El ghetto
de Varsovia tenía una extensión de seis kilómetros y medio, tenía
un alto muro protegido con alambradas de púas y en el llegaron a habitar
más de 400 mil judíos, que terminarían rebelándose en el año 1943.
Antes de que esto sucediera, los ocupantes alemanes permitieron el funcionamiento
de la comunidad y para ello llegaron a reconocer a la Judenrat, que
era una organización de los pobladores que se ocupaba no sólo de los
asuntos religiosos y de beneficencia, era, “mutatis mutandi”,
una especie de municipalidad que funcionaba dentro de una inmensa prisión,
como lo es hoy el territorio de Gaza. La dirección del ghetto,
a cargo de la Judenrat, era la responsable directa por el funcionamiento
de los servicios que debería tener una ciudad, pero como la Judenrat
estaba dominada por los judíos ricos, terminó siendo utilizada, no
para ayudar a la comunidad, sino para satisfacer las exigencias de los
alemanes. No es casual entonces que en Varsovia, miles de jóvenes pobres
muy bien organizados se levantaron contra el ejército invasor alemán,
movimiento que estaba dirigido por Mordejai Anielewicz, sionista de
izquierda de sólo 23 años de edad, convertidos de un día para otro
en combatientes de un ejército que libró una guerra asimétrica, largamente
heroica y dignamente comparable con los actuales milicianos de Hamás.
El “ghetto”
de Gaza ahora es sometido a un bombardeo incesante, y como el movimiento
Hamás se ha “diluido” entre la población, los invasores disparan
indiscriminadamente contra cualquier blanco móvil, haciendo caso omiso
de todas las convenciones internacionales que regulan la guerra, llegando
al extremo de bombardear escuelas patrocinadas por la ONU, causando
decenas de muertos, obviamente la mayoría de ellos niños y niñas.
La pregunta que todos se hacen es la siguiente: Los bombardeos aéreos
se realizan para “neutralizar” posiciones enemigas; pero ¿cómo
se justifica que la destrucción que reportan los medios de comunicación
señalan a escuelas, hospitales, mezquitas, casas, etc., como blancos
que son objetos de la destrucción? ¿Es menester utilizar los tanques
de la capacidad que tienen las tropas invasoras para acabar con una
escuela y asesinar a 40 niños y niñas? ¿A qué fin sirven las bombas
de racimo, cuyo escalofriante despliegue reseñan gráficamente los
medios audiovisuales?
El pianista de
Varsovia, ante el bombardeo inclemente que sufría la ciudad por parte
de la Luftwaffe (Fuerza Aérea de Alemania) pudo emitir “en
vivo” a través de la radio estatal polaca el Nocturno Nº 20 en
Do sostenido menor [2] obra póstuma del compositor, también
polaco, Fryderyk Franciszek (Frédéric) Chopin, cuyas notas se ahogaban
ante la lluvia de fuego que caía del cielo. La difusión de la música,
ante el remedo de infierno que era impuesto a Varsovia, fue un bálsamo
momentáneo que mitigó tanto sufrimiento, tanto dolor y tanta angustia,
ya de por sí inenarrables. En este marco se inscribe la decisión del
presidente Chávez de expulsar al embajador de Israel en Venezuela,
que de seguro no detendrá los cañones, ni las bombas, ni evitará
las muertes que seguramente los criminales de guerra aposentados en
Tel Aviv continuarán causando; pero ante la tragedia, esta demostración
de valentía servirá para indicarle a los que sufren que alguien, en
representación de un pueblo digno, y en algún punto de este planeta
que se llama Venezuela, vibra con tanto sufrimiento, con tanto dolor
y con tanta angustia.
Nota:
[*] Ghetto es el nombre de un barrio de Venecia,
en el que antiguamente funcionaba una fundición de hierro y que en
esa época se encontraba alejada de la ciudad. Fue destinada posteriormente
para “alojar” a los judíos, de allí que en lo sucesivo por
la evolución diacrónica de las palabras, tal nombre se utilizó para
designar a los lugares en los que habitaba la comunidad judía, fundamentalmente
en el este de Europa y Rusia. Hoy día un “ghetto”, por la misma
evolución lingüística, es todo aquel espacio de una ciudad o país
que está destinado para albergar determinados grupos étnicos, culturales,
religiosos, sociales o económicos (o todas o en parte juntas). Del
significado original, sólo queda el nombre de la esquina noroeste de
Venecia, porque los judíos ya no viven en “ghettos” sino que éstos
a su vez han pasado a usarlos para que vivan otros, como sucede en Gaza.
El Ghetto de Venecia ha sido notable también porque allí desarrolló
William Shakespeare su obra “El Mercader de Venecia”
Internet: "La Página de
Omar Montilla"