Venezuela resiste

Es una afirmación: el pueblo y el gobierno venezolanos están resistiendo el más feroz embate del imperialismo norteamericano. También es un clamor: Venezuela ¡Resiste! Es el grito vigoroso de los pueblos emancipados de la América Nuestra que ven en la Revolución Bolivariana la alternativa democrática para la justicia y el bienestar. Entre la afirmación y el clamor tendrá que tejerse, no la solución a un diferendo, sino la plena confirmación del pueblo de Bolívar como soberano y dueño de su destino. No puede tratarse de la solución de un diferendo porque ello implica la concesión entre las partes lo que, en cualquier escenario, significaría la desviación del proceso emancipador. La oligarquía solamente concedería la retirada de la violencia callejera, cosa que por sí sola se está materializando, en tanto que al régimen bolivariano se le exige la retirada de las políticas que le han entregado el poder al pueblo.

Desde la elección de Chávez como presidente y la adopción de la nueva constitución, el régimen ha operado como un sistema político y económico mixto proclive al socialismo, entendido como el anhelo y la acción popular por la justicia y el bienestar, pero que incluye la iniciativa de los particulares y la garantiza dentro del marco constitucional. La constitución establece un régimen democrático de carácter participativo, que no se agota en su expresión electoral para la designación de los gobernantes, sino que incluye la revocación del mandato de manera practicable, así como las figuras de la consulta popular y de la acción comunitaria directa. Ciertamente no es éste el camino más cómodo hacia el socialismo; la conciliación de intereses sociales con los individuales resulta difícil, pero eficaz; lo cómodo y fácil es la dictadura pero resulta ineficaz. Entender lo anterior permite comprender la razón del permanente estado de convulsión en la sociedad venezolana: así es la democracia. Nada más alejado de la dictadura. Tal es el gran valor del librito azul que enarbolaba Chávez y repite Maduro: la Constitución Bolivariana.

La lógica democrática así entendida, se rompe cuando interviene, por encima de los intereses nacionales en pugna, el afán hegemónico imperial. Se le rechaza no sólo por un prurito de soberanía y dignidad nacionales, sino por su clara contradicción con el anhelo de justicia y bienestar de la población. Decía Simón Bolívar en 1828: “Los Estados Unidos parecen estar destinados por la Providencia para plagar la América de miseria en nombre de la libertad”. Cuánta razón tuvo, no era una profecía, sino un claro entendimiento de la esencia imperial de esa nación. Ya Bolívar lo sufrió cuando, por las insidias del embajador yanqui, se dio la traición de Santander; cuando se enfrentaron el sueño anfictiónico de la Patria Latinoamericana y la Doctrina Monroe y su Destino Manifiesto de dominio gringo sobre la América toda, debidamente atomizada en pequeños estados en conflicto.

Hoy, del otro lado de la mesa en que se procura la conciliación para la paz, como invitado de piedra, el Tío Sam manipula los hilos del titiritero, disfrazando de interés democrático su real empeño de dominio, entre otras cosas, de la colosal reserva de hidrocarburos venezolana; la quieren toda. Washington aplica la más moderna y sofisticada tecnología para la desestabilización jamás vista, además de una carretonada de dólares para comprar voluntades traicioneras. Gilberto López y Rivas ha documentado con excelencia cómo los gringos han llevado la investigación antropológica al campo de la manipulación de masas, precisamente para servir a sus intereses desestabilizadores. Guerra sicológica, inducción de crisis económica, exacerbación de descontentos y magnificación de errores son ingredientes de la nefasta receta intervencionista.

Hoy conmemoramos el centenario de la invasión yanqui al Puerto de Veracruz y la heroica defensa por sus pobladores. Los mexicanos no podemos darnos por ignorantes de lo que hoy sucede en Venezuela; es continuación perfeccionada de la política que nos arrebató la mitad del territorio y nos ha mantenido sujetos al dominio imperial. Un mínimo de dignidad obliga a la solidaridad con el pueblo venezolano –Bravo Pueblo- para continuar el complicado camino hacia la verdadera independencia.







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Gerardo Fernández Casanova


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