Sólo por televisión y prensa escrita he visto el rostro de María Gabriela Chávez. Sólo sé que es hija del extinto camarada Chávez y que siempre le acompañó en sus triunfos, en sus derrotas y, especialmente, en sus dolores de último momento cuando, así lo creo, se aferraba al cuerpo de su padre buscando desesperadamente que un milagro le salvara la vida. El destino, hasta ahora, ha sido mucho más material que espiritual. Hoy, como la misma María Gabriela lo expresa, vive una pesadilla, la de sentir al padre ausente físicamente y, por tanto, lo añora, tal vez, con la misma dimensión o más con que lo añora esa multitud de pueblo que creyó en él, lo siguió, le fue fiel y ahora insiste en defender su legado –esencialmente su pensamiento y convicción socialista- como práctica social.
No soy absolutamente nadie para dictarle consejos a María Gabriela pero me atrevo a enviarle algunas palabras de recomendación no para que cesen sus sentimientos de tristeza por la ausencia de un ser (su padre) infinita y profundamente querido o amado por ella como hija sino, como algo que reconforta, que le sirva de alivio en ese larguísimo camino que vivirá extrañando el amor, los besos, los abrazos y los consejos del camarada Chávez, de su papito como ella cariñosamente le decía y continúa diciéndole.
María Gabriela dijo “Me sabe a ñoña la política, cada quien con sus convicciones…”. No sólo debe respetársele lo que hasta ahora es una decisión bien pensada de María Gabriela sino, además, admirarle que ella también sabe respetar las convicciones de los demás y ese “demás” debemos entenderlo como algo que no es homogéneo pero es generalizado, porque refleja el respeto a la diversidad o multiplicidad de pensamientos. Pero allí no se detuvo María Gabriela y concluyó con un párrafo de varias líneas y de específicos y precisos sentimientos encontrados pero sin duda de humanidad: “Yo sólo extraño a mi papito. Lo demás no me importa. ¡Los amo! A los que me quieren y a los que me odian. No hay espacio en mi alma para nada que no sea amor. Porque eso me enseñó mi Amado Amor eterno. ¡Dios los bendiga Siempre!". El camarada Chávez es su amor eterno como, seguramente, es su amor por Cristo el Redentor y por su madre y, lógicamente, igual debe serlo el ideal que propagó su padre y por el cual luchó y combatió hasta el último segundo final de sus suspiros.
Pero, tomándole la palabra a María Gabriela, me agarro o me abrazo de que en su alma no hay espacio sino para el amor, por lo cual –en el fondo- de su alma sí debe importarle las realidades que vivan los demás y, especialmente, los más desposeídos, esos por los cuales su padre –el camarada Chávez- decidió incursionar en la política, encabezar una rebelión, ganar elecciones y propagar el socialismo. Por eso, me atrevo, a decirle o recomendarle, sin que tenga el deber de hacerme caso, a María Gabriela, que no acepte ningún cargo político en el Estado pero que, por su peso bien ganado en la opinión pública y porque en su alma no hay espacio para el odio, se convierta en voz –especialmente- de esas mujeres y criaturas infantiles que no tienen voz pero sí montones de necesidades materiales y espirituales, independiente, de sus formas de pensamiento social. Y, al mismo tiempo, de esos niños y niñas que deambulan por las calles como mendigos, porque eso resulta la expresión más fea e injusta de una sociedad que debe ponerle fin a esa tragedia a través de los medios más humanizantes en la transición del capitalismo hacia el socialismo. Creo, por eso lo digo y lo escribo, que el papel de María Gabriela Chávez en el Proceso Bolivariano debe ser el de dos ojos que vean las realidades y necesidades de las familias más desposeídas y necesitadas y dos oídos que escuchen el profundo clamor de justicia de las mismas para que a través de su voz –como hija del camarada ausente físicamente- las eleve –pública o privadamente- a la altura del Gobierno en procura de soluciones dignas. Ese papel, sin duda, tendrá –de acuerdo a su creencia religiosa que debe respetársele- la bendición del reino de los Cielos.
En fin: que María Gabriela Chávez exprese que le “… sabe a ñoña la política…” no es lo primordial de su declaración. Es lo de menos. Lo más importante y valioso es que cuando los sentimientos del espíritu se expresan a través del ojo clínico del corazón nunca se atraviesa una piedra para que se incruste el odio personal en la concepción de la vida y del mundo del ser humano. Por eso, María Gabriela, le brinda todo el espacio de su alma al amor.
María Gabriela: hazte voz de los descamisados y descamisadas que necesitan de todas las manos amigas para que vivan el amor y los dolores no les entristezcan el alma. Por si no los has leído, sólo si no los has leído, permíteme recomendarte -y me disculpas si es un abuso- que leas y reflexiones sobre los discursos de Evita y no prestándole atención al fanatismo de ella por su esposo Perón, asumas de ellos el fervoroso, cautivador y humanismo solidario de su amor por los pobres. No sé si María Gabriela Chávez tendrá un oído receptivo para mi llamado pero como creo que tiene un corazón muy anchuroso, bondadoso y solidario pienso que sí lo hará. Si lo hiciere que nuestro pueblo y la humanidad entera, esa que clama por redención social, la premien. Si no lo hiciere, también.
Deseándote muchos éxitos y larga vida, con abrazo fraternal.