El odio y la histeria deben ser asignaturas que conforman un eje transversal en los pensa de estudios de la Universidad Central de Venezuela, la ex “casa que vence la sombra”, a juzgar por el comportamiento de la pandilla de estudiantes de derecha, que arremetió con furia digna de mejores causas, contra las instalaciones de la estación del Metro en la Plaza Venezuela. Un video disponible en Internet, permite ver cómo los jóvenes completamente desencajados, insultaban a los miembros de las fuerzas del orden público, que trataban de calmar los ánimos de la jauría sin poder someterlos como se lo merecían, dadas las circunstancias del sitio y la presencia de numerosos trabajadores que utilizan diariamente el transporte subterráneo, ajenos a la pataleta de los niños bien, que defienden los intereses de la oligarquía.
En tiempos de los gobiernos adecos y copeyanos, las manifestaciones estudiantiles, casi siempre masivas, se dirigían básicamente a dos fines: al reclamo crónico de un presupuesto justo para las universidades públicas, y a la protesta por la muerte de estudiantes asesinados por los cuerpos represivos del Estado, en su política de aniquilamiento de todo cuanto se opusiera a la entrega del país a los gringos. Lamentablemente, aquellas protestas rara vez eran noticia, y ni pensar en la aparición de las mismas en las pantallas de la TV, porque los dueños de los medios o eran cómplices del régimen puntofijista, o sufrían las consecuencias de la censura que éste último imponía, bajo la etiqueta de una democracia representativa.
A estas alturas pareciera que el daño que los dueños de los medios de comunicación privados, han infligido en la mente de los jóvenes derechistas es irreparable. El odio los ha convertido en marionetas que obedecen exclusivamente a las consignas de las autoridades y líderes profesorales de la UCV, USB, UCAB y otras universidades controladas por la derecha, quienes a su vez hacen simbiosis con la élite local del sionismo, la embajada norteamericana y Marcel Granier, por solo nombrar algunos de sus patrocinantes más conspicuos.
La posición de estos últimos es francamente cobarde, porque se amparan en el pellejo de personas cuya formación ideológica no va más allá del culto a la piel blanca y al modo de vida gringo, ignorando que el imperio es causante de la miseria que ocurre en buena parte del mundo.
En esta confrontación, cuyo trasfondo la hace ineludible, se impone una vuelta a la cordura, para que los enfrentamientos sean más intelectuales, más de concepciones, de programas y modelos de desarrollo, de identificación y solidaridad regional versus sumisión de patio trasero, que de la violencia física y verbal que conlleva el fanatismo. Alguien debe replantear los términos y obviamente no será la oposición quien lo haga, porque su “éxito” se nutre del amarillismo, de lo superficial, de la confusión y la mentira sistemáticamente dosificada. Si alguien está llamado a hacerlo porque cuenta con la inteligencia necesaria para ello, ese es el Presidente Chávez. Se impone un cambio en su lenguaje, que omita las amenazas y retos permanentes a la oposición. Que suprima la calificación de los maromeros en vez de atacar directamente a los dueños del circo. Su reiteración casi diaria de que gobernará hasta el infinito no aporta ninguna ayuda, sino que caldea más los ánimos, y regala argumentos a las agencias internacionales contrarias a la independencia latinoamericana, que responden a los intereses norteamericanos. Se requiere que reduzca sus exposiciones a las estrictamente necesarias y que delegue la vocería de cada materia en los ministros competentes, que para algo fueron designados.
El Presidente debe entender que hay que darle un respiro al pueblo chavista y adoptar una táctica más inteligente para enfrentar a la oposición mediática, porque no se podrá construir el socialismo del siglo XXI si agotamos la energía en un conflicto subalterno en terreno equivocado. Si continuamos atacando a la derecha mediática con sus mismas herramientas estamos condenados al fracaso, porque no podemos comparar los recursos del gobierno con los que poseen los medios privados, que cuentan con cajas de resonancia internacionales, como son CNN, la BBC, o la prensa y TV españolas y del resto de Europa. Necesitamos con urgencia más acción y resultados y menos discurso.
En esta larga guerra
ideológica hay que vencer con soluciones tangibles para el pueblo venezolano,
en las áreas de la seguridad personal, del abastecimiento de agua y
energía; con incrementos sustanciales y sostenidos en la producción
agrícola y su transformación industrial que se manifiesten en mayor
abastecimiento y soberanía alimentaria; con la recuperación del Programa
Barrio Adentro, de los hospitales y la Maternidad Concepción
Palacios; en la mejora continua de la calidad de la enseñanza en las
nuevas universidades creadas por el gobierno, en la prosecución
del apoyo a la cultura y al deporte. Con la aceleración de los proyectos
ferrocarrileros. Con el estímulo al trabajo y el combate sin cuartel
a la burocracia, la ineficacia y la corrupción. Si tales resultados
son constatados y asumidos como propios por la mayoría del pueblo venezolano,
no habrá campaña mediática local o internacional capaz de vencernos.