Los dirigentes de los cuatro principales países emergentes, el llamado BRIC (Brasil, Rusia, India y China), se reunieron por primera vez en Ekaterinburgo (centro de Rusia) el pasado martes. Lula da Silva, Dimitri Medvedev, Hu Jintao y Mamohan Singh pidieron “más participación” para sus países en las instituciones financieras y políticas, y se comprometieron a trabajar por “un orden mundial más justo”. El BRIC representa el 40% de la población mundial, 25% de la superficie habitable y 15% del Producto Interior Bruto (PIB) mundial. Los cuatro países tienen ventajas en recursos, mercados, mano de obra y tecnología, y son sumamente complementarios entre sí.
Aunque inicialmente Estados Unidos intentó asistir como observador a la reunión, Rusia no cursó finalmente la invitación para enfatizar la independencia del grupo de la primera potencia mundial. El premier ruso dejó claro en unas recientes declaraciones que “lo que necesitamos son instituciones financieras de nuevo cuño, donde cuestiones políticas o países no tengan una posición dominante”.
En el punto de mira del BRIC está, fundamentalmente, el problema de cómo deshacerse del dólar. “Sostenemos que resulta necesario elaborar un sistema estable de divisas, predecible y más diversificado”, explica la declaración final de la cumbre. “Debemos aprovechar la oportunidad histórica, fortalecer la unidad y cooperación y salvaguardar conjuntamente los intereses generales de los países en desarrollo”, dijo Hu Jintao. Por su parte, Dmitri Medvediev arremetió contra la unipolaridad del dólar subrayando que “el presente conjunto de divisas de reserva y la principal divisa de reserva, el dólar, han fracasado en funcionar como debieran”.
Horas antes de la cumbre del BRIC, Arkady Dvorkovich, principal asesor económico de Dimitri Medvediev, anticipó la voluntad de Rusia de invertir parte de sus reservas monetarias en bonos emitidos por Brasil, China e India”. La trampa imperialista del dólar (que EEUU imprime a todo trapo para subsidiar su pavoroso déficit) ha decidido a los países del BRIC a buscar la diversificación de sus enormes reservas en esa moneda, que representan el 40% de las reservas totales de las divisas mundiales.
Imprimiendo dólares, EE.UU. paga sus importaciones, compra empresas y bienes inmuebles en otros países, mantienen más de 750 bases militares en todo el planeta. Esos dólares terminan en los bancos centrales extranjeros creándoles una disyuntiva terrible: o subordinación al dólar de la moneda nacional o “reinversión” en bonos del Tesoro de EEUU de bajo interés. Hay cuatro millones de millones de estos bonos entre las reservas de divisas de bancos centrales de todo el mundo.
La voluntad de los países del BRIC de quitarse de encima el yugo del dólar, que ha sido la principal arma de dominación mundial estadounidense, es clara y manifiesta. Si lo consiguen, habrán sepultado definitivamente al dólar y al poderío del imperialismo, pero no quieren correr el riesgo cierto de suicidarse económicamente de paso, al no existir todavía una divisa alternativa.
El mismo Dvorkovich propuso revisar la manera en que se valoran las obligaciones del FMI y exhortó a que el rublo, el yuan y el oro formen parte de una categoría revisada de monedas, con el fin de formar la valoración de los Derechos Especiales de Giro (SDR), que representan la unidad monetaria contable del FMI. Los SDR reflejan el viejo orden monetario mundial mediante una cesta de divisas en la que predomina el dólar, el euro, el yen nipón y la libra esterlina.
Por su parte, la OCS (China, Kazajstán, Kirguizia, Rusia, Tayikistán y Uzbekistán, con observadores como India, Irán, Pakistán y Mongolia), conocida como el Grupo de Shangai, que celebró simultáneamente su cumbre en la misma ciudad de Ekaterinburgo, apoya la propuesta rusa de usar las divisas nacionales en sus intercambios, así como introducir una moneda común del grupo. Los países de la OCS desean utilizar sus monedas nacionales en sus intercambios entre sí –beneficiándose de esta manera de los créditos mutuos– y aplicar el método con otras naciones. China ha llegado a acuerdos comerciales con Brasil y Malasia en yuanes renminbi.
En la misma dirección van los acuerdos entre Rusia y China para realizar sus intercambios comerciales bilaterales en rublos y yuanes. Estos intercambios registraron una tasa de crecimiento anual promedio de cerca del 30% durante los últimos 10 años, alcanzando los 56.800 millones de dólares el año pasado. Además, ambos países han incrementado su cooperación en proyectos a gran escala en campos de petróleo, gas y energía nuclear, así como en alta tecnología. China exporta principalmente maquinaria, productos industriales ligeros y textiles a Rusia, mientras que Rusia exporta a China petróleo crudo, gas natural y madera.
La cumbre de Brasil, Rusia, India y China acentúa el contraste entre la declinación de las economías superdesarrolladas del G-7 y la emergente de grandes países latinoamericanos y euroasiáticos. Los perfiles de la deuda pública de los unos y los otros así lo muestran: la de EE.UU. asciende al 80% del PIB (los rescates financieros y los planes de estímulo de Obama han disparado el déficit fiscal), la de Italia a más del 100%, la de Japón al 199%. Del otro lado de la mesa se encuentran, entre otros, Brasil (45%), Indonesia (34%), Corea del Sur (28%), China (18%) y Rusia (apenas 6%).
Y aunque nadie lo anuncie todavía con trompetas y fanfarrias, es evidente que el declive del imperialismo norteamericano ya ha comenzado.
(*) Teodoro Santana es miembro del Comité Central del Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias (PRCC)
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