Si en alguna época la derecha venezolana ha perdido las perspectivas y malversado oportunidades, es sin duda en este momento que vive la nación bolivariana. Muy lejos de considerársele una alternativa, este sector se destaca más por su obtusa y arcaica conducta que por la oposición al gobierno de Nicolás Maduro o al proceso chavista.
Aunque han sido 15 años de confrontación necesaria entre la Revolución y la derecha, para develar la realidad del país, que fue encubierta por ella durante décadas, este último sector nacional no ha aprendido la lección. No se hace oposición destruyendo sino generando una alternativa distinta que considere las demandas y necesidades del colectivo como prioridad, cuya lucha arroje como resultado las modificaciones a las políticas que considera no suplen las carencias del pueblo. No es empeorando las condiciones de la gente que se enfrenta al gobierno, sino mejorándolas.
En el pasado reciente, los lideres que se opusieron a los gobiernos reaccionarios de derecha, utilizaron los mecanismos institucionales como el Congreso Nacional, Concejos Municipales, asambleas estudiantiles etc., para debatir las grandes líneas relacionadas con las condiciones de pobreza, exclusión y represión, en las cuales vivía la mayoría. Plantearon propuestas opuestas a la privatización de la educación, de la salud, de los servicios básicos, empresas estratégicas del Estado, venta de prestaciones sociales, etc., de cara a la defensa de la soberanía nacional. Propuestas que en estos años de Revolución y gracias a la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y a la voluntad del líder de este proceso Hugo Chávez, se convirtieron en derechos, en leyes y en líneas estratégicas del plan de la Patria. Entonces, la izquierda venezolana, logró con el liderazgo de Chávez ser gobierno y construir poder con el pueblo.
Mientras en Europa, viejo y supuestamente sabio y desarrollado continente, los opuestos a los gobiernos de turno que apoyan el sistema neoliberal, plantean alternativas que están colocando en puestos de mando a sectores de izquierda, o a los denominados progresistas, en Venezuela la oposición retrograda insistiendo en procedimientos que fueron aplicados en el siglo pasado contra la población europea, por sectores nazi ahora resucitados en los nuevos fascistas o neo-nazi, como quienes hacen vida en la Ucrania apoyada por Estados Unidos, por ejemplo.
La oposición venezolana en lugar de aprovechar las coyunturas que se han presentado, los procesos que se generan de la crisis mundial, para apuntalarse como un espacio coherente, se hunde torpemente en un fango egoísta, ciego y sordo.
Las mesas de negociación ofrecidas por el Presidente Hugo Chávez después del golpe de Abril de 2002 fueron pateadas por ese mismo sector que hoy intenta encender el país.
El apoyo popular masivo que mantuvo al hoy Comandante Eterno en el poder, invicto hasta su partida física, no fue aleccionador para la derecha que desde el principio ha atacado el presidente Nicolás Maduro y al pueblo, primero con las guarimbas y ahora con este sabotaje económico.
Las manifestaciones masivas de calle de apoyo al gobierno chavista, con pocas horas de convocatoria contradicen las consejas de que Maduro ha perdido popularidad. Por el contrario, a pesar de la guerra económica que el Ejecutivo enfrenta y la tortura a la cual están siendo sometidos los ciudadanos y ciudadanas, por parte de las mafias de acaparadores, especuladores y bachaqueros que los obligan en muchos casos a hacer extensas colas, la respuesta del pueblo ha sido más sensata que la de los líderes o dirigentes de oposición.
El pueblo ha mantenido una conducta democrática y de paz; ha soportado estoicamente como lo hizo durante el paro sabotaje de diciembre 2002 y enero 2003. Porque la mayoría aprendió a identificar de donde viene el disparo que busca asesinarlo. Así como busca destruir al gobierno con campañas sucias, orquestadas con apoyo extranjero, como la que recientemente se ha desatado contra el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, sustentada en el chisme de un supuesto escolta. O las infamias sobre una política de violaciones de derechos humanos en el país.
Esa misma oposición ha guardado silencio frente a las muertes de dirigentes de la Revolución como Eliezer Otaiza y Robert Serra; un silencio casi aprobatorio de esos crímenes.
Pareciera que la oposición es capaz de hacer política sólo con patrañas, con calumnias, utilizando la mentira como un arma y no la palabra y la acción que seduzca, que convenza que atraiga la voluntad de la gente. Ha expresado claramente con su accionar que sola no es capaz de ofrecerle nada al país. Que tiene que utilizar de bastón a factores interesados en vulnerar la independencia de la nación.
El presidente Chávez murió sin poder contar con un contrincante digno, una oposición inteligente con la cual discutir más allá de las descalificaciones, adjetivos que insultan la inteligencia de los y las revolucionarias.
Igual que el Comandante Eterno, el presidente Nicolás Maduro ha extendido la mano a la derecha, no para negociar principios, sino para impulsar aquellos espacios de coincidencia que deben existir para garantizar la convivencia de todos y todas, sin embargo, nuevamente estos factores desprecian la oportunidad.
Los representantes de la derecha, pretenden ganar la mayoría de los curules de la Asamblea Nacional, donde no han sido capaces de elaborar propuestas, sino de avalar los planes de destrucción que han ejecutado sus brazos armados y fascistas, de los cuales lamentablemente no se han deslindado. Nuestra oposición ha demostrado ampliamente al país que a todo se opone, pero nada propone.