Después de
la segunda guerra mundial, en el Norte las décadas de los cincuenta
y sesenta estuvieron marcadas por un fuerte crecimiento económico (años
llamados los «Treinta gloriosos») que permitió a los trabajadores
conquistar, por la lucha, importantes avances sociales, como un aumento
neto del nivel de vida, la consolidación del sistema de seguridad social,
mejora de los servicios públicos, en especial la educación y la sanidad,
etc. El Estado procedió también a efectuar numerosas nacionalizaciones,
lo que reforzó su poder de intervención económica. Las poblaciones
se beneficiaron mucho, más que antes, de la riqueza creada en el nivel
nacional, mientras aumentaba la parte correspondiente a los salarios
en la renta del país.
Al mismo tiempo,
en el Sur, mientras los países latinoamericanos se encontraban en una
fase de rápida industrialización, se proclamaba —al menos oficialmente—
la independencia de la mayor parte de los países africanos y asiáticos.
Algunos de ellos trataron de conseguir una autonomía política y económica
real (unos, como la India, Indonesia y Egipto, respetando el sistema
capitalista, mientras otros, como China, Vietnam y Cuba, rompiendo con
éste), pero la gran mayoría de los nuevos países independientes estaban,
y siguen estando, sometidos a la autoridad de una gran potencia, a menudo
la antigua metrópoli.
La deuda es
uno de los factores más poderosos de este sometimiento, pues en el
momento en que la administración y el ejército de los países colonizadores
abandonaban físicamente el país que conquistaba su independencia,
los gobiernos de los nuevos Estados eran incitados a endeudarse masivamente.
Los acreedores aparentaban ignorar la malversación —aunque incluso
la alentaban—que las clases dirigentes locales hacían de los fondos
recibidos. Los países del Sur, cada vez más endeudados, debían aumentar
continuamente su producción para la exportación, y obtener así las
divisas necesarias para el reembolso de la deuda. Actuando de este modo,
comenzó entre ellos una competencia para poner en el mercado bienes
primarios (algodón, café, cacao, bananas, azúcar, cacahuete y otras
oleaginosas, minerales...) que la economía de los países del Norte
necesitaba. Esta superproducción sería dramática para la evolución
del precio de estos bienes, tanto más cuando los países del Norte
sufrieron, a partir de 1973, la primer gran recesión después de la
segunda guerra mundial.
Los años ochenta del siglo pasado estuvieron marcados por un cambio en las relaciones de fuerza, tanto entre los países industrializados y los de la Periferia como entre los capitalistas y los asalariados. Fue el resultado de la combinación de varios factores:
1.- La decisión de Paul Volcker, actual consejero económico de Barack Obama, por la que aumentó brutalmente el tipo de interés a partir de fines del año 1979, cuando era director de la Reserva Federal de Estados Unidos.
2.- El «contragolpe petrolero» de 1981 que puso fin a una política de precios elevados de los bienes primarios favorable a los países exportadores de la Periferia. (Todos los precios de las materias primas y de los productos del agro sufrieron una continuada tendencia a la baja desde 1981 hasta comienzos del año 2000.)
3.- La ofensiva
general de los gobiernos de Margaret Thatcher y de Ronald Reagan contra
los asalariados, en el marco de la crisis económica generalizada entre
1980 y 1982. Las relaciones de fuerza se deterioraron ostensiblemente,
tanto para los países de la Periferia como para los asalariados.
México (seguido
más tarde por otros países de Latinoamérica) al sentirse acorralado
por tener que desembolsar el servicio de la deuda con unos ingresos
fiscales menguantes, paró momentáneamente el pago de su deuda en agosto
de 19822: era la «crisis de la deuda», que afectaría a
todos los países del Sur con el paso de los años. El nudo corredizo
se cerraba sobre el cuello de los pueblos del Tercer Mundo. A continuación,
el stock de la deuda exterior pública de los PED aumentó rápidamente.
Se
produjeron transferencias masivas de fondos desde los países de la
Periferia hacia los países más industrializados, principalmente por
medio de los pagos de la deuda externa. A mediados de la década de
los ochenta, la transferencia neta sobre la deuda pasó de positiva
a negativa, ya que los gobiernos de los países en desarrollo (PED)
debieron desembolsar, cada año, una cantidad mayor que la que recibían
como nuevos préstamos de parte de los acreedores, sin conseguir, sin
embargo, acabar con la deuda. Por el contrario, el stock de la deuda
continuó creciendo.
Este
fenómeno para el conjunto de los PED se muestra en los gráficos siguientes
(gráficos 1 y 2).
Gráfico 1. Evolución de las transferencias netas sobre la deuda externa pública de los PED.
Fuente: Banco Mundial, Global
Development Finance, 2009. Gráfico realizado con la colaboración
de Sébastien Dibling y Damien Millet.
La deuda externa pública incluye la deuda externa pública a largo plazo y los créditos del FMI. La transferencia neta sobre la deuda es la diferencia entre los préstamos concedidos y las sumas desembolsadas durante un año determinado. Una diferencia positiva significa que la suma prestada y que ingresó al país fue superior a la suma total de los pagos de ese año. Si la diferencia es negativa, la suma desembolsada fue mayor que el total recibido en forma de préstamos durante ese año.
El
gráfico muestra que entre 1985 y 2008, excepto los años 1993 y 1998,
la transferencia neta fue negativa: una vez hechas las cuentas, los
gobiernos de los PED reembolsaron mucho más de lo que recibieron en
nuevos préstamos y sin embargo no lograron disminuir su deuda por el
contrario…(véase más abajo).
Gráfico 2. Evolución
del stock total de la deuda externa pública de los PED entre 1970 y
2008
Fuente: Banco Mundial, Global
Development Finance, 2009. Gráfico realizado con la ayuda de Sébastien
Dibling y Damien Millet.
Tabla:
Varios planes
Marshall fueron enviados al Norte
Plan Marshall para Europa después de la segunda guerra mundial | 100.000 millones de dólares |
Transferencia neta sobre la deuda externa pública durante el período 1985-2008 | - 774.000 millones de dólares |
Por lo tanto, los
PED transfirieron hacia sus acreedores el equivalente a cerca de 8 planes
Marshall.
Fin de la
tabla
El
aumento de la deuda pública y de las sumas a devolver afecta también
a los países más industrializados, lo que en el Norte significa una
transferencia masiva de los ingresos de los asalariados en beneficio
de los capitalistas. En efecto, los gobiernos reembolsan las deudas
contraídas con los bancos privados y otros inversores institucionales
(compañías de seguros, fondos de pensiones, mutual funds) con
una parte cada vez más importante de los impuestos, que, principalmente,
son pagados por los asalariados. Desde los años ochenta hasta la actualidad,
los gobiernos neoliberales o socioliberales van reduciendo constantemente
los impuestos pagados por los capitalistas —lo que produce el aumento
de la parte de los impuestos provenientes de los trabajadores— en
el total de ingresos fiscales que se destinan al pago de la deuda.
En
los países más industrializados (pero también es cierto para los
países del Sur), la patronal multiplica las agresiones contra los asalariados
con el fin de aumentar substancialmente sus beneficios, y con el apoyo
de los gobiernos consigue alcanzar su objetivo. Y eso lo muestra muy
bien el gráfico siguiente. La tasa de beneficio, que había sufrido
una tendencia a la baja en el curso de los años 1960 y 1970, comienza
a aumentar de nuevo, de forma estable, a partir de 1981-1982.
Gráfico 3. Evolución
de la tasa de beneficio general de Estados Unidos y Europa en el período
1960-2007
*La tasa de beneficio
de Europa está compuesto por la tasa media de beneficio de Alemania,
Francia y el Reino Unido.
** La tasa de beneficio se ha calculado como el cociente entre el excedente neto de explotación nacional y el stock de capital neto del país.
Fuente: Elaborado
por Nacho Álvarez y Bibiana Medialdea a partir de datos de AMECO (Annual
Macroeconomic Data Base, Comisión Europea)
Por
otro lado, la parte de los salarios en el producto interior bruto también
sufrió una caída acentuada a partir de 1981-1982 (la tendencia
a la baja, que había comenzado en Europa con la gran recesión de 1974-1975,
se profundizó a partir de 1981). En forma inversa, la parte de los
ingresos que embolsa el capital aumenta.
Gráfico 4. Evolución
de la parte correspondiente a los salarios (en % ) en el PIB de Estados
Unidos y de la Unión Europea de los 15 durante el período 1960-2008.
Fuente: Elaborado
por Michel Husson a partir de datos de AMECO, Comisión Europea http://tinyurl.com/ameco8
Si
se suma Japón y algunos otros países industrializados a Estados Unidos
y la Unión Europea, se obtiene, aproximadamente, el mismo tipo de evolución.
La proporción de la masa salarial en el PIB comienza a bajar a partir
de 1974-1975. El descenso se acentúa francamente a partir de 1982.
Como
muestra la curva de Sáez (gráfico 5), la parte del ingreso nacional
de Estados Unidos que corresponde al 10 % más rico de población creció
de manera impresionante. El crecimiento es particularmente fuerte a
partir del comienzo de los años ochenta. Mientras que el 10 % más
rico acaparaba el 35 % del ingreso nacional en 1982, su parte aumenta
en forma espectacular y alcanza el 50 % 25 años más tarde, reproduciéndose
así la situación que precedió al crash de la Bolsa de Wall
Street de 1929.
Gráfico 5.
Evolución de la parte de los ingresos totales correspondiente al 10
% más rico en Estados Unidos entre 1917 y 2006.
Fuente: Sáez,
E. (2008), «Stricking it Richer: The evolution of Top Incomes en the
United States», marzo. http://elsa.berkeley.edu/~saez/saez-UStopincomes-2006prel.pdf
La
gran transformación de los años ochenta se manifiesta también por
la distancia creciente que separa la tasa de beneficio (que aumenta)
de la tasa de acumulación (que baja). Expresado de forma simple: desde
1980, una porción creciente de los beneficios no se invierte en la
producción sino que es absorbida por los capitalistas o es desviada
hacia la esfera financiera de acuerdo con un comportamiento rentista.
Gráfico 6. Tasa de beneficio y tasa de acumulación
Estados Unidos
+ Unión Europea + Japón
Tasa de acumulación = tasa de crecimiento del volumen del capital neto
Tasa de beneficio = beneficio/capital (base 100 en el año 2000)
Fuentes y datos
de los gráficos: http://hussonet.free.fr/toxicap.xls
Otra evolución completa la gran transformación: en Estados Unidos: mientras que la parte de los salarios disminuye en la composición del producto interior, el consumo privado aumenta fuertemente a partir de 1981-1982. Y eso significa dos cosas:
1.- Los asalariados financian en forma creciente su consumo a través de créditos. El 20 % más pobre de la población fue el que más aumentó su endeudamiento (un 90 % entre 2000 y 2007), constituyendo el eslabón débil del proceso y el público natural de las subprime.
2.- Los capitalistas
consumen cada vez más y utilizan una parte creciente de sus beneficios
en sus gastos suntuarios. Pero también se endeudan. En efecto, si se
tiene en cuenta la masa del crédito,
el 20 % más rico contribuyó a la mitad de la progresión de la deuda
de las familias registrada entre 2000 y 2007. Los ricos se endeudaron
para especular en la Bolsa o en otros sectores, como el inmobiliario,
puesto que los precios estaban en alza.
Grafico 7
Parte de los salarios
y parte del consumo privado en el PIB
A-
Estados Unidos
B-
Unión Europea
Fuentes y datos
de los gráficos: http://hussonet.free.fr/toxicap.xls
En
Estados Unidos (gráfico 7 A) el consumo creció fuertemente mientras
que la masa salarial disminuía. En el seno de la Unión Europea (gráfico
7 B), la parte del salario bajó de manera importante mientras que el
consumo se mantuvo. La diferencia entre Estados Unidos y la Unión Europea
en cuanto a la evolución del consumo se debe a que, exceptuando el
Reino Unido, España e Irlanda, el endeudamiento de las familias se
mantiene netamente inferior al de Estados Unidos (aunque progresa lentamente).
Es decir, el crédito ha financiado el consumo en menor proporción.
El
gráfico 8 muestra que en Estados Unidos son los bancos, las compañías
de seguros y los demás inversores institucionales los que tuvieron
un fuerte crecimiento de rentabilidad, mientras que la tasa de beneficio
del sector industrial progresó mucho menos.
Gráfico 8.
Tasa de beneficio de las sociedades financieras y no financieras (%)
de Estados Unidos entre 1980 y 2006.
*La tasa de beneficio
de las sociedades no financieras se ha calculado como el cociente entre
sus beneficios y el stock neto de capital fijo de dichas sociedades.
La tasa de beneficio de las sociedades financieras se ha calculado de
forma análoga.
Fuente: Elaborado
por Nacho Álvarez y Bibiana Medialdea a partir de US Department of
Commerce, BEA, National Economic Accounts.
En
resumen, la gran transformación que comenzó en los años ochenta,
continuación de la ofensiva lanzada por el capital contra el trabajo,
suponía un crecimiento económico cuyos resultados estaban repartidos
de manera cada vez más desigual. El crecimiento estaba apoyado en una
acumulación de deudas en el marco de una financiarización creciente
de la economía. Más tarde o más temprano, este modelo de acumulación
debía entrar en crisis cuando el eslabón más débil de la cadena
cediera (el mercado de las subprime). Y eso sucedió a mediados
del 2007.
Lejos
de ser un accidente económico o la consecuencia de las fechorías de
algunos,3 se trata de la continuación natural de la lógica
que prevalece en el sistema capitalista. Además, como dice Michel Husson:
«Los mercados financieros no son un parásito en un cuerpo sano. Se
alimentan del beneficio no invertido pero, con el tiempo, adquieren
un grado de autonomía que refuerza este mecanismo. Los capitales libres
circulan a la búsqueda de una rentabilidad máxima (la famosa norma
del 15%) y logran, al menos temporalmente, obtenerla en ciertos segmentos.
Los propios bancos captan una parte creciente de los beneficios. Esta
competencia por un rendimiento mayor eleva la norma de rentabilidad
y rarifica un poco más los lugares de inversión juzgados rentables,
desprendiendo así nuevos capitales libres que a su vez partirán a
la búsqueda de una rentabilidad financiera aún mayor. Este círculo
vicioso se basa, una vez más, en un reparto de las rentas desfavorable
a los trabajadores y al reconocimiento de sus necesidades sociales.»4
Para
entender la crisis que estalló en 2007, conviene no detenerse
en su detonador. La cascada de quiebras financieras, a pesar de ser
la parte visible, no constituye la causa fundamental de la crisis.
Hace
150 años, Karl Marx previno sobre una interpretación superficial de
las crisis capitalistas: «Los años 1843-1845 fueron los de la prosperidad
industrial y comercial, consecuencias necesarias de la depresión casi
permanente de la industria en el período de 1837-1842. Como siempre,
la prosperidad trajo muy rápidamente la especulación. Ésta surge
regularmente en los períodos donde la superproducción llega a su límite,
y le ofrece algunas salidas momentáneas. Pero al mismo tiempo urge
la irrupción de la crisis y aumenta su violencia. La crisis misma estalla
en primer lugar allí donde la especulación se expandió y sólo más
tarde llega a la producción. El observador superficial no ve la causa
de la crisis en la superproducción. La desorganización consecutiva
de la producción no aparece como el resultado necesario de su propia
exuberancia anterior sino como una simple reacción de la especulación
que se desinfla.»5
La
conclusión se impone: esta crisis tiene sus raíces en el sistema capitalista
como tal, y no simplemente en su fase neoliberal.
Entonces,
¿cómo podemos salir de ella? Hay muchas salidas capitalistas a la
crisis, ya que este sistema no se hundirá por sí solo. La
que ahora buscan los gobiernos actuales implica una profundización
de la ofensiva del capital contra el trabajo: austeridad o reducción
de los salarios, aumento de la explotación de los trabajadores y de
los pequeños productores, utilización de una porción mayor de los
ingresos fiscales para el salvamento de los capitalistas y para el reembolso
de una deuda pública que se ha disparado desde el 2007-2008. Paralelamente
a esta ofensiva en curso se va adoptando algunos mecanismos suaves de
reglamentación de los mercados financieros y se ha efectuado una estatización
de algunas empresas financieras (principalmente en Estados Unidos y
en el Reino Unido).
Unas
movilizaciones populares masivas podrían conducir a un cambio en la
política gubernamental, más o menos comparable al iniciado por Franklin
D. Roosevelt, el New Deal, a partir de 1933, casi cuatro años después
del crash de Wall Street, y seguido por diferentes gobiernos
de Europa occidental, como Gran Bretaña y Francia.6 ¿Pasará
lo mismo esta vez? No hay ninguna garantía. Todo dependerá del rigor
de las resistencias de aquellas y aquellos que son víctimas de la crisis.
Es la lucha de clases, esa realidad que el pensamiento único quiere
hacer desaparecer, la que decidirá la salida.
Por
su parte, los pueblos de los PED están también directamente confrontados
a un retorno con toda la fuerza de la ofensiva del capital contra el
trabajo. En efecto, los años 2004-2007 habían significado en numerosas
regiones, especialmente en los países emergentes, una ligera mejora
en las condiciones de vida, debido principalmente a un nivel elevado
del precio de los productos primarios (incluido el petróleo), que generaba
ingresos importantes para los países exportadores. En el caso de China,
la causa fue el aumento permanente de las exportaciones de productos
manufacturados hacia los mercados internacionales. Mediante movilizaciones,
los trabajadores chinos y rusos consiguieron aumentos salariales. Los
gobiernos de países como Venezuela, Ecuador, Bolivia, Argelia, Argentina,
Brasil y la India habían aumentado algunos gastos sociales.
La
crisis alimentaria del primer semestre del 2008, seguida de las recaídas
de las crisis financieras y económicas modificó totalmente la situación,
incluso si todos los países no se ven afectados de la misma manera.
Una nueva crisis de la deuda está en gestación. En el conjunto de
los países perjudicados serán determinantes las luchas populares.
Porque es necesario poner por delante una solución anticapitalista
a esta crisis, sin esperar la salida que los capitalistas y los gobiernos
a su servicio quieren imponer, y luchar sin demora para conseguirlo.
Traducido por Griselda Pinero y Raul Quiroz
eric.toussaint4@gmail.com