Ravel me hizo recordar a Bobby Capó:

Luna de miel en Puerto Rico

Pocos lugares en el mundo ejercen una atracción como Puerto Rico, a la que llaman “La Isla del Encanto”, pienso que con sobradas razones. La gente de Puerto Rico muestra mucha similitud con la de Venezuela por el espléndido mestizaje que ha logrado y que se traduce en una producción en serie de mujeres bellas. Con esa isla tenemos muchos lazos comunes y de allá nos ha llegado una grande influencia en lo relativo a la música popular, que a pesar de lo avasallante de la cultura imperial, no ha menguado. Los ídolos musicales de Puerto Rico, ayer y hoy, también lo han sido de Venezuela, entre otros recuerdo con particular agrado a Daniel Santos, Danny Rivera, Tito Rodríguez, Cheo Feliciano, Ismael Rivera y Bobby Capó. Particularmente este último nutrió de ilusiones a toda una generación, con interpretaciones como “Piel Canela”, “El Negro Bembón”, “El bardo”, “Sin fe”, “Triángulo”, “María Luisa”, “Soñando con Puerto Rico” y la siempre recordada “Luna de miel en Puerto Rico”. Las letras de estas canciones siempre están a flor de labios y son repetidas y recordadas a través de los años; pero lo que condimentaba a cada una de sus interpretaciones era su extraordinaria voz.

Todos estos recuerdos han aflorado, no precisamente por un arrebato romántico, sino porque me he enterado de la reunión que han sostenido algunos dirigentes políticos de Venezuela con asesores mediáticos y representantes o enviados del Departamento de Estado de los Estados Unidos en la isla de Puerto Rico. Estos señores son Alberto Federico Ravell (Globovisión), Henry Ramos (AD), Luis Alberto Planas (Copei), Omar Barboza (Un Nuevo Tiempo) y Julio Borges (Primero Justicia), o sea, la flor y nata del oposicionismo venezolano, reunidos bajo la amable férula imperial. Al ser interrogados por un periodista de Ávila TV a su llegada a Maiquetía, todos evadieron responder por la naturaleza de la reunión efectuada, llegándose al caso de Ravell de recordar de muy malas maneras y de forma explícita el órgano genital de la “autora de los días” del joven entrevistador, al cual de ñapa le fue ofrecido lo que en criollo llamamos “una zaparapanda de coñazos”.

Resulta ser que la reunión fue organizada por la embajada gringa en Caracas y el Orden del Día era obviamente trazar una estrategia comunicacional para derrotar la propuesta de enmienda constitucional que será sometida, una vez más, a la consideración del electorado venezolano. Allí se discutió de todo. Por supuesto que la discusión era entre los gringos, porque nuestra delegación nativa se limitaba sólo a asentir con excesivas muestra de obsecuencia, y no crean que son exageraciones, a las que de vez en cuando soy muy dado, sino que está documentado todo por Alberto Federico, quien escribió: “El grupo de asesores ha venido trabajando en estos días muy duro y van a presentar toda una campaña estratégica con ideas para comerciales de TV, eventos y discursos. Yo los he venido alimentando con información e investigación.” Nada más. Es decir, que ni siquiera nuestros muy eximios dirigentes oposicionistas tuvieron el derecho de decir “pío”, porque todo venía diseñado por los laboratorios del norte. Por supuesto que Manuel Rosales, aunque desafortunadamente no asistió físicamente (sólo estaba su alma), está pletórico de júbilo porque de esta manera no tendrá que devanarse los sesos para pronunciar esos enjundiosos discursos, a los que para solaz nuestro, nos tiene acostumbrados.

La reunión transcurrió tal cual había sido planificada por los gringos, hasta que llegó a tratarse el último punto, que sabiamente había sido pronosticado como el más álgido. Así, nuestro Alberto Federico se lo había anunciado a sus acólitos: “Lo único que debemos hablar son los costos que, aunque son bajos -unos 3 millones de dólares para lo que se está produciendo- debemos compartirlos entre todos.” Tres piches millones de dólares, o sea la irrisoria suma de 6 millones 750 mil bolívares fuertes, que repartidos en botín, dan la miserable suma de 600 mil dólares “per capita”. La vena “nacionalista” de nuestros compatriotas se desbordó y con mucha firmeza plantearon a los pro-cónsules del Imperio, que ellos estaban dispuestos a todo menos a que fueran tratados de esa manera tan vil, que a Uribe por quítame estas pajas le daban muchos millones más, que a los judíos también, etc. Afortunadamente los pro-cónsules les aclararon a nuestros muchachotes que los gastos de transporte, de alojamiento, bebidas y comidas en el hotel “La Concha” corrían por su cuenta; además de las propinas a los botones y camareros, el traslado aeropuerto-hotel-aeropuerto, un “city tour” por los lugares más emblemáticos del viejo San Juan, impuestos de salida, y que tampoco tenían que preocuparse por el cupo de divisas de Cadivi.

Lo culminante de la reunión fue cuando los gringos les dijeron a los asistentes-oyentes que había un malentendido por parte de Alberto Federico, porque los 3 millones de verdines ofrecidos era sólo la cuota inicial de la campaña, algo así como para entrar en calor. Dicho y hecho: nuestros delegados saltaron de júbilo y una explosión de alegría desmesurada los embargó. Sin pensarlo dos veces corrieron al bar del hotel, donde, sin la fastidiosísima presencia de los gringos, brindaron con fino escocés mayor de edad y agradecieron al Altísimo por haber deparado a Venezuela un presidente como Hugo Chávez Frías, gracias al cual podían hacer tan pingües negocios.

¿Y la campaña para contrarrestar la enmienda? “Bueno, eso es harina de otro costal, porque de todas maneras esa vaina está perdida”, pensó Ravell, y mientras tanto dentro del grupo, alguien gritó: “Vamos a aprovechar esta manguangua, porque hoy me siento como si estuviera pasando mi luna de miel en Puerto Rico”

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