La oposición que se le hace al Gobierno venezolano, tanto nacional como internacionalmente, es asombrosa, brutal; la historia se repite. Las nuevas ideas, los nuevos planteamientos, siempre han sido adversados por el estamento político existente en el momento; si fuera por este, la humanidad no habría cambiado nunca. La Iglesia católica, por ejemplo, ha sido enemiga pertinaz de toda transformación. Se ha opuesto a la ciencia, a la cultura no católica, a la investigación, al sistema democrático en sus inicios cuando no le servía y a toda hendija que se ha abierto en la historia hacia el progreso.
La mentira es un instrumento político de esa oposición; desde la prensa mendaz norteamericana y la española hasta miserables medios de información venezolanos.
También la incoherencia forma parte del engaño, como cuando en las marchas callejeras o programas de televisión la oposición grita a todo gañote "¡Libertad! ¡Democracia!" después de pedir impunemente ahorcar al presidente Chávez o darle un tiro en la cabeza.
La tolerancia, una especie de respeto a la libertad ajena, es una de las virtudes de la democracia; pero cuando la injuria se extralimita, no debe ser tolerada porque horada las instituciones y a la larga desestabiliza el sistema democrático de gobierno. En Venezuela, los medios de información y algunos políticos han desbordado los límites de la decencia pública y ya se habla de asesinar al Presidente como una simple solución. Para poder enfrentarse a las agresiones extranjeras, el Gobierno debe controlar primero los desafueros de una oposición que tiene el tufo de la traición al apoyar a la oligarquía colombiana cuando esta agrede a nuestro país. No se necesitan nuevas leyes. En nuestro ordenamiento jurídico vigente se contemplan las sanciones punitivas a las violaciones de la moral política. El ejemplo de Cuba es suficiente. Está viva porque supo defender su integridad y su dignidad en contra de la perversidad de la canalla mundial y sin importarle la opinión internacional fascista decidida a liquidar a todo lo que asome en el mundo con un tinte de soberanía y de decoro.
Abogado