Pasado el jolgorio electoral, convencidos los majunches de que su camino no conducía sino a la derrota, escupidos miles de denuestos por toda vía posible a los ignorantes que elegimos a Chávez, analizados los numeritos cuanti y cualitativamente, con una parte de la población en terapia colectiva para aceptar la derrota, difundida por los canales que provocan en principio la locura, asistimos de manera silente al funeral de uno de los mas grandes mitos de la democracia burguesa: la alternabilidad en el poder.
Lloran las madres escuálidas porque sus hijos ¡sólo conocen a Chávez como presidente! Cierto, se han perdido la calidad de los cambios observados entre la salida de Luis Herrera Campins y la llegada de Lusinchi, o la posibilidad cierta de elegir, de nuevo, a Carlos Andrés Pérez, como quien escoge repetir la colonoscopia recién sufrida.
Se retuercen las viudas de la cuarta porque “antes podíamos elegir”, como si Capriles hubiese sido un holograma creado desde el Comando Carabobo y no una peligrosa trocha que la mayoría de los venezolanos, en elecciones libérrimas, escogieron evitar, o evitaron escoger, elija usted.
Lo cierto es que, luego de 14 años en el poder, al pueblo venezolano no le tembló el pulso para darle al presidente Chávez 6 años más, lo que significa que al final de su mandato habrá gobernado 20 años de forma ininterrumpida, poniendo así el último clavo al ataúd de la fulana alternabilidad de la democracia burguesa, donde salíamos de un títere para escoger otro, mientras atrás el capital seguía sentado en la silla moviendo los hilos desde hace siglos, sin que nadie se preguntara cuánto dura su período de “gobierno”.
Dos décadas (por ahora) que permitirán consolidar el proyecto de país que nos conduce a nuestra grandeza como Patria y nuestra redención como pueblo oprimido, en el marco de la más absoluta democracia, con períodos de gobierno finitos y opción de revocatoria a la mitad del término, como no existe en ningún otro país del mundo.
La molestia de las madres de la cuarta, de sus hijos y esposos, es que hoy es la gran mayoría, para ellos desdentada, ignorante, vaga, estúpida, pueda decidir por ellos, que ya la historia haya desechado el “voto de los terratenientes” que, sabios desde su opulencia, decidían por las mayorías oprimidas e iletradas. En eso sí son “oligarcas”, al pretender que sea una pequeña parte de la población la que domine a la otra, entregando la soberanía a su admirada clase rica.
Este “ignorante que contribuyó a que Venezuela continúe en la oscuridad”, como bien se me ha dicho por las redes sociales, se despide, no sin antes recordar que nos falta poner el último clavo en el ataúd de otro mito usufructuado durante 12 años en estas tierras: la fulana zulianidad de Pablo Pérez y su combo de rapaces engalanados de puente y relámpago. Hagamos historia y celebremos su funeral, y no nos dejemos hipnotizar por los “cantos de ballena” (ay Manuel) del supuesto centralismo y de unos zulianos que son, supuestamente, más zulianos que la cabra mocha de Josefita Camacho.
Periodista y docente universitario
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@raboscandanga