Ante todo, quiero dar gracias a este tremendo concepto informativo, que es APORREA. Un medio no al servicio de parcelas de poder, ni de derecha ni de izquierda, sino al servicio de la revolución verdadera, del socialismo consecuente, al servicio del pueblo y de sus liderazgos naturales, que no impuestos.
He decidido comenzar este episodio de mi trayectoria revolucionaria, ahora como articulista de este prestigioso medio y con un tema por demás neurálgico que se ha transformado en una de nuestras trincheras de acción: los privados de libertad.
Para nadie es un secreto: una inmensa masa de estos ciudadanos en desgracia está injusta e ilegalmente privados de libertad y, peor aún, más del cuarenta por ciento de la población penal es sembrada ya no solo en drogas, sino también en delitos varios. Pero lo más triste es que hoy por hoy, a consecuencia de lo anterior, cualquier funcionario con mínimo ?poder? amedrenta y hasta extorsiona al ciudadano de a pie. Hasta por los más miserables motivos: al ?todo poderoso funcionario? le gusta la novia de alguien o no le gusta fulano de tal para su hija, o porque no le dan dinero, actúa por encargo o simplemente porque le da la gana o para ganar ascensos y/o proyección política. Pero eso no es lo peor, sino que este ciudadano victimizado por miserias humanas y que son muchísimos luego pasa a manos de un fiscal del ministerio público, que lejos de garantizar derecho alguno, conforme le es debido y ordenado en el artículo 285 de la ley madre de la república, actúa en más de las veces como un acusador de oficio que como garante de la norma. En ese calvario procesal, son llevados ante jueces que según el artículo 26 de la norma constitucional deben ser tutores de los derechos ciudadanos, pero contrariamente proceden como sendos inquisidores, es decir: distinto a presumir la inocencia como el principio de buena fe y que la ley les ordena, presumen culpabilidad y hacen de la excepción la regla para justificar la privativa de libertad, en franca, abierta y descarada violación de los derechos constitucionales, ciudadanos y humanos. Ejercicio procesal que por lo demás recae siempre en los débiles económicos o, lo que es lo mismo, los débiles jurídicos.
Pero, por si esto no fuera ya suficientemente grave, parecieran ignorar desde sus cetros de poder que con este tipo de actuación propician una acelerada degeneración de la estructura de comportamiento, pensamiento y socialización de la sociedad toda, pues cantidades de seres humanos, nada despreciables en su número, son enviados a ese laberinto del inframundo carcelario.
Valga la excepción, para valorar los extraordinarios esfuerzos de la camarada Iris Varela, y de su equipo, para cambiar esta realidad. Aunque, y hay que decirlo, todavía distan mucho estos centros penitentes de ser centros de regeneración de ciudadano alguno (salvadas excepciones), sino más bien universidades para la delincuencia y verdaderos manantiales de tristezas y auténticos sepulcros de alegrías y de seres vivos: no solo hombres y mujeres en desgracia, en su gran mayoría jóvenes, sino las consecuencias pulverizadoras de sus núcleos familiares.
Es menester aupar la contraloría social en estos sectores de la administración pública y por ello la organización que tengo el honor de presidir: ONG. CONCIENCIA Y DIGNIDAD impulsa la creación a nivel nacional, de los Comités Pro-defensa de los Privados de Libertad, con los familiares de los camaradas en desgracia y los Comités Pro-defensa de los Derechos Ciudadanos con los Consejos Comunales, como única alternativa lejana a la burocracia institucional y afianzada en la constitución patria, la Ley Orgánica de Contraloría Social, la Ley Orgánica de Participación Ciudadana y demás ordenamientos atinentes al poder popular.
En el próximo artículo discutiremos la sentencia 875 de la Sala Constitucional del TSJ y su afectación a más de 15 mil privados de libertad en un solo plumazo y con un criterio lejano al sentir socialista que se distancia de la legalidad y de la moralidad revolucionaria. PATRIA, SOCIALISMO, VIDA Y LIBERTAD. Hasta la próxima.
H. Roberts