El profesor Eleazar Díaz Rangel, en la columna dominical que mantiene en el diario que dirige, edición del 20/04/2014, registra un hecho social que, sin duda, tiene una gran notoriedad en el presente político venezolano: los barrios no bajan, a contrapelo de los cálculos de los cenáculos imperiales y de los fascistas ultra radicales de la oposición local, para sumarse a las guarimbas que de manera contumaz han venido desarrollando quienes se han planteado el derrocamiento del gobierno bolivariano por la vía violenta.
Estas guarimbas, comunicacionalmente disfrazadas de protesta social, han estado localizadas en zonas residenciales pudientes de algunos pocos municipios del territorio nacional; los organizadores de dichas acciones, de claro tinte terrorista e insurreccional, han buscado, en primer lugar, el manto protector de los sectores tradicionalmente privilegiados de la sociedad, de los que históricamente no habían sentido nunca necesidad de manifestarse, por la sencilla razón de que el orden social imperante en el pasado les garantizaba sobradamente sus intereses.
Las actuales protestas tienen, por tanto, una definida orientación clasista; como han señalado algunos analistas, en Venezuela, se da el curioso caso de que protestan los ricos, mientras los pobres celebran (en la reciente Semana Santa se desplazaron, en busca de solaz, millones de ciudadanos, en su inmensa mayoría de extracción popular, desoyendo el desesperado llamado a resistir de los desolados guarimberos).
En los sectores populares, la intencionalidad guarimbera no ha tenido ninguna acogida, más bien, por el contrario, ha generado el más franco rechazo, en ese sentido, fue muy elocuente lo acontecido, en días recientes, en las escaleras de la estación de Gato Negro del Metro de Caracas, ubicada en la populosa Parroquia Sucre, Catia, cuando un grupo opositor al intentar montar su guarimbita, fue rápidamente desalojado por los propios vecinos del sector.
En el estado Miranda, por ejemplo, el guarimbeo fascista ha estado localizado en sitios puntuales de algunos municipios, gobernados por alcaldes opositores, con predominancia de urbanizaciones de las capas medias, particularmente, en Chacao, Baruta, El Hatillo y San Antonio de los Altos, mientras en el resto del estado, en los sectores populares de Petare, en Barlovento, en el eje Guarenas-Guatire, en los Valles del Tuy y en Los Teques ha prevalecido la paz y la tranquilidad ciudadana. En los sectores populares no ha tenido eco el llamado de los fascistas a la protesta guarimbera y terrorista que si le han impuesto a quienes habitan en las urbanizaciones privilegiadas, cercenándoles, arbitrariamente, a estos vecinos, derechos esenciales y el desenvolvimiento normal de su vida cotidiana y, con lo cual, obtuvieron, los derechistas, el rechazo manifiesto de la mayoría de sus propios correligionarios.
Como señala, Díaz Rangel, a pesar del desabastecimiento, la escasez de alimentos, la especulación, el tener que hacer colas para comprar los productos básicos, y muchos otros problemas, algunos de ellos expresamente inducidos por quienes adversan el proceso de cambio bolivariano-que afectan, sobre todo, a los sectores populares- sin embargo, el llamado a la protesta, bien sea pacífica y, menos aún, a la violenta, que se les ha formulado no ha tenido ninguna resonancia en dichos sectores, que, por otra parte, han estado sometidos a un bombardeo mediático permanente a través del poderoso aparato comunicacional de la burguesía, intentando condicionarlos a favor de la insurrección derechista.
Sostiene el profesor Díaz Rangel que tal conducta popular se explica en la atención que el gobierno bolivariano, primero con Chávez y ahora con Maduro, le ha dedicado a los pobres, especialmente por la cuantiosa inversión social destinada a mejorar sus condiciones de vida; el 62% de los ingresos del país por concepto petrolero, durante el período chavista, equivalente a más de 600 mil millones de dólares, han sido destinados a atender lo que para Chávez tenía un carácter prioritario: el desarrollo social del pueblo venezolano.
Compartiendo, en lo esencial, este enfoque, sentimos que es necesario incorporar otros elementos en el análisis que permitan explicarnos el hecho social de la no empatía del pueblo con el llamado de la derecha fascista, más allá de la existencia de un pueblo agradecido, por la atención que nunca antes, en términos materiales, había tenido por parte de gobierno alguno en toda la historia republicana.
Si revisamos la gestión estratégica de Chávez, podemos observar, que en una primera etapa, entre 1999 y el 2003, puso el acento en lo subjetivo del ser venezolano, rescatar la identidad nacional, visibilizar a los pobres, creando en la mayoría excluida la noción de un derecho fundamental, si acaso el más fundamental de todos ¡el derecho a asumir que se tiene derechos!, y, luego en una segunda etapa, a partir del 2003, teniendo ya el control de la industria petrolera, es decir, de sus ingresos, comenzó a sembrar, en el seno del pueblo, otro derecho fundamental ¡el derecho a satisfacer los derechos!, a través de las innovativas políticas públicas de las Misiones y Grandes Sociales, haciendo que los derechos contemplados en la Constitución no fuesen letra muerta como era tradición en nuestro país, atendiendo, realmente, las necesidades objetivas de nuestro pueblo. De todo este proceso emergió más que un pueblo agradecido, un pueblo consciente políticamente que no se deja embaucar por cantos de sirenas y, mucho menos, al servicio del imperialismo depredador. Por ello los barrios no bajan y cuando lo hagan será, siempre, para defender el legado de Chávez.