No consigo las palabras exactas para expresar tanto dolor, siento que un volcán estruendoso quiere erupcionar de mi interior y lanzar toneladas de sentimiento puro a la inmensidad, esparcir mi impotencia como ceniza que todo lo abarca, que todo lo cubre, que petrifica. Miro alrededor y veo como todo sigue, como todo anda, como todo va. Esta sociedad padece una enfermedad que incuba monstruos humanos que danzan a un ritmo letal, bailan sin cesar, moviendo sus cuerpos aún sin estar conscientes de ello. Es la danza de la muerte, la vemos desde siempre, nacemos con su ritmo, vivimos al compás de su agudo sonido, crecemos mortalmente acompañados. Es la violencia su sonido habitual, es la impunidad su frecuencia cotidiana.
A los hermanos Faddoul y Miguel, que su danza nos invite a crear la conciencia de cambiar este ritmo macabro.