La Santa Inquisición era simple. Recomiendo un librito breve, denso y execrable: Manual de Inquisidores, de un simpático cura y santo varón llamado Nicolau Eymeric. Sería risible si no fuese trágico.
Ejemplo: la parte acusada no podía convocar como testigos a familiares y sirvientes porque se supone que declararían en su favor. Pero si declaraban en contra sí valía el testimonio. Así, de esperpento legal en mamarracho moral, la acusación equivalía a la culpabilidad y la hoguera. Y las acusaciones eran tan vagas y borrosas como «ritos judaizantes» o hechicería. Judaizante sería, supongo, negarse a comer cochino o celebrar el Yom Kipur encaletado. Pero ¿brujería? Con dos te miro, con tres te ato, la sangre te chupo y el corazón te arrebato. Será… En realidad era esa misoginia eclesial tradicional que desconfía hasta de las santas, cuantimás de mujeres que estaban buenas y encima no se sometían. Les raspaban un fósforo.
Ahora las acusaciones inquisitoriales no son por magia sino por terrorismo y por violación de derechos de autor. Y es peor que la Inquisición porque ahora invaden países, hacen bombardeos «humanitarios», torturan, exterminan, se orinan sobre los cadáveres, todo, como ves, altamente civilizado y cristiano. No todo progreso es positivo.
El FBI recibe una acusación de un particular, Sony, Universal, Mesa de Unidad, no sé, y procede a cerrar el sitio Web imputado aplicando las típicas leyes extraterritoriales gringas. Así cerraron a Megaupload alojado en un servidor suizo y mandaron a poner presos a sus dueños en Nueva Zelanda. Los medios enseguida bañaron de estiércol a uno de ellos: cometió crímenes horrendos como tener piscina, éxito con las damas y gozar en fiestas. Es cuando el capitalismo se devora a sí mismo, porque se supone que todo eso es signo de ganador. Pero divago.
En realidad al FBI se le importan una higa los derechos de los creadores. Lo que vale es darle una nueva vuelta de tuerca al clima de represión imperial, mantener a la gente en estado de terror, que cualquier desliz puede traerle consecuencias desastrosas.
Y también que las empresas de contenido no entienden que los tiempos cambiaron (asómate por http://j.mp/aPCUGI). Como suelen, perderán, pero causarán daños y retrasos históricos.
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