Acaba de celebrarse un nuevo aniversario del día cuando el pueblo empezó a ejercer el poder y a decidir su destino, aunque sea por breve tiempo. Y como todos los años, vuelve a repetirse las conmemoraciones, las homilías, los discursos, y sobre todo los relatos protagónicos rememorando esos días aciagos y a la vez de gloria. Pero a pesar de que a cada paso se nombra a los caídos y se afirma que toda la celebración es en recuerdo de ellos, me pregunto hasta cuando serán mártires anónimos, que solo se nombran para servir de preámbulo a la saga de presuntos valientes que sobrevivieron al holocausto por la patria en donde las únicas victimas propiciatorias fueron los mártires olvidados. ¿Y porque olvidados a pesar de ser profusamente nombrados? En primer lugar porque ¿alguno en esta vasta tierra recuerda los nombres y procedencia de aunque sea uno de los nombrados caídos?. ¿Dónde se ha planificado o pensado construir algún monumento en su memoria?. Se nombran con un sustantivo aglutinante, que desvanece las individualidades y los convierte en una entidad amorfa sin nombres sin raíces, casi un concepto abstracto “Los caídos”. Pero ellos no fueron, no son ni serán una abstracción, fueron hombres y mujeres de carne y hueso que lavaron con su sangre las décadas de desidia de un pueblo que no parecía conseguir fuerzas para ejercer y exigir sus derechos, que se inmolaron en el sagrada altar de la revolución sus vidas, sus sueños, sus esperanzas, para que se rompieran las cadenas que pretendieron cerrar la puerta de entrada a una sociedad mas justa, y siguieran viviendo las vidas, los sueños y las esperanzas del pueblo venezolano.
Ahora lo que vemos en estas ceremonias son muchos que se quieren arropar con los ropajes ensangrentados de estos mártires, para presumir de una valentía y un coraje de que carecieron en esos días y de los cuales carecen aun hoy en día. Simples oportunistas, de los muchos que pululan en nuestra revolución, que quieren teñir con la roja sangre de los verdaderos héroes de Abril, sus disfraces de revolucionarios.
Pero ojala fueran ellos los únicos olvidados, voy mas allá y pregunto ¿Quién se recuerda de los nombres de los soldados y oficiales que murieron en febrero y noviembre de 1992?, Sin ese intento, sin esa sangre derramada, ¿se hubiese lograda el proceso que hoy vivimos?, o como en la guerra se dice que el general fulano de tal ganó tal o cual batalla, y los pendejos que ofrecieron el pecho para recibir las balas nadie los recuerda.
Y que decir de los que murieron estremeciendo la conciencia de la nación el 27 de febrero de 1989, también ellos son olvidados, peor aun, creo que muchos yacen todavía en las fosas comunes donde el apuro de los asesinos para ocultar su crimen los hizo enterrar. Hay un memorial en Israel por las victimas de holocausto, donde hay unas paredes recordando los nombres de las victimas, en ellos hay millones de nombres. Pero acaso el Caracazo, no fue un holocausto, una carnicería, en donde todavía se espera encarcelar al primer victimario. Y los muertos no fueron millones sino miles. Porque será que nuestra revolución es tan desmemoriada, por no decir mezquina con sus mártires, con aquellos que la hicieron posible, mientras que los asesinos de todos estos ilustres héroes del proceso, están viviendo la dulce vida en nuestras narices, y hasta algunos se pintan de rojo con la sangre de sus victimas y hacen negocios con el gobierno bolivariano que tanto aborrecen. Si somos tan miserable para con nuestros muertos, que ni siquiera sabemos quienes fueron, para que tanta alharaca de que van a extraditar, apresar y enjuiciar a los autores intelectuales y materiales de tan abominables crímenes, o que van a compensar a los familiares de la victimas, si esas parecen promesas de cunbiamberas, ya que solo se recuerdan el día del aniversario, y después “el muerto al hoyo y el vivo al bollo”. No se recuerdan nada de lo que prometieron hace más de 8 años, en los 364 días que faltan para el próximo aniversario.
Una revolución que no honra a sus muertos y que no se esfuerza por hacerles justicia, no perdurará, porque se hundirá en la misma podredumbre que pretendió cambiar. No queremos monumentos anónimos, como la tumba del soldado desconocido de las naciones capitalistas, necesitamos seres con nombre, con rostro, con existencia y con alma. Aquellos que debemos recordar cada día en nuestras aulas, en nuestras fabricas, en toda oficina pública y pedir por su reposo en los altares de nuestros templos. Ellos merecen todo nuestro respeto y veneración. No seamos mas mezquinos, cortos de miras y cobardes, porque parece que ser revolucionario es una lacra. Hagamos renacer su memoria, porque sus actos y vidas nos alentaran a toda la nación a más altos y radicales logros. Así como no olvidamos al Libertador, no olvidemos jamás a los que se inmolaron por nosotros.
UN PAÍS SIN MEMORIA ES UNA MARIONETA EN MANOS DE LOS POLÍTICOS
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