Gobierno y Oposición exigen su difusión sin excusas ni restricciones

¡Otro domingo más sin “Aló Presidente”!

Desde hace años, el día domingo se ha convertido en Venezuela en algo fuera de lo común. Ya no es el día de ir a misa, porque quién se puede atrever a endomingarse para escuchar pacientemente el sermón de ciertos curas en contra del proceso de cambios que vive este país, aunque sabemos que la mayoría del “bajo clero” (¡vaya denominación!), está con la Revolución y el Socialismo. El domingo es el día de “Aló Presidente”, el programa de radio y televisión más visto y oído en Venezuela, en toda su historia, para lo que no es preciso endosar un atuendo fuera de lo común.

Por eso, cada vez que no se emite el programa radiotelevisado, por las razones y motivos que sean –ese no es el problema--, ese domingo sufre una reestructuración, la mayoría de las veces un poco traumática. Para las personas de la tercera edad, como es mi caso concreto, salirse de esa rutina resulta chocante, porque podemos ser sometidos al cumplimiento de otras actividades, como por ejemplo ir a la playa, salir a un parque, pasear a los nietos, preparar parrilladas, ir al mercado, etc. No es que esas actividades sean desagradables, ¡no!, pero, sustraernos de nuestra diversión dominical favorita es otra cosa.

La gran ventaja de “Aló Presidente” es que podemos negarnos a realizar actividades extras no programadas, como tareas domésticas menores, reparaciones del sistema eléctrico, cambio de grifos y chequear el goteo de los mismos, cortar la grama, pasear al perro, etc., con la excusa, muy válida, de que estamos viendo nuestro programa favorito y no podemos perdernos de los detalles más importantes del mismo, que son justamente los que se están transmitiendo en ese momento, cualesquiera que sean.

Y es que “Aló Presidente” no es un programa de propaganda política gubernamental; es más que eso, porque si allí se quedara perdería todo interés. Es el programa de variedades más asombroso que se haya emitido por nuestros medios, y en el nos encontramos que: hay música, poesía, informaciones “de última hora”, comentarios, opiniones, contacto directo con los radioescuchas y televidentes; presentación de personajes nacionales e internacionales; instrucciones y reprensiones a los funcionarios de la administración pública; anuncios sobre la construcción de obras públicas e inauguraciones de las mismas; lecciones de geografía e historia patria; recomendaciones, saludos, consejos médicos, advertencias; en fin, hay de todo, con particulares consideraciones sobre las “cosas” de la gente, y como lo dijo el poeta romano Terencio: Homo sum, humani nihil a me alienum puto (“Soy hombre, nada humano me es ajeno”).

La categoría de quienes siguen el programa “Aló Presidente” va mucho más allá de los seguidores condicionales e incondicionales, que son muchos, del presidente Chávez. Gran número de ellos, cuya cuantía es de difícil verificación, son los peores enemigos no sólo del presidente, sino del proceso económico-político-social en marcha en Venezuela. Los empresarios son asiduos y ávidos tele-espectadores (prefieren verle “a la cara” por TV), porque tienen la oportunidad de hacer negocios, en vivo y en directo. Por ejemplo, si el presidente dice que hay que construir la carretera de 59 kms., que va de Peramichín a Guaramacal Arriba, pueden estar seguros que por lo menos uno de ellos se presentará el lunes siguiente ante la oficina gubernamental correspondiente con el proyecto en cuestión.

Pero los que siguen este programa, sin perderse un solo detalle, y encima, lo graban para verlo nuevamente, si es necesario, son los enemigos de Chávez, que afortunadamente son menos cada día, pero infortunadamente más rabiosos y poderosos. No se pierden un detalle. Empezando por la CIA, que como se sabe tiene una oficina al más alto nivel para los “asuntos” de Venezuela y Cuba; gobernantes de países vecinos y “hermanos”; opositores vendedepatria; disociados psicóticos de toda laya; pervertidos comunicadores “sociales” prestos para la tergiversación mediática; dirigentes políticos desgastados y/o en franco desuso que verifican la “temperatura” del discurso presidencial; corruptos que esperan ser juzgados por sus delitos y que mientras lo oyen, devoran aquella parte del cuerpo, dura, de naturaleza córnea, que nace y crece en las extremidades de los dedos; con la vana ilusión de calmar la ansiedad por el castigo merecido que está por advenir.

Si traumático es un domingo sin “Aló Presidente”, mucho más lo es para los políticos de Oposición, el día lunes. ¡Qué desesperación! No hay discursos, ni arengas, ni monsergas, ni coloquios, nada, porque Hugo Chávez les ha arruinado el día y quizá la semana. Apenas pueden balbucir los acostumbrados insultos ya desgastados y las mentiras más exageradas y asombrosas por su morbosidad; y tienen que esperar para una nueva emisión del programa, con la secreta y tibia esperanza que, en el transcurso de la semana el presidente “se mande”, como dicen en Barquisimeto, con una cadena de Radio y TV, para calmar en parte sus ansias. Pero no, es sabido por todos que un “Aló…” mata cadena. No es lo mismo ni se escribe igual.

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Omar Montilla


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