Michael Löwy, un intelectual francés que ha
militado buena parte de su vida dentro de la tendencia mandelista de la cuarta
internacional (una de las tantas corrientes trostkistas), gran admirador e
interprete del Che por cierto, en un artículo sobre Mariátegui: “Comunismo y
Religión”, recuerda y reivindica el marxismo “místico, romántico,
donquijotezco” que se condensa en la pluma de este revolucionario peruano.
Recuerda a su vez la inspiración de Mariátegui en pensadores de la talla de
Miguel de Unamuno y de su batalla al “culto supersticioso de la idea de
progreso”, “la filosofía evolucionista, historicista y racionalista” que
absorbía de más en más el mundo “desencantado” que emerge con el capitalismo y
el desarrollo imperialista de comienzos del siglo XX. Allí se recalca una frase
de Mariátegui cuando dice: ¿Acaso la emoción revolucionaria no es una emoción
religiosa? Acontece en el Occidente que la religiosidad se ha desplazado del
cielo a la tierra. Sus motivos son humanos, son sociales, no son divinos.
Pertenecen a la vida terrena y no a la vida celeste”…”la fuerza de los
revolucionarios no esta en su ciencia; esta en su fe, en su pasión, en su
voluntad”. Utilizando el aporte de Mariátegui, en este artículo Löwy de alguna
manera nos reafirma que la revolución es un acto de voluntad colectiva guiada
por una fuerza mítica –como decía George Sorel- centrada en la vida y el ser
humano y no un cálculo científico de oportunidades políticas.
La historia de una
mística revolucionaria
Consideramos que lo que hace este autor francés
es reencontrarse con una expresión típica y original de una corriente de
pensamiento que sirvió de alimento primario a la gran explosión revolucionaria
que cubrió el mundo entero entre los años 10 y 20 del siglo pasado. Aunque más
adelante le tocó actuar arrinconada por la victoria capitalista y la esclerosis
que comienza a vivir el movimiento como el pensamiento revolucionario y
libertario entre los años treinta y finales del siglo XX. Son corrientes
vitalistas carcomidas en este caso por las grandes derrotas en los primeros
cincuenta años del siglo: advenimiento del stalinismo a partir de 1928, la derrota
de las insurrecciones obreras en Alemania, Italia y Hungría entre los años 1919
y 1923, China 1927, y la tristísima derrota de
Son años en donde las derrotas del los
movimientos obreros y populares que se lanzaron a destruir el modo de vida que
imponía el capitalismo dieron pie y hasta justificaron la formación de un cuerpo
dogmático y oportunista de pensamiento que sirvió de refugio ideológico a las
innumerables organizaciones donde subsistieron gran parte de los movimientos
revolucionarios y progresivos que se regaron en el mundo en formas de PC’s,
Frentes Populares, Frentes de Liberación Nacional y grandes centrales sindicales.
Aún con la oxigenación que recibieron finalizada la segunda guerra mundial y la
expansión de la influencia soviética en el mundo dado el papel relevante que
esta jugó en la derrota del ejército alemán, sin embargo, el mal ya estaba
hecho. El stalinismo ahogó gran parte de la ola rebelde que otra vez se
prendía por todos los rincones del
planeta en función de sus propios intereses nacionales. En Europa occidental
abandonó oleadas revolucionarias tan importantes como la griega y la italiana
marcando una línea de pacto de clases que terminó apagando la voluntad
revolucionaria renaciente (solo en Grecia esta “retirada en resistencia” costó
alrededor de un millón de muertes). Lo mismo hace en el espacio de Nuestramérica
quitándole el apoyo a todos los movimientos insurgentes entre ellos el que
liderizaba la guerrilla fidelista. En
Sin embargo por aquellos años de derrota y de
la “guerra fría”, aún en su aparente desesperanza, la mística revolucionaria da
testimonio de su sobrevivencia en forma casi milagrosa. El movimiento pacifista
de Ghandi logra liberarse del colonialismo inglés en el 48, la democracia
obrera se insurrecta en Berlín, Hungría, Praga entre el 53, el 56 y el 68,
la guerrilla fidelista alcanza la
victoria en enero del 59, la resistencia vietnamita destroza a los yanquis a
finales de los años 60, el FLN argelino acaba venciendo el colonialismo francés
comenzando los 60. Es la época en que hombres como Lumumba sirven de
instrumento para dar la campanada de la guerra anticolonial en el sur de
Africa, al mismo tiempo que movimiento estudiantil en Europa y estudiantil y
negro en EEUU en su revuelta producen el comienzo de una revolución cultural de
alcances mundiales, el movimiento obrero-estudiantil italiano de los 70 ayuda a
la renovación del movimiento obrero y junto a él de gran parte del pensamiento
marxista y materialista que comienza su lenta revitalización. Así, aún en la
más triste de las situaciones el topo revolucionario sigue produciendo lo
indescifrable e inexplicable, rompiendo el curso “normal” de la historia e
incluyendo en ella luces jamás esperadas.
Desgraciadamente de todas esas luces que dejó
la resistencia popular en el mundo entre los años 40 y 70 fue muy poco lo que
logró sobrevivir a los años (por estas tierras sólo nos quedó como testimonio
sobreviviente la revolución cubana y la figura emblemática de Fidel). Frente a
una voluntad revolucionaria que poco a poco volvía a alzar cabeza y liberar el
pensamiento como la acción de las ataduras que imponía la hegemonía soviética
sobre él, el imperialismo responde entre los años 70 y 80 con una
contraofensiva tan o mas agresiva que la expuesta entre los años 20 y 30,
ayudado por la complicidad pasiva del polo soviético. La represión generalizada
por todo el globo, las dictaduras atroces en nuestro continente, el
paramilitarismo (Nicaragua, Colombia), el otro millón de muertos cuesta la
represión anticomunista en Filipinas, junto a una nueva planificación
estratégica de los flujos monetarios y de inversión de capital, llamada desde
entonces “neoliberalismo”, ayudan a quebrar un nuevo misticismo que resumió en
la famosísima foto del Che todo el espíritu de aquellas épocas.
Llegamos finales de los ochenta produciéndose la caída del muro de Berlín y el
desvanecimiento de
El pensamiento
nuestramericano
Es precisamente dentro de este contexto de
reemergencia de la voluntad y la mítica revolucionaria en el mundo que para
nosotros tiene sentido hablar de un pensamiento nuestroamericano y la formación
progresiva de un “ejército revolucionario de multitudes”. Mirándonos a nosotros
mismos, desechando las fronteras nacional-estatales que nos dividen como
pueblos originarios o no de esta tierra nuestramericana, no hay duda que en el
curso de las últimas décadas del siglo XX se fueron conjugando1 un conjunto de factores movimientales e
intelectuales que permitieron producir las bases de una “librería roja”
nuestramericana, fruto y raíz de las luchas que se producen en medio de la
contraofensiva imperial en el mundo de las últimas décadas. Importantísima
dentro de todo un mosaico de visiones planetarias que ven en nuestro continente
una esperanza realizable a pesar de la bestialidad con que se manifiesta el
orden capitalista de hoy y su fortaleza en el mundo. Las corrientes provenientes del marxismo
místico y crítico que nacen con Flora Tristán y José Carlos Mariátegui y se
consolida en el ejemplo y la palabra profética del Che, además de la teología
de la liberación, el legado de los principales movimientos nacionalistas
revolucionarios desde los libertadores hasta hoy, y las enseñanzas que nos
dejan las luchas negras e indígenas, son el punto de partida de esta “librería
roja”. Pero no nos equivoquemos con la invocación a lo “nuestroamericano” como
singularidad dentro del pensamiento revolucionario mundial. De manera hermosa
constatamos que no hay ningún “chauvinismo teórico nuestroamericano” mucho
menos político en ellas, por el contrario, todas estas corrientes históricas y
sociales de pensamiento y lucha han sabido integrarse en un gran ecumenismo de
la resistencia tomando para sí desde la lucha Palestina hasta el amplio
espectro de debates y frentes de lucha que se abren alrededor de del movimiento
y los debates del espectro antiimperial de lucha. No hay ningún nacionalismo ni
fundamentalismo nuestroamericano, en él simplemente vemos una forma, un
lenguaje, una expresión particular de la universalidad de la lucha
anticapitalista de los pueblos del mundo. Es quizás por esta razón que autores
marxistas que han dado inmensos aportes como lo es Michael Löwy sientan esa
atracción por figuras emblemáticas dentro de este pensamiento como lo es
Mariátegui o la palabra escrita del Che, junto a sus convicciones demostradas y
teorizadas en la voluntad, la mística y la ética revolucionaria.
El pensamiento nuestramericano, como
pensamiento revolucionario de nuestros pueblos, juega en ese sentido el mismo
papel que Marx pidió para el “marxismo” en su época y el espacio europeo que lo
rodeaba: ser una guía práctica para la lucha de la clase obrera, solo que en
este caso el propio marxismo se desdobla a sí mismo reinterpretado y potenciado
en el lenguaje emancipatorio que nace de comunidades y sujetos sociales
penetrados por una mística distinta a la herencia estrictamente marxista. Un
pensamiento que hoy en día se bifurca aún más recogiendo del zapatismo, el MST
brasileño y de los movimientos urbanos insurrectos en lo que va de la primera
década del siglo XXI (México, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Argentina) nuevas
inspiraciones para este conjunto abierto que representa el pensamiento
nuestramericano. El ¡qué se vayan todos! de la insurrección social Argentina
del 2003, es quizás la consigna que mejor resume esos nuevos legados. No
queremos a nadie –mucho menos “políticos”- hablando y dirigiendo el mundo
social que solo a nosotros pertenece, es el reto sobre el cual avanzamos. Pero
¿avanzar hacia dónde en estos momentos? El camino esta más abierto que nunca,
más indescifrable incluso, sin embargo, ya con el ALBA (Alianza Bolivariana para
las Américas) en su esfuerzo de integración solidaria y complementaria hacia un
“otro mundo” nuestroamericano, se abre un primer paso junto a muchos otros
lugares de convergencia de la voluntad crítica y revolucionaria movimientista
en nuestro continente. Algo que podríamos entender como una primera
manifestación de un sujeto constituyente nuestramericano, o más concretamente,
la formación progresiva de una constituyente continental que desde el fondo de
nuestros pueblos acabe de una vez con toda la herencia de divisiones
artificiales, con toda frontera, con toda lógica de capital y estado en
nuestras tierras. Eso es posible y hay algo que “religiosamente” nos mueve
hacia allá aunque todavía los desmanes “de la conciencia del oprimido” sigan
colonizándonos y reprimiendo nuestro propio imaginario político, impidiendo que
nombremos y diseñemos el camino con claridad. Dicho en forma mariateguista, la
señal mística hacia esta nueva promesa revolucionaria de todas formas ya
aparecerá, dándole al pensamiento nuestroamericano, al socialismo
indo(afro)americano, una dimensión política y programática que no siempre ha
estado clara.
Ejército de multitudes
Sobre este nuevo horizonte se presenta la
interrogante del ¿quién? ¿Quién va a mover semejante reto dentro del universo
del pensamiento nuestroamericano? Por estos rincones del mundo los pueblos se
están abriendo paso, permitiendo la consolidación de una nueva correlación de
fuerzas continental que a través de gobiernos reformistas y en algunos casos
antimperialistas abren el espacio hacia una nueva intentona en pro de la
autodeterminación de nuestros pueblos. Sin embargo, la política tradicional, la
mera utilización del poder estatal, los programas de reforma y participación,
incluso sus motivaciones constituyentes nacionales como es el caso de
Venezuela, Bolivia y ahora el Ecuador, no bastan en absoluto. Cuidado y nos
equivocamos dándole paso a la formación de nuevas oligarquías políticas que
terminen cuando mucho negociando un mejor posicionamiento nuestro dentro del
orden internacional capitalista e imperial, adormeciendo y confrontando a la
vez las resistencias y las insurgencias sociales que les han garantizado el
acceso al poder. Objetivo que ya Lula, su partido y su gobierno, lo
personifican de una manera clarísima.
Es sobre esta incógnita que aparece entre
nuestras palabras y papeles la formula de un “ejército de multitudes”, de la
multiplicidad de expresiones de la lucha clases y de la comunidad de objetivos
que las unifica. El mismo Chávez últimamente habla de un “partido de
multitudes” al referirse al PSUV en formación, aunque no sepamos muy bien de
que se trata y qué entiende por ello, siendo la figura “partido” la antítesis
de toda la pulsión política y subversiva que han provocado los movimientos
antagónicos al orden capitalista en esta nueva fase de confrontación. Pero no
importa, consideramos que el problema no es para nada nominal, lo mucho y
diverso actuando en común podemos darle el nombre orgánico que sea, incluso
puede recoger lo mejor que queda de la herencia revolucionaria partidista. El
problema radica en la dimensión de sus objetivos, en la claridad que se tenga
respecto al mundo que vivimos, la definición del espacio y el tiempo de su
propia práctica y por supuesto sus principios y razón de ser. No puede existir
una multitud organizada reduciéndose a espacios nacionales y a los tiempos que
ello impone. Esa organización de multitudes en nuestro caso, más allá de la
declarativa internacionalista, debe entenderse parte del espacio insurgente y
resistente nuestroamericano. Lo “venezolano” queda en este caso como lugar de
experiencia, como dilema de una transición en que comenzamos a estar envueltos
no solo
¿Partido, ejército de multitudes?. Apostamos
por la segunda opción. Consideramos que empezar a hablar en términos de
multitudes, dentro de la realidad concreta que determina nuestras
posibilidades, nos obliga a ir más allá de partidos e incluso de los
movimientos sociales como tal. Necesitamos de una maquinaria interactuante y
unitaria, siendo profundamente autónoma. Quiere decir, que hable y haga
estrictamente desde el “nosotros” de las clases oprimidas en todas sus
diversidades, memoria y lenguaje, pero que entendiendo que el enemigo que
tenemos al frente ya no es el viejo imperialismo de los 20 y los 30 del siglo
pasado, ni siquiera en de los 70 y 80. Es una bestia multinacional que ha hecho
de la guerra, de la intervención directa, de la penetración militar y
comunicacional, de la apropiación privada de inmensos territorios y recursos,
de la exclusión social y la alienación absoluta del individuo, su política. Se
acabó el orden de la democracia liberal y los derechos de los pueblos. Nuestra
capacidad de respuesta, de insurgencia ante semejante bestia, tiene que estar
por tanto a la altura de su horrorosa capacidad destructiva y corrosiva, por
eso no nos basta solo organizarnos, cooperar, interactuar, necesitamos de
inteligencia y capacidad de respuesta a la altura del mundo que nos ha tocado
vivir. Necesitamos de todas las armas que hemos acumulado en nuestro saber
revolucionario, actuando en forma maquinal y a la vez liberadora, el dilema
quizás más duro y complejo de la mística libertaria por construir.
1
No decimos “latinoamericana”
por tratarse de un término que a pesar de sus buenos usos en la mística
revolucionaria su origen e invención francesa –los “latinoamericanos” del sur
de este continente versus los “angloamericanos” del norte, conflicto chovinista
en que quisieron meternos en los tiempos del emperador-invasor francés
Maximiliano a tierras mexicanas -siglo XIX- e inventores del término
“latinoamericano”. Preferimos por tanto desarrollar todo el potencial de esa
maravillosa propuesta martiana centrada en la “América de los pueblos”,
“Nuestra América” en sus palabras, sin fronteras otras que las de nuestro
propio proceso emancipatorio en cualquiera de los rincones y tiempos del
continente americano.