Joven Goicoechea: ¡por favor! hay que saber ubicarse

No debo ni nada tengo de reprochar o de criticar el derecho del joven estudiante Goicoechea a abrazar, profesar, exponer y defender su ideología, porque la libertad de pensamiento existe independiente del sistema político que impere en una sociedad; es decir, cada quien piensa como lo considere conveniente o como le parezca aunque en determinado momento no encuentre manera de expresarlo. Sin embargo, en la Venezuela actual todos y todas tenemos, de una u otra forma, garantía para expresarnos. Incluso, en este país, existe hasta el gozo del libertinaje para confundirlo con libertad de expresión. Sin embargo, todo adversario a una determinada ideología tiene el deber de la crítica para combatir lo que no le perezca coincide con el ideal que profesa. Dicen que ninguna doctrina o teoría desaparece o se extingue hasta que no se haya conquistado en la práctica la esencia de lo que expone, porque todo ideal debe ser comprobado en los laboratorios de la experimentación.

 Nada es más hermoso y próspero que los debates ideológicos donde se exponen las ideas en un proceso de meditación y reflexión. Nada es perfecto, eso es verdad, pero en la Venezuela actual, a diferencia de todo el período anterior de republicanismo para no remontarnos desde el tiempo del aborigen, existen condiciones objetivas y de garantía jurídica para que todos tengamos oportunidades de debatir en el campo de las batallas ideológicas. Que se produzcan escenarios particulares donde eso no es posible por una u otra razón, es la excepción y no la regla en la actualidad de la lucha política venezolana. Que otros escenarios escapen a la metodología académica para el debate es cosa de ubicación ideológica. No es lo mismo, y eso es de fácil entendimiento y comprensión, un debate en una aula universitaria donde todos los días se estudia y se habla de las ciencias al de una casa comunal o una empresa de producción donde las esclavas de la economía doméstica o los obreros son víctimas de un tiempo completo de explotación de la mujer por el hombre y el modo de producción o de los esclavos del trabajo asalariado por los amos de los medios de producción.

 Si a algunos jóvenes en la década de los sesenta, setenta y ochenta –por citar un ejemplo- se les hubiese ocurrido meterse en una asamblea del partido de gobierno de turno a solicitar un derecho de palabra para defender sus ideas del socialismo, no se tenga duda alguna que hubieran ido a parar inmediatamente en los sótanos de la tortura, y los que hubiesen sobrevivido los esperaba un largo período de cárcel. En este momento, lo ha visto todo el que no se ha hecho el ciego y lo ha escuchado todo el que no se ha hecho el sordo, jóvenes de la oposición –incluso sin ser invitados- se han introducido –con valentía sin duda- en escenarios muy adversos y de una u otra manera han dejado escuchar sus planteamientos, y ninguno ha sido ni detenido ni juzgado por ello, aunque se hayan producido algunos hechos de lamentación y que nadie debe imaginarse que esos vienen dictaminados por orden del gobierno. Nada es más pernicioso para un analista político que eso de valerse de alguna particularidad para fijarse el criterio exacto de la generalidad.

 Nadie discute el valor del joven estudiante Goicoechea, su derecho a pensar libremente, su deber a defender sus ideas. De eso también debe gozarlo todo venezolano y toda venezolana, pero es imprescindible ubicarse en las circunstancias de la realidad y no en el desafío abstracto de un pensamiento determinado. Permítame, el joven estudiante Goicoechea, no darle una conseja y menos indicarle lo que debe o no pensar o hacer, sino decirle algunas cosas que de tomarlas en consideración, así lo pienso, de mucho le servirían en su futuro. El hecho de aceptar el debate político o ideológico en un escenario universitario donde la audiencia le resulte adversa a un determinado expositor, por ejemplo, es un acto de valor respetable y admirable. Y mucho más admirable es cuando las normas del debate se respetan escuchando con atención al expositor y concediendo los derechos de palabra para analizar sin que ningún hecho particular haga presente sus garras de perturbación ni de un lado ni del otro. Ahora, téngase igualmente presente, que en la historia se producen momentos en que las masas enardecidas y hastiadas de vivir tanto el silencio y de ser religiosamente las convidadas de piedra, se rebelan y vuelven añico todo el normamiento de la política y de la ideología que rige un país y hace su acto de revolución independiente de si al final triunfan o fracasan. Es ese momento en que las masas avanzan tanto, que no existe dirigencia posible que les imponga la norma del buen hablante o del buen escuchante, porque es el hecho y no la palabra la que decide.

 El joven estudiante Goicoechea cometió, y ojalá sea capaz de reconocerlo, el exabrupto de presentarse a un escenario estudiantil portando una franela con la efigie del Che Guevara y un poco más arriba el símbolo de globovisión. ¡Por Dios!: ¿no hubo un ser que lo alertara de esa ignominia o fue algo premeditadamente concebido para burlarse del escenario?

 Todos y todas los y las vivientes en este país –de derecha, del centro y de la izquierda-, sabemos que Globovisión vilipendia, ultraja, denigra, deforma el pensamiento y la obra del Che Guevara. Este es tenido, por los señores y las señoras de Globovisión, como un terrorista, un asesino, un monstruo de mil cabezas que nunca puede servir de ejemplo ni para la juventud ni para nadie. De manera pública lo ha dicho o manifestado la gente de Globovisión que no hay que permitir que los jóvenes venezolanos sean como el Che, alegando que éste era un criminal y un delincuente. Si alguna figura en el mundo ha sido tan denigrantemente atacada y vilipendiada por los amos del capital, por los explotadores del trabajo y de la conciencia humana, ha sido precisamente la del Che. Pero, al mismo tiempo, si alguna figura ha sido y es tan querida y amada, tan señalada como el más digno ejemplo de las virtudes revolucionarias, ha sido precisamente el Che. Por cada enemigo deformador del pensamiento y la obra del Che en el mundo, existen nueve que lo admiran y lo quieren y lo reconocen como la expresión del escalafón más alto de la conducta revolucionaria. Entonces que alguien explique política o ideológicamente ¿cómo puede interpretarse que alguien que ataque y vilipendie la figura histórica del Che Guevara, se presente –sobretodo en un momento de tensas discusiones o debates políticos e ideológicos- a un recinto de cualquier naturaleza con una franela que tenga por imagen el rostro del guerrillero heroico y a su lado un símbolo de un medio de comunicación como Globovisión, que para nadie es un secreto es un declarado enemigo del pensamiento revolucionario y un centro de acopio de la deformación de un personaje histórico de tanta importancia como el Che? O fue una infantilada nada graciosa del joven estudiante Goicoechea o resultó ser el producto de una composición de laboratorio para la provocación, porque quien crea que utilizar la efigie del Che con símbolos incompatibles a su pensamiento revolucionario es una burla al comandante de sol y guerrillero heroico, se equivoca y termina burlándose de sí mismo.

 Si el Diablo se presentase en una Iglesia con una franela blanca caracterizada por una imagen de Dios y el símbolo del Infierno, sería injusto que piense que lo van a tratar con pétalos de rosa por una audiencia mayoritariamente cristiana o católica. No creo, por su inteligencia y sabiduría, que Dios vaya a entrar a un salón del Infierno con una imagen de Satanás impregnada en el pecho a exponer las Sagradas Escrituras del Cielo. Por eso pregunto: ¿qué hubiese pasado si un joven estudiante partidario del gobierno se hubiera presentado a un debate en la Universidad Católica Andrés Bello, vestido con una franela cuya imagen es la de Jesucristo y un poco más arriba el símbolo del fascismo o nazismo o del comunismo? Alguien pudiera refutarme diciéndome: pero el joven estudiante Goicoechea no utilizó ningún símbolo ideológico o de doctrina política. Le respondería reconociéndole sus justos argumentos, pero en mi caso no debo señalar símbolos de televisoras que respaldan al gobierno, porque en ninguna de ellas se vilipendia o se denigra de Jesucristo, por lo cual resulta compatible el uso de la imagen del Señor con el símbolo de Vives, por señalar un solo ejemplo.

 Pregunto, para finalizar: ¿alguien considera justo, por ejemplo, que deba ser utilizada la imagen del maestro Andrés Bello o del maestro Simón Rodríguez con el símbolo de un medio de comunicación privado o con el de alguna institución de la propiedad privada que imparte la educación en base al cobro de la matrícula estudiantil?



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Freddy Yépez


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