Muy molesta camina por las avenidas de la Universidad Central de Venezuela la precandidata a la Presidencia de la República, Cecilia Arocha, ofendida ante las preguntas de una humilde periodista de Venezolana de Televisión.
Debuta la prepotente Cecilia, desfila secándose el sudor producido por la calima caraqueña: “La Piromaníaca” grita, acusa al Presidente Chávez, insulta al Ministro Tarek, mientras pide un juguito de tomate para nivelar el potasio, muy malo Cecilia, exaltarse con pleno ratón prendido.
Y es que la molestia va por la negativa del Instituto de Patrimonio Cultural de Caracas, quienes acaban de decirle que la instalación de los portones más famosos de Venezuela, es una locura.
En chismes del Tatú diabólico de Vicerrector, comentan que uno de los asesores de Cecilia, Henry Ramos Allup, le dijo, “déjate de pendejadas Cecilia de estar peleando por unos portones y danos los reales que nos ofreciste para la campaña, mira que aquí nadie audita a las universidades, para muestra un botón”.
¡Ah! pero Cecilia no descansa, corre y montó espectaculares atracos y ataques fachendosos en contra de la universitaria que la mantiene, pero la torpeza es atrevida, todo apunta a la contratación de su vigilancia privada, a quien les paga solo trescientos bolívares al mes, a cambio de que se redondeen robando vehículos, atracando y haciendo “trabajitos” especiales con bombas molotov.
La batalla interna apenas comienza, se peleó con su “intima” amiga, la Directora de Recursos Humanos, Denis Santacruz, a quien echó a gritos los cuales se escuchaban hasta la Plaza del Rectorado, quien muy iracunda insultaba y amenazaba a Cecilia con sacarle muchas pruebas de su corrupción.
La Rectora sigue muy molesta, declara que sólo cobra un mísero sueldo de 7.500 bolívares fuertes, lo cual intentaba restregárselo a la sencilla periodista de VTV, quien dejó de entrevistarla por el tufo que exhalaba y escupía con cada desesperado grito.
Cecilia, te adelanto algo, viene la Contraloría General de la República a destapar tus guisos, y sigue negándote a que funcionarios policiales patrullen las avenidas de la Ciudad Universitaria, cuando capturen al primero de los malandros de tu “seguridad Privada”, -casi todos solicitados y con antecedentes penales- van a empezar a cantar, más que las guacamayas que desfilan al final de la tarde por encima de la Plaza del Rectorado.
Entonces, ¿Por qué se molesta el barón?
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