Horas importantes se juegan en Bolivia, y no sólo para el pueblo boliviano, sino para toda Latinoamérica.
Quien lo ha entendido cabalmente es el Presidente Chávez, que convocó de urgencia el miércoles 23 en Caracas a los Presidentes de Nicaragua, de Bolivia y al vice de Cuba Carlos Lage.
El 4 de mayo es la fecha para el referéndum autonómico de Santa Cruz de la Sierra, al cual le seguirán los de Pando, Beni y Tarija y muy posiblemente Cochabamba y Chuquisaca.
Ese referéndum, impulsado por lo más reaccionario y racista de la oligarquía boliviana, se convertirá en el termómetro de la lucha entre el viejo orden de cosas y las reformas (no una revolución social) que quiere llevar adelante Evo Morales.
Ese día es el primer paso en la amenaza por separar el sur de Bolivia antes que permitir la más tenue reforma.
Pero, ¿cómo se llegó a esto?, ¿cuáles son las causas que explican que a dos años de la asunción de Evo Morales, con una cantidad abrumadora de votos y a caballo de una insurgencia popular vasta y profunda, hoy la derecha haya enterrado prácticamente la Constituyente que debía refundar el país y se plantee - además - la secesión con un importante peso de masas? Ésta, y muchas otras, son las preguntas que surgen primero.
Que en esto está metido el imperialismo no cabe duda; ¿pero acaso se pensaba que podía ser otro su papel?
América Latina es clave para los yankis; somos el patio trasero. Estamos dentro del llamado espacio vital; de allí que cualquier intento de ruptura o cuestionamiento -por más tibio que sea- con el orden imperial disparará por parte de éste una batería de políticas desestabilizadoras. Mucho más cuando la región se encuentra sacudida por una marea antiimperialista que amenaza extenderse. La existencia de la Venezuela bolivariana, de Cuba, Bolivia y Ecuador, como la posible consolidación del ALBA son cosas que el imperio no está dispuesto a tolerar así como si.
Si a eso le agregamos que en estos países las élites tradicionales no están dispuestas a resignar ni una ínfima parte de su renta, tenemos la conjunción de fuerzas para trabajar en la desestabilización de los gobiernos.
El inicio y el meollo de la cuestión boliviana guarda algún parecido con lo que está sucediendo (en lo económico) en la Argentina.
Lo que dispara el conflicto es la decisión de Morales de destinar una parte del IDH (Impuesto Directo a los Hidrocarburos) hacia las arcas centrales, a efecto de poder realizar cierta política social, sacándoles recursos de la órbita de las Prefecturas.
Es esta medida la que servirá de pretexto -y caballito de batalla- a la burguesía de la llamada “Media Luna” para aglutinar tras de la bandera de la soberanía regional sobre los recursos energéticos a la pequeña burguesía y a sectores trabajadores, e incluso algunos grupos originarios de los departamentos de Beni, Pando, Tarija y Santa Cruz.
La derecha había quedado políticamente golpeada y con sus principales partidos desaparecidos después de las formidables movilizaciones que supusieron la guerra del agua y la del gas, que terminaron echando a Sánchez de Lozada de la presidencia y alumbrando la llegada de un gobierno indígena por primera vez en la historia de Bolivia. Encontró en este pretexto la forma de intentar poner freno a las tibias reformas que suponen la nueva Constitución Política del Estado -que junto a la nacionalización de los recursos energéticos- habían sido los puntos unificadores de esas movilizaciones.
¿Guerra civil?
Si bien no se puede descartar un desenlace de esa naturaleza por las condiciones políticas tanto como por la historia de Bolivia, son significativas las declaraciones de Oscar Ortiz, Presidente del Senado, Hoz de Vila, Presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara Alta y de Roger Pinto, senador. Todos ellos connotados políticos de la derecha boliviana, integrantes del PODEMOS.
En una visita a Brasilia declararon que “el referéndum es un “blindaje” ante la eventualidad que el gobierno de Morales quiera imponer la Constituyente”. Para agregar “no está en discusión la legitimidad de Morales, ni el derecho a implementar un gobierno socialista”. El problema, dicen, “es que el modelo de Morales no es socialista democrático como el de Lula en Brasil, Bachelet en Chile, Tabaré en Uruguay o Zapatero en España”
Toda una definición de la burguesía en boca de sus políticos que muestra que no tienen problemas en que Morales o algún otro representante de los pueblos originarios gobierne siempre que lo haga como Lula, Bachelet o Tabaré, entre algunos de los numerosos ejemplos que hoy podemos nombrar en la exótica fauna política reformista latinoamericana.
Evo Morales, por su parte, en vez de movilizar al pueblo contra las amenazas separatistas acaba de ofrecer -el día 23 de abril- una disminución del 20% en el porcentaje del IDH, que fue rechazada por los Prefectos de la Media Luna. Meses antes le habían rechazado una propuesta de acuerdo para limitar las definiciones de la Constituyente.
Su política ha sido la de desmovilización permanente, intentando infundir en el pueblo confianza en el Ejército boliviano, que no se sabe por qué misterio se opondría (esta vez) a los designios de la clase a la cual siempre sirvió y en defensa de la cual cometió los mayores crímenes.
Los argumentos son casi un calco de los que el reformismo chileno, por boca de Salvador Allende, esgrimía respecto al Ejército y a Pinochet hasta horas antes del golpe. El único argumento distinto es que la burguesía de La Paz no estaría a favor de la secesión pues perdería poder. Al contrario, porque es más inviable todavía una Bolivia capitalista sin sus sectores más dinámicos es que la burguesía de La Paz irá detrás de los que realmente manejan la renta nacional, como lo viene haciendo hace años.
Lo más increíble de esto es que esos silogismos provengan de gente que se llama revolucionaria, socialista y hasta guevarista.
Y es acá donde reside el motivo por el cual la derecha pudo recomponerse y ahora arrinconar al gobierno: en la incapacidad del mismo producto de su reformismo.
La derecha sabe esto. Ha venido tanteándolo en las innumerables disputas en torno a la Constituyente. Y en todas ellas el gobierno de Evo retrocedió, intentó poner paños fríos y alcanzar acuerdos con la oligarquía.
El ideario del MAS y de Evo Morales es una revolución aséptica, sin ese horrible ingrediente de muertos y de violencia, con lo cual reniega de la propia historia del movimiento de masas que lo llevó al poder.
Sin los innumerables sacrificios, sin los muertos incluso que costó echar al Goñi, él no estaría donde está.
En la formulación de García Linera -vicepresidente de Bolivia- de que no se puede pasar al socialismo porque para ello es necesario antes un desarrollo capitalista está expresada parte de la traba ideológica de este Movimiento.
García Linera ignora, o pícaramente oculta, que Bolivia es como es justamente por ser capitalista. Que ése es el lugar a que la condenó el mercado mundial y su clase dominante, y que sólo una ruptura revolucionaria con el mismo (es decir, con la vía capitalista) puede ofrecerle una salida a todo su pueblo.
Hoy
Bolivia, Venezuela, Ecuador, Argentina… toda América Latina está regada, en mayor o menor grado, de lucha, de rebeliones. Pero las mismas no han contado con una dirección realmente revolucionaria. Ese papel ha caído en manos de sectores a lo sumo reformistas.
Desde la izquierda revolucionaria hemos sido incapaces de gestar movimientos de masas que nos permitan la lucha por el poder. Ese es parte del desafío.
Pero para ello -entre otras cosas- es imprescindible elaborar una teoría de la revolución latinoamericana. Una teoría que asentándose en la tradición leninista, sea capaz de capturar el desarrollo real de nuestras sociedades. Definir los lugares de más alto desarrollo del capitalismo y por ende los centros que harán posible una revolución socialista aun en los países que como Bolivia están atrasados con respecto a las metrópolis.
Quizás tengamos que comenzar a pensar que no se trata sólo de una coordinación y de solidaridad, sino de una inteligencia única y común para toda Latinoamérica, por lo menos hoy.
Mientras tanto, o como parte de la tarea más inmediata, desplegar una activa campaña de esclarecimiento con los millones de compatriotas bolivianos que viven con nosotros. Una campaña de denuncia de los planes de la derecha boliviana y un apoyo crítico al gobierno de Evo Morales, señalando la necesidad de la construcción de una verdadera alternativa revolucionaria.
Trabajo, Dignidad y Cambio Social
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