Estudios sobre el comportamiento electoral, revelan que el 82% de los venezolanos quieren pronunciarse el 6 de diciembre, y que no están dispuestos a quedarse en casa, porque entendieron que abstenerse sería un acto de cobardía que no resolvería nada. Este cuadro electoral que cada vez luce más patético, también nos está evidenciando que los actores de la MUD y los GPP—por mentirosos y demagogos-- perdieron el derecho a ser creídos, y que moralmente están en bancarrota, por lo que fracasaran en su rabioso empeño de acorralarnos en una polarización que es un boleto sin regreso al infierno. ¿Sera que estas cúpulas en descomposición pasaron por alto que no somos olvidadizos ni masoquistas?
Bajos las actuales circunstancias, --una de las más severas crisis de liderazgo que se ahoga en su propia charca--, cabe preguntarse: ¿Cómo pensar que las maquinarias partidistas sean invencibles, si tienen el más bajo nivel de credibilidad que los condena a estar muertos en vida? ¿Sera que majadean queriendo ganar la batalla después de muerto, igual que el CID Campeador? ¡Cosas veredes, Don Sancho!
Definitivamente este 6 de diciembre se quedaran con los crespos hechos, aquellos que por supina ingenuidad esperen que el electorado caiga en la trampa caza bobo de perder su voto por andar creyendo en los cantos de sirena de la polarización, hoy tan desprestigiada y maloliente por sus copiosos errores. De modo que nadie que tenga dos dedos de frente se atrevería dar un penique por estos bates quebrados que incluso defraudaron a sus seguidores.
Redondeando el cuento diremos que están muy equivocados quienes se pinten pajaritos en el aire pensando que el sufragio de una supuesta vaca sagrada vale más que el voto de cualquier ciudadano decente y patriota, pues al fin y al cabo todos somos iguales a la hora de ejercer ese derecho consagrado en nuestra Carta Magna. ¿O no?