocupación españolas en Afganistán mataron a seis resistentes el pasado domingo en Khayrkhana, al este de Qala i Naw, e hirieron a otros seis. La "hazaña" pasa sin pena ni gloria, ante la indiferencia de los acomodados europeos. El gobierno español se alegra de que no hubieran bajas suyas. Lo cual no es baladí, aunque los españoles procuren estar en las zonas menos "calientes", porque la insurgencia patriótica afgana está dando duro. La semana pasada, en el mismísimo Kandahar, asaltaron una cárcel y liberaron a más de mil prisioneros.
Veinte mil soldados estadounidenses y diez mil del resto de la OTAN tratan de sofocar la rebelión nacional afgana. Con bastante poco éxito, por cierto. Los que justifican la agresión (a la que se llamó "Justicia Divina" primero, y "Libertad Duradera" después) tratan de agarrarse a que la ONU dio el placet. Como si una patética ONU, atemorizada ante la posible reacción de la mayor potencia militar (y nuclear) del mundo tras el 11-S, pudiese justificar cualquier cosa.
España, que retiró sus tropas de Irak, no sólo no se atreve a hacer lo mismo con respecto a Afganistán, sino que incluso ha mandado más soldados para intentar congraciarse con EEUU. Aunque eso le vaya a suponer más muertos, sobre todo cuando los combates se recrudecen día a día. Y todo eso para apoyar un régimen títere, despreciado por los propios afganos, y sustentado en los "señores de la guerra" (que cambian de bando constantemente) y en los capos del tráfico de opio.
Según la Oficina de Drogas y Crimen de la ONU, Afganistán cultiva las tres cuartas partes del opio ilegal producido en el mundo, ocupando más de 80.000 hectáreas. El comercio internacional de opiáceos procedentes de Afganistán mueve 40.000 millones de dólares anuales, y en él hay más de 500.000 personas involucradas. Todo este dinero circula a través de paraísos fiscales, y de él saca fondos la propia CIA para operaciones ilegales en todo el mundo.
Enfrente no sólo los talibanes, sino la resistencia de todo un pueblo que no quiere a los invasores. Pero claro, a seguir mandando mercenarios a matar y a morir por ese entramado de multinacionales estadounidenses, ultraderecha republicana gringa, fabricantes de armas, traficantes de heroína, gobiernos satélites europeos y matones de uniforme.
Talante, o sea.
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