Leonardo Ruiz Pineda: indoblegable, libertario y vigilante de la probidad

"Matar a Leonardo era tan absurdo y tan inútil como asesinar la mañana, o disparar contra la luz del sol. Matar a Leonardo era tan necio como matar un pueblo. Porque Leonardo era el pueblo. Y el pueblo es eterno, invulnerable, avasallante. Leonardo asesinado es bandera y grito de victoria, y ejército innumerable. En la noche turbia de octubre, como en el rito supremo de la más sangrienta religión los oscuros asesinos entregaron a la patria, transfigurado y definitivo, un héroe y un camino". -Ramón J. Velásquez-

La edición del caraqueño periódico El Nacional del miércoles 22 de octubre de 1952, hace ya 69 años, desplegó en su titular estelar: "Muerto en tiroteo con la policía el Dr. Leonardo Ruiz Pineda. El suceso se produjo anoche a las 8 frente al sexto pasaje de San Agustín del Sur." Así por el estilo, los titulares de la prensa referían la infausta noticia, acompañada de una grafica del cuerpo ensangrentado e inerte del "Ruiseñor de la Libertad" (como le llamó Guillermo García Ponce); titulares comedidos, evitando enojar la censura del régimen. La versión de la dictadura era la única, recuerdo que un reportaje publicitado en una vieja revista que reposaba en la biblioteca de mi casa hacia un análisis, ya pasados los años, sobre ese trágico suceso. Se mostraba dentro del vehículo donde viajaba Leonardo una botella de whisky y la versión oficial llegaba hasta especular que este líder clandestino estaba de rumba. Incluso que el disparo que recibió provino de sus propios compañeros.

Nada de esas burdas especulaciones, ni los tímidos titulares de la prensa de la época pudieron quebrar lo que ese día quedó sembrado para siempre en el corazón de la Venezuela conmocionada, Leonardo Ruiz Pineda cae asesinado por un disparo proveniente de los esbirros de la Seguridad Nacional, ofrendando su vida a la noble causa libertaria que 6 años después se cristalizó el 23 de enero de 1958 con la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez.

Leonardo Ruiz Pineda, nacido en Rubio, estado Táchira en 1916, abogado y periodista ejerció importantes cargos públicos antes de convertirse en la figura más importante de la lucha por instaurar en la Venezuela de la época la democracia y por ende una república civil. A partir del Golpe de Estado contra el general Isaías Medina Angarita el 18 de octubre de 1945 y la instalación de la Junta de Gobierno presidida por Rómulo Betancourt, Leonardo asume la Secretaría de la Junta y posteriormente es designado gobernador del estado Táchira; en 1948 bajo la presidencia de Rómulo Gallegos fue designado Ministro de Comunicaciones.

El golpe militar encabezado por Delgado Chalbaud y Pérez Jiménez contra el presidente Gallegos el 24 de noviembre de 1948, lleva a prisión, como a muchos dirigentes de Acción Democrática a Leonardo Ruiz Pineda. Puesto, un año después, bajo libertad condicional y ante la oleada de dirigentes sacados al exilio y la detención del Secretario General nacional de AD, Luis Augusto Dubuc, Leonardo asume las riendas de la organización, comenzando así su obra estelar que culmina con su martirio. Su leyenda crece a lo largo y ancho del país, nunca antes AD había contado con un conductor que supo conjugar destreza, inteligencia, humildad, simpatías, coraje, unidad, disciplina y disposición para sentar las bases de un movimiento clandestino sembrado en el corazón de los sectores populares; logrando que tan aguerrida dirigencia de la época asumiera la lucha de la resistencia cívica bajo la más absoluta disposición y entrega, bajo el manto de una organización que hoy día, muy poco o nada exhibe de tan encumbrado talante de los años 50.

Su entrega a la lucha por la libertad de Venezuela, así como su pensamiento político quedó plasmado en el prologo, por el redactado (pocos días antes de su muerte), al libro conocido como "el Libro negro de la Dictadura" - "Venezuela bajo el signo del terror"- editado por José Agustín Catalá. Estudioso como era de la compleja situación por la que transitaba la Venezuela de entonces, Leonardo hace un diagnostico de la situación política del país, sienta las bases filosóficas de la lucha llevada a cabo por la resistencia bajo la dirección de Acción Democrática y expresa en dicho documento la posición de la organización frente a los problemas fundamentales del país.

En el escrito, Leonardo explicaba las razones tácticas y estratégicas de la acción clandestina, proponiendo una fórmula de entendimiento nacional para solucionar la crisis histórica que confrontaba el país, explanando las razones por las cuales Acción Democrática pide la abstención del electorado en los comicios convocados por el Gobierno para noviembre de 1952.

Leonardo descartaba el camino de un nuevo golpe militar para recuperar la legalidad perdida. Insistía en una larga batalla, imponiendo un rígido comportamiento a la militancia, desenmascarando las pretensiones al dominio absolutista del régimen, combatiendo la inmoralidad administrativa y denunciando el tráfico escandaloso con los dineros públicos.

Por ejemplo, sostenía el líder de la Resistencia que "con la jornada electoral de noviembre de 1952, el gobierno militar buscaba simplemente pasar su culpable gestión por el cedazo de los comicios y ser absueltos del pecado de la usurpación. Con un pueblo amordazado, sin garantías, con AD y el PCV ilegalizados y hostilizados los demás partidos, con cárceles llenas de presos políticos, con cientos de venezolanos en el exilio, con torturas y campos de concentración como Guasina, no habrían elecciones legítimamente soberanas".

No solo Acción Democrática, también el resto de las organizaciones comprometidas con la lucha por la derrota definitiva de la tiranía, veían en Leonardo el más destacado de los liderazgos de la época, incluso en momentos en que existían posiciones y criterios encontrados, muy especialmente en cuanto a la participación en las elecciones para elegir la Asamblea Constituyente con el propósito de redactar una nueva Constitución y elegir un nuevo presidente.

El 21 de octubre de 1952, su vehículo es interceptado por la Seguridad Nacional en una calle de San Agustín del Sur en Caracas. Viajaba junto a David Morales Bello (conductor), Segundo Espinoza y Leoncio Dorta; Leonardo fue delatado, la policía acordó acorralarlo en San Agustín. Se dio la orden al chofer de detener el vehículo, la cual acató. Uno de los funcionarios de la Seguridad Nacional (SN) que iba en moto, descendió de ella y caminó hasta la ventanilla del automóvil, exigiéndole a Leonardo su identificación. Por supuesto, el funcionario la revisa y le dice que esa identificación es falsa y que él se llama Leonardo Ruiz Pineda; ordena que todos bajen del auto para ser detenidos, sorpresivamente se arma una balacera, a Leonardo lo intentan sacar del sitio, pero los funcionarios disparan a su humanidad, quedando tendido su cuerpo en medio de la calle.

Leonardo no vio sucesos inmediatamente posteriores a su asesinato como la militancia de AD desmoralizada ante su infausta desaparición; las elecciones de noviembre de ese año que gana abrumadoramente URD, sin embargo, en horas de la madrugada posterior a la gesta cívica, se producen cifras adulteradas; la dirigencia política en la resistencia conmina al líder urredista Jóvito Villalba a lanzar el pueblo a la calle y a declarar una huelga general en defensa del triunfo que se veía amenazado, pero éste se niega, sin embargo es sacado del país a la fuerza y, en definitiva el fraude se consuma.

Leonardo representó para su época las cualidades y ejemplos de un líder político que asume con entereza, claridad ideológica, responsabilidad y acierto la tarea histórica encomendada; sin duda que su legado es traicionado por quienes finalmente condujeron las riendas de AD. En la medida en que los conflictos internos azotaban a esa organización, esta se alejaba de sus postulados iníciales y eran echados de una u otra manera hombres como Sáez Mérida, Domingo Alberto Rangel, Raúl Ramos Giménez, Prieto Figueroa, Paz Galarraga Salóm Mesa y Adelso González. Con cada uno de ellos se iba un pedazo del legado de Ruiz Pineda, de Pinto Salinas, de Alberto Carnevalli y hasta de militares patriotas como el capitán León Droz Blanco.

Leonardo murió como Epaminondas, a decir de Eduardo Blanco, "…en los brazos del triunfo y la gloria, haciendo votos por aquella patria que abandonaba cuando más necesarios se le hacían todos sus hijos". Sobre su asesinato aún se recuerdan frases perennes como la pronunciada por Andrés Eloy Blanco desde su exilio en México: "Leonardo vivo era un soldado invisible. Leonardo muerto es un soldado invencible". Y a 69 años de su partida física cabe rememorarlo en el acertivo mensaje de Cicerón: "Todas las almas son inmortales, pero las de los justos y héroes son divinas."



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Victor Barraez


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