Nosotros, los pueblos indígenas, queremos mucho nuestra Constitución, ella nos ayuda y nos resuelve problemas.
La actual Constitución de nuestro país acepta la existencia de normativas indígenas; por ejemplo al palabrero wayuu pütchipü´ü, hoy reconocido por la UNESCO como patrimonio de la humanidad.
Esto es muy importante. Es necesario también un diálogo intercultural.
Un pueblo indígena nunca jamás, jamás de los jamases podría aceptar un discurso político grosero, lleno de descalificaciones y amenazas, hasta de muerte.
Tal forma de hablar constituiría por sí misma una declaración de guerra y sería obviamente rechazada. ¿Cuándo aprenderíamos algo de los pueblos originarios?
Debemos hacer una gran cruzada nacional contra la "coprolalia" –del griego "excremento" y "hablar"-, el lenguaje grosero, propio de los bajos fondos, repleto de insultos, descalificaciones y amenazas, incluso de muerte. La coprolalia, el lenguaje de odio, es uno de los peores enemigos que obstaculizan la convivencia y mutuo reconocimiento entre todos los venezolanos, y las buenas relaciones con todos los pueblos del mundo.