Inmunidad: Cualidad que deberíamos tener todos los revolucionarios y revolucionarias, para resistir los ataques arteros de los agentes patógenos (internos y externos) que pululan en nuestro proceso. Ello nos daría un “extra” para afrontar emboscadas y persecuciones. Así, no estaríamos contando inexorablemente las víctimas: campesinado, indígenas yukpas, líderes comunitarios, que sucumben a las balas supuestamente anónimas.
Impunidad: Espacio para la trasgresión y el olvido, que no debería existir, pero existe. Casi 300 campesinos asesinados, comunidades indígenas (especialmente la yukpa, en la Sierra de Perijá) perseguidas, amenazadas, asesinadas, encarceladas y sojuzgadas sin que el Estado se entere. O, en el mejor de los casos, declare su solidaridad, pero no la materialice en hechos concretos a favor de las clases desposeídas y olvidadas. Mientras…l@s de siempre y sus cómplices, algun@s supuestamente roj@-rojit@s, se soban las manos, se llenan los bolsillos y vacían las conciencias.
Ilegalidad: Trocha o vereda que toman quienes se sienten guap@s y apoyad@s. Se escudan en la falta de diligencia procesal de nuestro sistema judicial. Subsisten al amparo de la complicidad necesaria y de la ineficiencia, real o provocada, en los mecanismos de contraloría, asistencia a la ciudadanía y garantía de derechos. La ilegalidad reina y se impone.
Incomprensibilidad: Sensación que abunda en las mentes de las pobres víctimas que somos. Con asombro acudimos a la puesta en escena de una revolución que nos pertenece y nos emociona. Pero, cuyos engranajes más finos, nos muelen y nos vuelven harina. Con ella, llenan sacos y sacos para contener aluviones. Pero…¿y si los sacos se rompen?
Incredulidad: Lo que sobreabunda en nuestras mentes y corazones. Aún no podemos creer que nuestro proceso, vociferado como humanista y garante de la vida, defensor de los derechos de las clases más humildes, reconocedor de los derechos ancestrales de las poblaciones indígenas sobre las tierras que habitan, impulsor del respeto a la naturaleza y promotor, entre tantas otras cosas buenas, de la colectivización de la vida, hoy por hoy, esté plagado de tanto atropello e ignominia en contra de sus más acérrimos defensores.
Inexorabilidad: inevitable situación que se impondrá. En el futuro, quieran nuestros ancestros que no muy lejano, estará el pueblo venezolano alzado en canto y en lucha. Su voz, intérprete de verdades, irrumpirá en los laberintos del poder y los inundará. La sencilla presencia y la rotunda mirada de nuestros indígenas, alumbrará los caminos que conduzcan al un buen vivir, armónico y vibrante, con la naturaleza. La muerte, la pena, el llanto y el dolor, no serán obra de manos “supuestamente anónimas” cuyos nombres todo el mundo sabe. La vida se celebrará como hecho colectivo…