I Gran Cumbre celebrada en Estocolmo de 1972.
Llega Río +20 con otra innovadora propuesta, la cual viene ya capturada, no sólo por los tantos mecanismos trans-globalizadores-mercantilizados, sino también por la oferta de las nuevas posibilidades, en la producción de los conocimientos para las ciencias, la tecnología, la formación y educación, los cuales se estarán exhibiéndose bajo el tenor de la “economía verde”. Este es el tema central de la ONU, quien de nuevo solicita a los gobiernos del mundo la definición y ejecución de un marco institucional, el cual parta de un sistema de actividades económicas relacionadas con la producción, distribución y consumo de bienes y servicios que resulta en las mejoras del bienestar humano a largo plazo, sin exponer a las generaciones futuras a riesgos ambientales. Al parecer, ahora si la economía verde erradicará la pobreza.
Llega Río +20 con los movimientos sociales diciendo: lo social-ambiental caminan juntos y se deben atenderse simultáneamente. No puede haber preservación ambiental sino superamos el modelo extractivista-depredador de pobreza. Por ello, los movimientos sociales van a defender “la economía solidaria”. Algunos sostienen que dado el carácter estructural de la crisis capitalista que enfrentamos y la merma de los recursos naturales, esta nueva Cumbre no podrá llegar a resultados concretos. La contradicción es evidente, si las medidas económicas y tecnológicas verdes son las banderas del G-8 y G-20; quienes siguen causando los extraordinarios desajustes ambientales a nivel del planetario ¿cómo se van a implementar nuevas medidas? Otros proclaman el “lavado verde”, el cual disfrazará las actuales prácticas económicas y tecnológicas que son insostenibles. Por lo tanto, pueden estar en juego y consulta, para sus sentencias, muchos de los tratados y convenciones de avances que se han estancado; progresaron a medias y no arrancaron en los últimos 40 años de Cumbres tras Cumbres.
Llega Río + 20 como una nueva oportunidad para transformar radicalmente el paradigma económico extractivista actual. Otros argumentan que debemos ir a acciones concretas, las cuales se encaminen en aumentar las posibilidades de las prácticas ecológica-mente sustentables, que den pie a la creación de un marco institucional para el desarrollo sustentable, para reformar y reforzar la gobernabilidad a nivel local, nacional, regional y global, a fin de promover un desarrollo sustentable, endógeno e integral.
Llega Río + 20 para unos cuantos, con los mismos ánimos y compromisos de Río 92; Sur Africa 2002; Cochabamba 2010 y otras tantas Cumbres. Con ánimos para avanzar en la viabilidad de sistemas alimentarios locales impulsados por las tantas tecnologías apropiadas que nos presenta la agroecología. Desde su exigida ampliación, la agroecología puede alimentar el mundo. Es la eco-base para un sistema agroalimentario sano, diversificado, justo y ambientalmente sustentable de los pequeños y medianos productores, familiares y de ambientes productivos diversos que conseguimos en el planeta tierra.Llega Río + 20 diciéndonos que la parte más dinámica de una economía local debe ser la agricultura sustentable. Esta se dinamiza en los postulados de la agroecología. Por ello para hablar de “economía verde y solidaria”, debemos entender y hablar de una agricultura sustentable. Allí a nuestro modo de ver, se centra gran parte del problema y de las soluciones. Los cambio climáticos deben mitigarse con otras prácticas agrícolas contrarias a las que siguen causando los gases de efecto invernadero, promovido por la agricultura extractivista-tóxica.
Llega Río +20 exigiéndonos radicalmente cambiar el paradigma agrícola hacia una agricultura sustentable, lo que nos llama a cerrar filas y EXIGIR en Río + 20 la ampliación de los enfoques agroecológicos hacia los distintos niveles de producción. Son un cumulo de tareas y acciones, que van de la mano en el empuje por la agroecología. Esta nueva ciencia emergente definitivamente no puede construirse, sino le proporcionamos un integrado enfoque de variables y factores, que bien se expresen en la voluntad política que los actuales momentos se exige.
Llega Río+20 para seguir impulsando lo que esta pendiente y se concatena con la agroecología, a saber: apoyo a los derechos y el acceso a los recursos para las mujeres y los pueblos indígenas; adoptar una Declaración Universal de Derechos de la Madre Tierra y proseguir a la creación de un Tribunal Internacional de Justicia Climática. Continuar la lucha por la defensa de los territorios frente la indebida apropiación de inmensos lotes de tierras y no comprometerlas a la producción de biocombustibles, y frenar la especulación de los food comodities(alimentos mercantiles). Indispensable seguir con el afán que se reconozca el dialogo inter-cultural, en especial los pueblos que poseen una inmensa diversidad biológica-natural y cultural. Ello exige en avanzar en una educación inter-cultural que incluya a todos los sectores sociales y revalore nuestra identidad mestiza integral, en especial la de los pueblos latinoamericanos.
Llega Río +20 y el proceso revolucionario venezolano sigue sobrado en los cumplimientos de las metas del milenio. Educación, salud, legislación, viviendas, estrategias y acciones para la conservación de la diversidad biológica y sus procesos de organización social entre otros; nos indican que en la medida que los pueblos asumen sus retos y compromisos de cambios, los avances comienzan a valorarse y hacerse sentir. Se constituyen en procesos irreversibles en la historia y personalidad política de cada sociedad. Una audaz política agrícola-ambiental-agrícola se reclama, para proseguir cumpliendo con las otras metas del milenio, las cuales son inherentes a las verdaderas prácticas de sustentabilidad y al cumplimiento de las mismas.
email: ipiat2000@yahoo.es