En horas apenas se estará produciendo en la hermana república de Bolivia una nueva provocación del imperialismo norteamericano y de la oligarquía criolla. El referéndum autonómico en la provincia de Santa Cruz pone al país al borde de un enfrentamiento violento como hace muchos años no sucedía en América Latina.
El racismo, y la ansiedad de seguir explotando a los pueblos originarios y a la clase obrera y campesina, marcan la ideología de una oligarquía decadente y entreguista, que sólo amenaza e insulta a aquellos que considera más débiles para ser condescendiente con sus amos imperiales. La historia se vuelve a repetir otra vez, pero esta, como comedia grotesca y repugnante.
Cuando votaron el estatuto autonómico que hoy pretenden refrendar en elecciones ilegales y fraudulentas, estos parásitos cantaron para festejarlo el himno de Santa Cruz que reza entre sus versos la frase “España grandiosa”. Se oponían a una constitución cuyo pecado más terrible es pretender el reconocimiento de 36 nacionalidades distintas de los pueblos originarios, que habitan ese territorio, luego de 400 años de opresión y explotación sanguinaria. Ofende el sentimiento de esta oligarquía, que al frente del gobierno nacional este un aymará que no reniega de sus antepasados. Este líder ni siquiera habla de socialismo. Sin embargo, algunas medidas como la nacionalización de ENTEL o la compra de un paquete accionario de alguna empresa petrolera, para alcanzar una mayoría en la posibilidad de decisión y en la administración, molestan de tal manera que con la sangre en los colmillos, la oligarquía cruceña, descendientes de aquellos traidores que se aliaron con los realistas en las guerras de independencia del siglo XIX, se molesta y pretende aplastar nuevamente a esos pueblos. Quieren borrarlos de la faz de la tierra, preparan un genocidio para quedarse con el gas, el agua y la tierra.
La humillada, la maltratada Bolivia, tiene uno de los pueblos más heroicos y luchadores de todo el mundo. Los últimos 50 años no se han detenido las insurrecciones, las revoluciones y los levantamientos. En esas tierras entregó su vida el Che Guevara en una demostración de internacionalismo revolucionario que todavía hoy es ejemplo para las nuevas generaciones.
La lucha de ese pueblo por su supervivencia tuvo jornadas históricas, sin fusiles ni armas, los mineros de Cochabamba y Potosí derrotaron a punta de dinamita a una jerarquía de ejército tan cobarde como sicaria. Esos mineros fueron de los primeros entre la clase obrera latinoamericana en intentar llevar a la práctica un programa revolucionario obrero y socialista, como el que expresaban las Tesis de Pulacayo. Desde entonces, desde la Revolución del 52, con más o menos suerte, la oligarquía insiste en aplastarlos.
Pero en los últimos años, con la Guerra del Agua del 2000, o con las Guerras del Gas en 2003 y 2005, todos los gobiernos pro imperialistas, hasta el del presidente que pasará a la historia por no saber hablar siquiera español, sino que hablaba en norteamericano, el Goñi, Sánchez de Losada, fueron expulsados uno a uno hasta que en la segunda elección consecutiva tuvieron que aceptar que Evo Morales había llegado al gobierno. Y Evo llega montado en esas insurrecciones. Y es a esas insurrecciones a quienes están atacando la oligarquía y el imperialismo, en última instancia quieren derrotar a ese pueblo insurrecto.
El capitalismo de principios del siglo XXI es tan decadente y podrido que tiene como recurso ideológico las ideas del nazismo, es la oligarquía cruceña, tratando de indio, campesino e inculto al presidente que los bolivianos eligieron. Ellos, los blancos de Santa Cruz y la media Luna, los dueños de las tierras y los pretendidos dueños del gas y el petróleo, no pueden tolerar que “esos indios” puedan recibir ni siquiera una parte de esos recursos para salud y educación, o para comer al menos una vez al día. Estos “autonomistas” bolivianos son tan parecidos a Uribe, el presidente de la para política, el cínico que invade Ecuador descaradamente, que comparten su destino de lacayos de los yanquis. Y como sirvientes que son, están dispuestos a bañar de sangre su propio país por complacerlos.
Pero tienen que entender que esta es una ofensa a los pueblos de todo el continente. Desde el sur del río bravo, hasta la Tierra del Fuego se sentirá temblar el suelo si se atreven a intentar lo que parece que quieren hacer. El pueblo boliviano debe reclamar de su gobierno las medidas políticas y económicas que sean necesarias para debilitar a esos canallas. En primer lugar tiene que dar de baja a toda la cúpula de las fuerzas armadas muchos de los cuales se presentaron o presentan en públicas misas al lado de los secesionistas de Santa Cruz. En segundo lugar tiene que cumplir el pedido del pueblo y distribuirles armas para que se defienda. En tercer lugar tiene que movilizar a toda la población para enfrentarlos. Pero sobre todo, y mucho más importante que cada una de estas medidas, tiene que tomar las decisiones económicas que sirvan para debilitar a esa oligarquía y a sus jefes imperialistas. La nacionalización sin pago de todos sus bienes, la expropiación de las tierras para que sean sometidas a una reforma agraria integral. La expropiación de sus depósitos y la denuncia y exigencia de devolución del dinero que tengan en las cuentas que en el exterior poseen. La suspensión del pago de toda deuda exterior, así como destinar todos estos recursos a un plan integral de desarrollo para cambiar radicalmente la vida de los trabajadores y pueblo boliviano.
La espada de bolívar recorre el continente y se encuentra con la legendaria figura del Che Guevara. Segunda independencia, gran patria latinoamericana y revolución socialista, son las banderas de la nueva época.
Desde Venezuela, la tierra de la revolución bolivariana, Marea Socialista llama a los gobiernos que se reclaman progresistas a impedir que este crimen de lesa humanidad se produzca. Pero sobre todo convoca a los pueblos, a los trabajadores, a los jóvenes, a los integrantes de los pueblos originarios de todo el continente a no permitir que Bolivia, la hija del mariscal Sucre, sea descuartizada como Tupac Amaru. Desde la clase obrera más avanzada, pasando por los campesinos, los jóvenes y los pueblos del continente tienen que ponerse en guardia. Y estos pueblos debemos hacer una promesa: si se atreven a ir contra Bolivia, esa tierra será la tumba del imperialismo yanqui en Nuestra América.
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