El proceso político venezolano como es bien sabido, estuvo dominado en la cuarta República por el bipartidismo (AD y COPEI). Dueños absolutos, omnipotentes y omnipresentes en todos los ámbitos de la realidad nacional; pero al mismo tiempo testaferros del gran imperio.
Eran tiempos de la “Democracia aceptada y representativa”, donde los votos no servían de mucho; porque nada se salía del molde de la alternancia, no había “pataleo” que valiera, y ni pensar mirar a la izquierda. Ambos partidos lograron calar en lo más profundo del tuétano cultural “adeco es adeco hasta que se muera” y sin buscarle cinco patas al gato.
Qué tiempos aquellos, los de la lámina de zinc, acta mata votos, disparen y averigüen después, sólo por nombrar algunos; pero jamás pensaron los “zorros políticos” que el pueblo se cansaría o despertaría en algún momento. ¿Quién iba a pensar que Acción democrática (AD) y el Comité de Organización Política Electoral Independiente (COPEI) iban a “caer en desgracia”?. A toda cuarta le llega su quinta y todo pacto tiene su Febrero.
Lo cierto es que los tiempos cambiaron, el viejo modelo político no dio para más, dejando entrever una implosión social que con el devenir abría el camino a una nueva opción, una esperanza pintada de pueblo, un torbellino, una nueva forma de hacer política; es decir una democracia participativa, donde lo social está en primer lugar.
La cara trágica de los partidos ya era pública en el escenario político frente a una figura que daba muestras de victorias, frente a un Chávez que volvió del “por ahora” con su Movimiento V República para hacerle frente a los “saurios” de la política. Es así como desde el triunfo de Chávez (1998) la historia se contaría de otra forma, los viejos partidos se estremecían y buscaban acercamiento para no perder de un todo el poder. ¿Cómo hacerle frente a un pueblo fielmente representado por un hombre? ¿Cómo congeniar con un paradigma totalmente contrario al acostumbrado?, es necesario un reacomodo de fuerzas, la “unión” en un gran partido y por supuesto la conspiración a la vuelta de la esquina.
Por un lado el “Chavismo” asentaba sus bases en el pueblo que veía reivindicados sus derechos, que por vez primera era protagonista a través de la trasferencia de poder desde el gobierno central y por otro lado los intereses económicos y oligárquicos representados a través de los partidos políticos en franco enfrentamiento con el poder ejecutivo. ¿Cómo no recordar a la coalición terrorista llamada Coordinadora democrática?, agrupación de partidos políticos, asociaciones civiles y ONG venezolanas opositoras a la administración de Hugo Chávez, fundada el 17 de octubre de 2002 con características supra-organizacionales, que reunía movimientos de diferentes ideologías y con el único fin de derrocar al Presidente Chávez mediante la puesta en práctica del trágico paro petrolero.
Es un hecho que los viejos partidos políticos han entrado en una crisis profunda en éstos últimos 14 años, han perdido credibilidad y apoyo popular, para muestra lo sucedido muy recientemente (elecciones presidenciales 07 de Octubre de 2012) con la mal llamada mesa de la unidad que pretendía darle la estocada final a la Revolución Bolivariana colocando en la palestra electoral a un candidato unitario (Henrique Capriles) que reuniría a la mayoría de los votantes sin distingos partidistas; pero a la final, lo que ellos llamaban “mesa de la unidad” terminó convirtiéndose en una prueba de fuerza, ver quien sacaba más votos y por ende mayores beneficios políticos; porque la verdad del asunto es que en materia democrática nunca han logrado una verdadera alianza con tantas pugnas internas.
¿Y dónde quedó esa mesa de la unidad? Por más que fingieron, por más que hablaban de sólida unidad, por más que se mimetizaron con un discurso casi socialista, el pueblo no les creyó, ya estos partidos perdieron vigencia, la sociedad reclama otras cosas, es necesario un Estado de bienestar social, de paz y justicia, las mayorías han optado por el modelo socialista desde el primer triunfo de Chávez, lo que significa que hay conciencia política y plenas certezas y lo más importante aún, se sienten partes del proceso revolucionario, han transcendido más allá del partido.
Caso contrario sucede en la oposición, no hay proyectos, propuestas sinceras, pretenden usar al pueblo como siempre lo habían hecho y jamás han entendido que la realidad reclama una nueva práctica política, que el sectarismo pasó de moda y que es el pueblo quien decide, tal como ha decidido en los recientes eventos electorales del 07 de Octubre de 2012 y el 16 de Diciembre del mismo año, coloreando 20 de los 23 Estados de rojo rojito.
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