El reloj de la UCV se detuvo a las once y media. No se de cual día, pero sin duda fue por la noche, porque desde ese entonces en “la casa que vence la sombra” simplemente no ha amanecido. Intuyo que la noche se hizo más oscura y más larga desde hace casi nueve años, cuando Hugo Chávez, el ex-militar y ex-golpista, obtuvo de manera contundente y por si fuera poco con el aval del Consejo Supremo Electoral controlado por copeyanos y adecos, su primera victoria política. Desde esa fecha, muchos de nuestros otrora admirados profesores y profesoras “revolucionarios”, “de avanzada” y “come candela” como les decíamos entonces, debieron quitarse la careta, porque el Teniente Coronel resultó más izquierdista y auténtico que ellos, y con un lenguaje que comprende todo el mundo, movió al país como nunca pudo hacerlo ningún intelectual o académico.
Eso no se lo perdonan quienes con un verbo irascible, nos sacudían todas las semanas, desde las entonces famosas páginas de opinión de El Nacional, mientras los gobiernos de la Cuarta República sonreían y simulaban amplitud, conscientes de que tales discursos incendiarios no moverían ni una paja en la sabana, y menos aún afectarían la solidez de gestiones completamente tuteladas desde Washington (made in USA pues). Los articulistas de aquella “izquierda” eran ornamentales. Y en todo caso, si alguno de ellos abusaba de la confianza y llegaba hasta a ofender lo más sagrado de la gestión de turno (a Blanca Ibáñez por ejemplo), eso se resolvía limitando la publicidad gubernamental en el diario en cuestión, bloqueando el suministro de papel a la prensa provocadora, o simplemente con el recurso del método infalible de los adecos, como son las agresiones callejeras. Curiosamente, una vez consumadas las palizas (recordemos a Sanin), ni siquiera la propia prensa en la cual escribía el atrevido, divulgaba la noticia. Eso era el respeto a la libertad de expresión en tiempos adecos, plena de censuras y autocensuras complacientes, pero guardando las apariencias.
En la UCV las autoridades rectorales podían ser de derecha, como ocurrió muchas veces gracias al peso de las facultades más grandes y conservadoras como la de medicina (eternamente en manos “social-cristianas”), pero siempre la mayoría estudiantil era contestataria, progresista, creativa y comprometida con las luchas populares. Por eso rindió no pocos sacrificios en la persona de estudiantes muertos, sea en manifestaciones públicas o mediante secuestros y asesinatos cometidos por los cuerpos represivos estatales (DIGEPOL, SIFA, DISIP, DIM, etc.). Sospecho que las nuevas generaciones ucevistas ignoran esto, primero porque no les interesa, dada la procedencia social de la mayoría de los estudiantes actuales, y segundo porque muchos docentes, incluyendo los arrepentidos ya citados, sienten vergüenza de dar a conocer ese pasado institucional izquierdoso.
¿Qué dirán hoy en día los renegados? Aquellos que nos estimulaban a salir a la calle a protestar contra los gobiernos proyankis, aquellos que nos incitaron a soñar con la construcción de un socialismo “a la venezolana”, aquellos que fueron guerrilleros del MIR o del PCV y ahora defienden a los adecos que los delataron y torturaron. ¿Estaban equivocados en aquel entonces, y ahora gracias a Chávez vieron la luz del imperio que los guía? ¿Cómo opera ese mecanismo que los lleva a desconocer y combatir al único gobierno que con todo y sus errores, es el único que ha estado en verdadera sintonía con el pueblo? ¿Cómo se puede abjurar de manera tan radical para pasar de incendiarios izquierdistas a fanáticos derechistas?
Esta mañana leí en los pasillos ucevistas, algunos letreros invitando a un “debate sobre la reforma constitucional”, que será liderado por el patiquín mayor, o sea por el alcalde de Chacao, Leopoldo López. Es triste ver para lo que ha quedado la antes combativa y progresista UCV. No hay duda de que la estrategia de la Cuarta República dio muy buenos resultados para la derecha: al volver cada vez más elitesca a la UCV a través de la política de ingreso, logró domesticarla y ponerla al servicio de los intereses oligárquicos y por esa vía a los caprichos del norte.
Por si fuera poco, a pesar de los ingentes recursos que ofrece el estado para el pago de deudas laborales, y para el funcionamiento de nuestra “máxima casa de estudios”, cuando uno recorre el campus universitario encuentra jardines deteriorados, basura, escombros, unas losas rotas y otras que faltan, paredes y techos con filtraciones en varias dependencias, puertas de emergencia condenadas, obras de arte en precarias condiciones, un mercado de buhoneros que dificulta el paso en la entrada de Las Tres Gracias, deficiencias en la vigilancia, desorden, y más recientemente hasta restricciones para el uso de los estacionamientos, que evidencian cómo las autoridades actuales, tan adecas como las precedentes, enclaustran cada vez más a la UCV para que no tenga contacto con el pueblo. Definitivamente hay que rescatarla.
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